17-01-2017 Toda la relación bilateral con Estados Unidos está abierta a negociación, dijo la semana pasada el presidente Peña. En otras palabras, no sólo la economía y el comercio podrán ser objeto de negociación, sino también muchos otros capítulos incluyendo la seguridad, los acuerdos recíprocos en ese ámbito y la lucha común contra el terrorismo.
Para encarar a Trump, en esa dinámica de negociación, existen dos tendencias que son contrapuestas: el enfrentamiento y la contemporización. Los dos, tomados como absolutos serán malos: México debe enfrentar a Trump sabiendo cómo lo va a hacer, en qué momento y en qué terreno. Las provocaciones de Trump hacia México han sido constantes: sobre todo la presión que ha ejercido sobre la industria automotriz para que no instale nuevas plantas en México (incluyendo no sólo a las empresas estadounidenses sino también a las de otros países, como Toyota y BMW) constituyen, en los hechos, agresiones diplomáticas y comerciales.
Con Trump lo que México debe tener es firmeza pero sobre todo claridad en los objetivos, principios básicos que no pueden ser negociados y pragmatismo para trabajar con esas dos premisas. El caso de la seguridad es un buen ejemplo de las cartas que se pueden jugar en esa negociación.
La colaboración que ha sostenido México con Estados Unidos desde el 11-9 ha sido notable. Los temores de que pudieran infiltrarse terroristas a la Unión Americana a través de nuestra frontera han resultado, en más de quince años de colaboración, infundados. Como destacó el presidente Obama en su discurso de despedida, en todos estos años no ha habido un solo atentado terrorista exitoso en su país, pero en ello la colaboración mexicana ha sido muy importante, con el permiso para el emplazamiento en nuestro país de mecanismos de control eficientes y comunes hasta en la capacidad de separar esas labores de las fuertes contradicciones que genera la lucha contra el narcotráfico. ¿Querrían Trump y los organismos de seguridad e inteligencia de los Estados Unidos debilitar esa colaboración y agenda común? Lo dudo, pero en la medida en que las presiones contra México aumenten, el interés en esa agenda, de este lado de la frontera, se podría debilitar, voluntaria o involuntariamente. Uno se juega por un amigo o aliado, no por un adversario.
En la lucha contra el narcotráfico México también debe tomar decisiones importantes. Desde el 8 de noviembre pasado, ha crecido significativamente el número de estados de la Unión Americana que aceptan el uso de la marihuana con fines recreativos, incluyendo California y Nevada. Es verdad que existe profunda preocupación en algunos estados por la creciente incidencia de heroína procedente de México, cuyo consumo produjo, el año pasado, unas 13 mil muertes por sobredosis, sobre todo en Ohio y estados vecinos.
Es evidente que Estados Unidos, por más que no lo plantee abiertamente en el ámbito federal, ha cambiado su enfoque en la lucha contra las drogas y la legalización de la marihuana avanza en forma irreversible, mientras que el combate a los opiacios debería ser un objetivo común. Pero no parece existir una verdadera voluntad de bloquear los flujos de dinero y de armas hacia México, y tampoco se han dado decomisos o detenciones de operadores importantes, relacionados con cárteles mexicanos, cruzando la frontera. Miles de millones de dólares, producto del tráfico de drogas se quedan en la economía estadounidense y aquí se quedan los muertos, la violencia y las armas.
Hay que ser muy concientes de que el desafío es bilateral y que por ende debe admitir una lectura similar a ambos lados de la frontera. El muro, en ese sentido, no resuelve nada: hoy, como ayer, la frontera, tiene ya centenares de kilómetros de vallas, que pueden ser vulnerada por los criminales a ambos lados de la misma. Si quiere, Trump se puede gastar tres mil millones de dólares en ampliar el muro ya existente, en realidad eso no importa, pero si no se rompen las estructuras criminales en los dos países, la frontera seguirá siendo porosa y potencialmente vulnerable.
Una vez más la pregunta es hasta dónde México podrá seguir llevando una agenda de amplia colaboración, como hasta ahora, si la agenda y la relación se deteriora en forma palpable. Por lo pronto, México, con toda razón, podría plantearse que su objetivo es garantizar la seguridad pública en nuestro territorio y, en ese sentido, entender que evitar la entrada de droga a Estados Unidos es una responsabilidad del gobierno de ese país, no una tarea conjunta. Una alternativa de ese tipo no es deseable para nadie, pero menos aún lo es tener estrategias y compromisos disímbolos en esa labor.
Si como dijo el presidente Peña toda la agenda estará en negociación, hay muchos temas, más allá del TLC, que se pueden subir, si es necesario, a la misma. No es lo mejor, ni lo más conveniente, pero ¿quién podrá evitarlo si se entra en una escalada de enfrentamientos bilaterales e inútiles?