Desde hace varias semanas habíamos insistido en que la única salida para el conflicto que se presentaba en el equipo económico era que saliera el secretario José Ángel Gurría o que lo hicieran sus subsecretarios: el enfrentamiento entre equipos, la mala relación personal, las filtraciones, los conflictos inevitables que se presentaban en el gabinete económico, hacían impensable el continuar avanzando hacia la fecha de las elecciones cargando ese tipo de contradicciones.
Desde hace varias semanas habíamos insistido en que la única salida para el conflicto que se presentaba en el equipo económico era que saliera el secretario José Ángel Gurría o que lo hicieran sus subsecretarios: el enfrentamiento entre equipos, la mala relación personal, las filtraciones, los conflictos inevitables que se presentaban en el gabinete económico, hacían impensable el continuar avanzando hacia la fecha de las elecciones cargando ese tipo de contradicciones.
Poco antes de la reunión de Davos, preveíamos que, pese al indudable desgaste que implicaba para Gurría informaciones como la de su jubilación en Nacional Financiera, lo más probable era que salieran los subsecretarios y que Gurría se quedara. Por una razón sencilla: el hombre que verdaderamente maneja el gabinete económico es el propio presidente Zedillo, con una intervención en sus decisiones que no mostró con anterioridad, ningún otro presidente, y que muy probablemente no se presentará tampoco en el futuro. Es el propio Zedillo el que maneja sus piezas y ese equipo se debe entender que no fue de Guillermo Ortiz ni es el de Gurría: es el del propio presidente que, en más de una ocasión, acuerda en forma directa con sus distintos integrantes.
En ese sentido, sin duda, Gurría es una pieza muy útil para Zedillo: no sólo porque le permite una amplia y confiable operación internacional que, evidentemente, el presidente está impedido de realizar, sino también porque el mensaje para los mercados sería negativo si hubiera, fuera quien fuera el sucesor, cambios a esta altura en la cabeza del equipo económico.
Por otra parte, no se debe olvidar que los subsecretarios eran, son, piezas del propio Zedillo. En este sentido, Martín Werner, quedó fuera cuando decidió refugiarse en la iniciativa privada, en una empresa estadunidense, sobre todo cuando comprobó que ya no podría tener ascensos en el escalafón de la administración hacendaria. Santiago Levy es el paradigma de los hombres del presidente, éste le tiene plena confianza y está convencido de que la política social que Levy está encargado de instrumentar, es la más adecuada para el país. Zedillo sabe, lo ha declarado incluso, que uno de los capítulos en los que existen diferencias entre él mismo y el candidato priísta, Francisco Labastida, es respecto a la política social. Zedillo, en ese sentido, está haciendo una jugada lógica: está fortaleciendo su apuesta, mover a Levy o modificar su política social en estos momentos hubiera sido como reconocer que la misma es errada. Ergo: si hay alguien que no se moverá del gabinete económico es el subsecretario de egresos.
El caso de Tomás Ruiz es diferente: de todo ese grupo, el hasta el martes pasado subsecretario de ingresos es, quizás, el de mayor interés en la política. Ruiz, además de estar muy distanciado de Gurría, quería desde hace meses participar en posiciones de otro tipo y estaba apostando a integrarse al equipo de Labastida para buscar una posición en el Congreso. Se había dicho que podría ser senador, pero también a principios de febrero adelantamos que eso no era viable, que la posición posible para Ruiz sería una diputación, desde la cual buscaría presidir la comisión de Hacienda de la cámara baja.
La decisión tiene una lógica ulterior. Labastida está convencido de que, de ganar las elecciones del 2 de julio, las grandes reformas se deben realizar en el primer año de gobierno. El PRI está apostando muy fuerte no sólo a ganar las elecciones (el equipo del sinaloense está absoluta y quizás un poco, o un bastante, irracionalmente convencido de que ese paso ya está dado) sino también a tener mayoría propia en el Congreso. Si fuera así, no sería nada descabellado que en el primer periodo ordinario, que se inicia el próximo primero de septiembre, se pudiera lanzar esa siempre frustrada reforma fiscal definitiva para tratar de tenerla concluida antes del cambio de administración. Y Ruiz es el que tiene todos los hilos, desde el poder, para poder maniobrar en ese sentido.
Habría que destacar, sin embargo, que este movimiento implica, sin duda, una ratificación de Gurría, por lo menos hasta el final del sexenio, también que le abre una importante posición a Tomás Ruiz en el equipo de Labastida, pero no define en absoluto cuál de los tres grandes grupos del equipo económico será el hegemónico con el sinaloense si éste gana la elección presidencial. Allí está, en el equipo de Labastida, gente de Luis Téllez; está con Javier Treviño, uno de los operadores más cercanos a Gurría; Alejandro Valenzuela, que fue el vocero de Guillermo Ortiz participa también en el equipo de campaña. Pero las barajas no se agotan allí: en Pemex, está Rogelio Montemayor, un hombre con un perfil propio, que tendrá, también, un futuro importante en el labastidismo si el PRI gana el 2 de julio.
Labastida ha dicho que no adelanta quiénes integrarán su equipo económico para no exponerlos a mayores golpes. Probablemente es verdad, pero lo es también que pareciera que Labastida, con toda lógica, aún no tiene decidido por quién apostará o, mejor dicho, qué combinación utilizará.
A esa incertidumbre se agrega otra: Vicente Fox dijo anteayer que mantendría a dos miembros del gabinete actual. Y muchos ya están cruzando apuestas sobre quiénes serían. Y no cabe duda que, de mantener a algunos, no serían, defintivamente, los del gabinete político. Nadie puede saber si es una intención real, pero no le quepa a usted la menor duda, de que ha metido ruido en ciertos sectores de la administración pública.
Por cierto, Alma Rosa Moreno, la hasta el martes directora del SAT es, sin duda, una de las más talentosas (y duras, por ahí le dicen alma negra) funcionaria del sector económico. Si Ruiz pareciera que tiene un espacio asegurado en las listas priístas, nadie sabe qué destino tendrá Moreno: sería un desperdicio no aprovecharla.
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Ayer, cuando entrevistábamos a Vicente Fox en radio, llamó el vocero de Labastida, Fernando Solís Cámara, para recriminarle al panista que estuviera diciendo que estaban empatados cuando, según el PRI, las encuestas favorecen a su candidato y de ahí se fue hasta el tema del Fobaproa y la participación de los hermanos de Fox en él. Fox le contestó muy fuerte en ambos puntos, le dijo que en todas las encuestas, incluyendo la del PRI, su votación está subiendo; que respecto a lo del Fobaproa sus hermanos son víctimas, no beneficiarios. Cuando Solís Cámara lo retó a que aceptara un debate entre los seis candidatos antes de que terminara marzo, Fox le dijo que él aceptaba un debate entre los seis pero pedía, además, uno posterior entre los tres que estuvieran mejor en las encuestas y en junio, un tercer debate entre los dos que estuvieran arriba. Lo cierto es que, como decía ayer Ciro Gómez Leyva, de alguna forma Fox está logrando que la gente de Labastida siga su agenda, así seguirá creciendo. Como ocurrirá si se sigue insistiendo en personalizar la contienda: el problema no es quien es mejor o más honesto, sino que, por historia, por el desgaste del poder, el priísmo, a la larga, siempre será más vulnerable.