Hoy se llevará a cabo el plebiscito en la UNAM y caben muy pocas dudas de que el mismo implicará un aval para sacar adelante no sólo la crítica situación actual marcada por un paro que en estas horas cumple nueve meses, sino también para avanzar en la imprescindible reforma que saque a la Universidad Nacional de la mayor crisis de su historia.
Hoy se llevará a cabo el plebiscito en la UNAM y caben muy pocas dudas de que el mismo implicará un aval para sacar adelante no sólo la crítica situación actual marcada por un paro que en estas horas cumple nueve meses, sino también para avanzar en la imprescindible reforma que saque a la Universidad Nacional de la mayor crisis de su historia.
En comparación con la caricatura de consulta que realizaron en estos días los miembros del ala ultra del CGH, la organización del plebiscito universitario de hoy es realmente impecable, escrupulosa: habrá padrón, tinta indeleble, se requerirá de identificación para poder votar, las preguntas son claras y directas, las empresas Mitovsky y Bimsa realizarán un conteo rápido para tener resultados hoy mismo y un equipo de observadores calificados verificará que la consulta se atenga a su propia normatividad.
No me cabe duda que tanto la propuesta de reforma del rector Juan Ramón de la Fuente, como la pregunta sobre si se deben regresar las instalaciones, tendrán una abrumadora respuesta afirmativa. Una encuesta levantada por la empresa Zimat/Cinco entre alumnos y académicos apenas el día 16 lo refleja: al inicio del conflicto, el 46 por ciento de los alumnos y el 32 por ciento de los académicos estaban de acuerdo con el paro, hoy lo apoyan, sólo, el 14 y el 8 por ciento, respectivamente. Las autoridades, según la misma encuesta, tienen el apoyo, en este tema, de entre el 87 y el 100 por ciento (de acuerdo al día de la encuesta) de los académicos y de entre el 79 y el 84 por ciento de los estudiantes.
De los puntos de la propuesta presentada por el rector De la Fuente, los alumnos están de acuerdo en un 95 por ciento con el Congreso, el 92 por ciento apoya la regularización de la situación escolar de todos los estudiantes y el punto que menos apoyo concita es el retiro de actas administrativas contra los responsables de daños, un 46 por ciento. Los porcentajes son prácticamente los mismos entre los académicos, aunque el retiro de actas tiene menor apoyo aún, un 38 por ciento.
Más importante, según esta encuesta en la que se consultaron mil 25 alumnos y 238 académicos, el 92 por ciento de los estudiantes y el 97 por ciento de los profesores están de acuerdo con el plebiscito y finalmente el 67 por ciento de los alumnos y el 75 por ciento de los académicos están dispuestas a votar a favor de la propuesta del rector. Un 30 y un 25 por ciento, respectivamente, se decían hasta el 16 de enero pasado, indecisos.
Por eso, el verdadero desafío, no estará en las urnas el día de hoy sino en el día después: lo difícil comenzará en la UNAM el viernes 21. Hay preguntas obvias pero no por ello menos sencillas de responder : ¿qué harán las autoridades y la propia comunidad con el mandato que recibirán de la comunidad universitaria a través de la consulta?.
El primer paso será recuperar las instalaciones: nada se puede hacer sin que la universidad recupere sus espacios naturales. La pregunta es cómo? ¿acaso el ala ultra del CGH aceptará el veredicto de una consulta que ya ha descalificado aceptará, como no lo ha hecho en estos meses, la voz de la comunidad? ¿respetará, como no lo hizo desde el inicio mismo del movimiento, el deseo de escuelas y universidades que, desde abril pasado, votaron porque no hubiera paro en sus planteles?. Nada parece indicarlo. La realización de su propia consulta demuestra que aún quieren continuar la confrontación de fuerzas. Entonces la recuperación de las instalaciones, más temprano que tarde, tendrá que ser eso, una recuperación: no será un generosa entrega.
Pero recuperado el campus, y una vez en labores la universidad, deberá venir el congreso. No será fácil organizarlo: ni puede ser una reedición del de 1989 que sirvió para descomprimir las tensiones que atenazaban a la universidad después del conflicto del 87, pero que no significó prácticamente nada en términos de reforma universitaria real. Y ello por la participación prácticamente igualitaria que tuvieron los distintos sectores de la comunidad. En la propuesta de De la Fuente se busca aprender de esa experiencia y ahora se habla de una participación de mayor peso de académicos e investigadores, no tan alta para los estudiantes y con una mucho menor influencia de la burocracia universitaria.
Los objetivos que deberá cubrir ese congreso son muchos y afectarán, si es una realidad y no una escenografía política, al conjunto de la educación pública superior en el país: el congreso deberá lograr una universidad de buen nivel académico y con mayores exigencias, debe garantizar que puedan acceder a la enseñanza superior todos aquellos que tengan condiciones para ello; debe lograr descentralizar una institución que sufre de un gigantismo crónico.
Para lograrlo hay muchas variables pero sin duda nada será posible sin recursos presupuestales y sin planificación. Se debe aumentar y dirigir los recursos presupuestales. Apenas ayer, Porfirio Muñoz Ledo recordaba cómo, desde la época de Luis Echeverría se había decidido abrir unas 16 instituciones de educación superior en toda la zona metropolitana y del valle de México. Salvo la UAM y algunos planteles de la propia UNAM, por causas presupuestales no se abrió uno solo de esos planteles y los jóvenes aspirantes a estudios superiores siguieron concentrándose en la Universidad Nacional, que paulatinamente dejó en varias de sus principales parcelas de ser tal, nacional, y comenzó a convertirse en una institución crecientemente metropolitana, de la ciudad de México, acosada por un decreciente nivel académico.
Porque tampoco nos engañemos: estos jóvenes del ala ultra del CGH, que pueden estar terriblemente equivocados en sus postulados, que pueden ser manipulados o que no entienden cuál es la función social de una universidad, no son, ni remotamente, todos ellos militantes de organizaciones ultras: la mayoría son el producto de la propia universidad en su sistema de preparatorias e incluso de varias de sus licenciaturas. Esos jóvenes son el producto de la crisis de la universidad y del rencor social generado por tantas desigualdades. Allí está el verdadero problema.
Archivos recuperados
No hay divergencias en el gabinete económico se dice públicamente y se desmiente en privado, pero lo cierto es que las denuncias contra el secretario de Hacienda, José Ángel Gurría, siguen basándose (como la que presentó el martes Dolores Padierna respecto a una beca) en información que se filtra desde Nafinsa, mientras que en el bando contrario, le ha llovido al renunciaste subsecretario Martín Werner, que se alistó desde el primero de enero en una correduría estadunidense. Se debe insistir en que las cosas no pueden seguir como hasta ahora: se queda Gurría y se van los subsecretarios, o se quedan éstos (identificados con el equipo de Guillermo Ortiz) y el que se va es Gurría. Todo se resolverá, si algo no estalla antes, cuando se den a conocer las listas de diputados y senadores del PRI.