Nos guste o no cómo se traducen esos resultados en la vida cotidiana de las grandes mayorías, lo cierto es que la economía no está funcionando nada mal en términos macroeconómicos. Las cifras confirman que, haya o no una mejora en el nivel de vida de las mayorías (por lo menos una mejora realmente palpable), los resultados están por encima de muchas expectativas y es posible, por primera vez en muchos años, que efectivamente, no haya crisis económica de fin de sexenio.
Nos guste o no cómo se traducen esos resultados en la vida cotidiana de las grandes mayorías, lo cierto es que la economía no está funcionando nada mal en términos macroeconómicos. Las cifras confirman que, haya o no una mejora en el nivel de vida de las mayorías (por lo menos una mejora realmente palpable), los resultados están por encima de muchas expectativas y es posible, por primera vez en muchos años, que efectivamente, no haya crisis económica de fin de sexenio.
Por ejemplo, hoy se darán a conocer los resultados económicos del año pasado y la mayoría de las previsiones se han cumplido por encima de las expectativas. En algunos casos los éxitos son notables. Como en el ámbito de la recaudación fiscal. Descontada la inflación, el incremento de los ingresos totales del gobierno federal fue, se anunciará hoy, de 5.6 por ciento. Los ingresos tributarios tuvieron, a su vez un incremento de 10 por ciento en términos reales. Aunque se habla mucho -y con razón- de la necesidad de una reforma fiscal integral, los ingresos tributarios como porcentaje del PIB son hoy los más altos desde los años 80 y están por encima de los logrados en 1993, antes del inicio formal de la crisis: estamos hablando de ingresos equivalentes al 11.42 por ciento del PIB. En los hechos, en el informe que se dará a conocer hoy, se dirá que los ingresos reales han aumentado en 47 por ciento en los tres últimos años.
Y sin embargo, no es suficiente: para cubrir las expectativas de gasto que se tienen hoy en día se requiere aumentar los ingresos, por lo menos, dos puntos más del PIB. Lo que implica la necesidad insoslayable, a pesar de todo, de una reforma fiscal integral.
Pero el problema para avanzar en ella, como el desafío en otros capítulos de la vida económica, no está hoy tanto en esos resultados macroeconómicos, ni en el diseño que se ha realizado para cerrar el sexenio, sino en la política, en sus dos vertientes: una, los desafíos inherentes a la campaña electoral y a las tentaciones desestabilizadoras; segundo, en los indudables conflictos que persisten en el equipo económico y que, debemos insistir en ello, terminarán afectando los resultados económicos.
Ya se sabe de esas diferencias internas y de los costos políticos que ya han tenido. Sin embargo, en el ámbito presidencial, la preocupación es otra. El presidente Zedillo no oculta el hecho de que él mismo se considera el responsable directo, en el más explícito sentido de la palabra, de la política económica. Si sus hombres están peleados o si tienen ideas distintas entre sí, no le preocupa demasiado porque, en última instancia, hacen lo que se les indica y con ese parámetro es que Zedillo mide su efectividad.
Por ello, cuando se habla del desgaste de José Ángel Gurría, por ejemplo, en términos presidencial, eso es poco importante, por lo menos mientras Gurría opere la política económica como la dicta el propio presidente. Pero éste es un caso excepcional: será muy extraño que otro presidente, del partido que sea, pueda, sepa y quiera, dedicarle una atención tan personalizada a la estrategia económica.
Por lo pronto, Francisco Labastida desde hace semanas es ya mucho más cauteloso sobre el tema y ya no afirma que, de ganar, mantendrá el mismo equipo económico: mantendrá, ha dicho, muchas de las políticas y de la filosofía (con cambios importantes en lo social) pero ya no es contundente en término de hombres. Incluso, ha dicho que no adelantará esos nombres para evitar que les "peguen" por anticipado. Pero, sin duda, necesita ir realizando acomodos en los equipos económicos y en las áreas de decisión política relacionadas con la economía. En esa lógica, pese a lo que se ha dicho y como lo adelantábamos hace algunas semanas, es más probable que los cambios se den en el segundo nivel del equipo económico que en la cabeza. En otras palabras, que si la disyuntiva es si se va el secretario o los subsecretarios es más probable que los cambios se den en los segundos.
Por lo pronto, Gurría sigue tejiendo actividades, particularmente internacionales, de las que no podrá desafanarse inmediatamente como para ser candidato a senador o diputado. Sus posibles reemplazantes, tienen también agendas muy cargadas y específicas: quitar a Luis Téllez de la secretaría de energía en estos momentos sería una tontería porque ha logrado involucrarse con mucho éxito en las decisiones macro del mercado petrolero mundial. El otro prospecto para esa posición es Carlos Ruiz Sacristán y además de una serie de puntos pendientes importantes en Comunicaciones, tiene que anunciar y echar a andar la mayor obra de infraestructura de muchos años: el nuevo aeropuerto capitalino.
Además, en el ámbito de los subsecretarios del área financiera si bien es verdad que el principal operador de Gurría, que era Javier Treviño, ya dejó la oficialía mayor para irse a trabajar con Labastida, también lo es que el funcionario que más distancia mantenía con Gurría en ese equipo, Martín Werner, ya dejó su responsabilidad para irse a trabajar a una consultoría estadunidense. Santiago Levy, el subsecretario de egresos, no saldrá porque mantiene una absoluta empatía con el presidente Zedillo. Y el subsecretario de Ingresos, Tomás Ruiz, en buena medida responsable de los resultados fiscales que se anunciarán hoy, es cada día más probable que sea colocado por el PRI en la cámara de diputados para contar con los especialistas necesarios, si ganan la elección presidencial y obtienen mayoría en el Congreso, para realizar en los primeros meses del próximo gobierno (y si fuera posible en el último tramo de éste, entre septiembre y diciembre) esa reforma fiscal de la que tanto se ha hablado. Si es así, Ruiz entraría, muy probablemente en las listas plurinominales para la cámara baja durante abril próximo.
Lo que deberá quedar en claro en última instancia es que si queda esa vacante en el equipo económico, será cubierta por un hombre o mujer designado, directamente, por el propio Zedillo, que considera a ese su propio equipo de trabajo directo.
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Hoy deberán decidir los banqueros y propietarios de aseguradoras si se amparan o no contra las reformas a la Ley de Protección y Defensa al Usuario de Servicios Financieros, reformas qué, básicamente están destinadas a fortalecer los derechos de los usuarios y que fue aprobada por amplia mayoría en el Congreso. Las modificaciones son sobre todo operativas: ampliar lo plazos para reclamaciones de seguros, se le otorga a la Condusef facultad para corregir errores en las reclamaciones, ésta puede realizar dictámenes técnicos con validez judicial y se informará sobre las reclamaciones presentadas en contra de cada institución. Pero los hombres del dinero piensan diferente: amenazan con ampararse sin comprender que, políticamente es, para ellos, una medida suicida: ¿cómo explicar que después de un rescate de 60 mil millones de dólares rechazan una reforma legal cuyo fin es proteger, así sea mínimamente, a los usuarios de la banca y las aseguradoras?.