25-01-2017 Y al final no hubo alianza PAN-PRD en el Estado de México. Ambos partidos han dejado ir una oportunidad única para derrotar al PRI por primera vez en esa entidad aunque el tricolor sigue y seguirá teniendo una situación muy difícil en los comicios de junio próximo.
Son muchos los elementos que se conjuraron para que la misma alianza que los hizo ganar en Veracruz o Quintana Roo no se diera en la tierra de Peña Nieto. El primero de ellos es que no hubiera un nombre que unificara fuerzas: sobre todo Josefina Vázquez Mota podía ser una aspirante muy fuerte, pero no era viable que los perredistas la apoyaran como tampoco Alejandro Encinas podía aparecer como candidato en una boleta panista. La búsqueda de aspirantes independientes, como Alejandro Martí, fracasó casi desde el inicio, y tampoco se vislumbraron, como ocurrió en Quintana Roo, rupturas en el PRI que les dieran a los aliancistas un candidato.
Un segundo elemento, que no es menor, son las divisiones internas, fomentadas en muchas ocasiones desde el propio gobierno estatal (por éste y por varios de los anteriores). Corrientes como ADN en el PRD, o la que encabeza Ulises Ramírez en el PAN, insisten en no ir en alianzas no tanto para mantener autonomía partidaria, sino para conservar sus espacios de poder, que incluyen desde prerrogativas hasta prósperos negocios, según otras corrientes de sus propios partidos.
Lo que habrá que ver es hasta dónde esa división afectará, incluso, la designación de sus candidatos. En el PAN, se ha tomado la decisión de que habrá designación directa del aspirante y si el PAN quiere dar la pelea tendrá que ser, necesariamente, Josefina Vázquez Mota. Ninguno de los otros aspirantes panistas será un contendiente de peso en unos comicios tan disputados. La designación directa era una de las condiciones que había puesto Josefina para evitar algo que ya conoce, el desgaste de un proceso interno como el que vivió en las presidenciales de 2012. Si bien la dirigencia local del Partido Encuentro Social firmó un acuerdo de alianza con el PRI, la dirección nacional del PES tenía un acuerdo previo con el PAN si la candidata era Josefina.
En el PRD si el candidato no es Alejandro Encinas, y el senador no parece estar dispuesto a volver a ser candidato si no es por una alianza de izquierda que ya no se concretó (por lo menos, no con Morena y quién sabe si se logrará con Movimiento Ciudadano), el partido del sol azteca la pasará mal.
Primero porque no tiene un candidato con conocimiento y peso en todo el estado y segundo porque el voto de izquierda se terminará yendo con Morena, cuya candidata Delfina Gómez (con una identidad absolutamente morenista) tendrá el inestimable apoyo en toda la campaña de López Obrador. El aspirante presidencial de Morena será quien haga campaña en el Estado de México y ese solo hecho vuelve a su partido particularmente competitivo. El PRD presionado por la corriente de ADN ha tomado en el Estado de México la que es, quizás, su peor decisión política, ya que corre el serio riesgo de terminar cuarto y muy lejos de los punteros.
El PRI ya tiene la coalición con el Verde y el Panal y, probablemente, el viernes próximo decida quién será su candidato o candidata. Me imagino que en las estimaciones finales tienen que establecer con claridad, primero, contra quiénes se enfrentan (y en eso el que participe o no Josefina es clave) y segundo quién es, más allá de simpatías o cercanía, el que puede ganar. Por eso no hay todavía definiciones claras.
Ahí están Alfredo del Mazo, Carlos Iriarte, Ernesto Nemer o Ana Lilia Herrera. Si va Josefina no sería descabellado que viéramos una boleta en la que se enfrenten tres mujeres: Josefina, Delfina y Ana Lilia, aunque hay que insistir en que nada está, por lo menos al momento de escribir estas líneas, definido en el PRI.
Lo que está sucediendo en el Estado de México tiene influencia también en los otros comicios. Ya no habrá alianza PAN-PRD en Coahuila, aunque allí la izquierda es electoralmente marginal. El PAN ha logrado superar una ruptura que era muy peligrosa para su causa, con la aceptación de Luis Fernando Salazar de la candidatura de Guillermo Anaya y tiene muchas posibilidades de ganar el estado, aunque el que será el candidato priista, el alcalde de Torreón, Miguel Ángel Riquelme es también un aspirante muy competitivo. Ahí la elección será entre panistas y priistas, tanto el PRD como Morena no figuran.
En Nayarit, donde el PRI es fuerte, sí puede haber alianza PAN-PRD, lo mismo que en las municipales de Veracruz. Allí, el PRI ha quedado muy debilitado por el tema Duarte y muy probablemente la confrontación será entre la hipotética coalición PAN-PRD (que llevó al gobierno a Miguel Ángel Yunes) contra Morena.
Comienza un año electoral muy complejo y difícil. Las posibilidades del PRI crecen cuanto más dividido esté el voto opositor y menos se polarice la elección. Es el caso de Oaxaca, donde ganó con un porcentaje electoral mucho menor al que había tenido seis años atrás, pero con tres candidatos opositores divididos, que se repartieron los electores antipriistas. Cuando la elección se polariza (Chihuahua, Veracruz o Quintana Roo) sus posibilidades se reducen dramáticamente. Lo ocurrido en el Estado de México le favorece pero hoy, en las encuestas, aun con la oposición dividida, no le alcanza para mantener el poder si la candidata es Vázquez Mota. Y si ella no va, ojo con Delfina.