Pese a las declaraciones en contrario, en Yucatán no hay diálogo ni mucho menos parece haber algún tipo de acuerdo, mientras que la PFP ya ha desplegado sus fuerzas y lo mismo ha hecho la PGR. Las negociaciones fracasaron y por más que el gobernador, Víctor Cervera Pacheco, haya asegurado, que en realidad él está dispuesto al diálogo, lo cierto es que no hubo tal. El secretario de Gobernación, Santiago Creel, está enfrentando a un gobernador priista duro del sureste que quiere quitarlo del escenario político demostrando que no tiene fuerza para convertirse en el interlocutor político del nuevo gobierno.
Al momento de escribir estas líneas está por definirse la situación en el estado de Yucatán. Lo cierto es que, pese a las declaraciones en contrario, no hay diálogo ni mucho menos parece haber algún tipo de acuerdo, mientras que la PFP ya ha desplegado sus fuerzas y lo mismo ha hecho la Procuraduría General de la República: ambas dependencias están listas para intervenir en el estado si así lo solicita, como pudiera hacerlo este domingo en la noche, el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, para entregarle las instalaciones del Consejo Electoral Estatal que ahora ocupa el designado por el congreso local, al que conformó el propio Trife.
Las negociaciones que se intentaron durante el fin de semana fracasaron y por más que el gobernador de Yucatán, Victor Cervera Pacehco haya asegurado que, en realidad él está dispuesto al diálogo, lo cierto es que no hubo tal, salvo un intento de un grupo de empresarios dispuestos a acercar posiciones en torno a la salida lógica del conflicto: la creación de un tercer consejo integrado por personalidades de los dos existentes con un presidente nuevo, que no tuvo éxito por la misma razón que no avanzó esa propuesta en el pasado inmediato, porque las autoridades locales del estado no quieren dar ni un paso atrás.
Iría más allá: no creo que Cervera Pacheco y el priísmo yucateco quieran negociar de forma alguna. Independientemente del proceso electoral en sí, lo que estamos viendo en Yucatán es un desafío político de otras características en el cual, paradójicamente, quien pareciera ser el principal actor, el Tribunal Electoral, es un simple invitado que catalizó con su decisión de desconocer el consejo designado por el congreso local, fuerzas que, evidentemente, en el terreno político, lo rebasan.
Cervera Pacheco está desafiando a Santiago Creel. No sólo con la divulgación de un supuesto “expediente negro” del actual secretario de Gobernación o desafiándolo a que las policías federales entren en el estado o enarbolando, a hurtadillas, la absurda bandera de la secesión. Lo está desafiando en el terreno político para saber hasta dónde puede llegar Creel como cabeza política de la administración Fox y para legitimarse, él mismo, en el seno del priísmo. El episodio recuerda, y mucho, incluso en varias de sus características más específicas, el que enfrentó al entonces secretario de Gobernación, Esteban Moctezuma con el gobernador Roberto Madrazo, hace exactamente seis años, en torno al conflicto electoral de Tabasco (que se arrastra hasta nuestro días). Entonces Moctezuma no logró imponer los acuerdos políticos a los que se había comprometido en Tabasco y Madrazo se mantuvo en el cargo hasta que, a fines de febrero, el propio Ernesto Zedillo tuvo que dar marcha atrás, visitar sorpresivamente la feria de Villahermosa y ahí declarar que él y Madrazo gobernarían juntos hasta el año 2000.
A partir de esa derrota ante Madrazo, sumado al desconocimiento que tuvo Moctezuma tanto del operativo contra el EZLN el 9 de febrero de ese año, como de la detención, de la que tampoco estuvo enterado con anterioridad, de Raúl Salinas de Gortari, Moctezuma que inició el pasado sexenio como delfín de Zedillo, se fue apagando con celeridad, su capacidad de interlocución se agotó y, apenas cuatro meses más tarde, tuvo que dejar sus oficinas en Bucareli.
Ese mismo es el desafío que Cervera le está plantando a Creel en estos días. El secretario de Gobernación está, como su antecesor de hace seis años, enfrentado a un gobernador priísta duro del sureste que quiere quitarlo del escenario político demostrando que no tiene fuerza para convertirse en el interlocutor político del nuevo gobierno. Para Creel este desafío implica mostrar, además de un talante dialoguista y concertador, que lo caracteriza, otro rostro, el que no pudo mostrar Moctezuma hace seis años, el de la capacidad de hacer cumplir la ley y tener, cuando es necesario, una mano firme: no se puede ser secretario de Gobernación sin esos dos requisitos.
Pero no es sencillo resolver este desafío: la posibilidad de una intervención policial en Yucatán -que parece inminente- tendrá un costo que, de todas formas, si es realizada sin errores, será menor que mostrar a un secretario de Gobernación derrotado por un gobernador. Porque Cervera Pacheco, salvo que ocurra algo realmente imprevisto, no negociará.
No lo hará porque, si hubiera tenido la decisión de hacerlo lo hubiera podido hacer antes, cuando tenía las propuestas sobre la mesa para tener, ambos, gobierno federal y gobierno local, una salida decorosa. Tampoco lo hará porque la apuesta de Cervera tiene relación con otra fecha importante para los priístas: en los próximos días (algunos aseguran que el próximo miércoles) podría darse la reunión del Consejo Político Nacional del PRI y la dureza de Cervera sirve, por una parte, para legitimar internamente a muchos de los sectores restauradores del priísmo y, por la otra, para galvanizar en torno a un enemigo externo muchas de esas fuerzas que, en lugar de ir por el futuro quieren, en el tricolor, ir por la revancha. Cervera, endureciendo su posición en Yucatán y llevando al gobierno federal a utilizar la fuerza pública, obliga a muchos sectores del tricolor que no lo ven ni a él ni a la corriente que él representa, con buenos ojos, a mostrarle solidaridad, presentándose así como víctima del nuevo sistema.
Muchos priístas se encuentran en estos días en la disyuntiva de apoyar a un dinosaurio desprestigiado a nivel nacional pero con fuertes respaldos internos en su estado o ser denunciados por los sectores duros como virtuales traidores. No es una decisión fácil de resolver.
Por otra parte, habría que preguntarse, finalmente, qué busca Cervera Pacheco en su estado. Y la primera respuesta, evidentemente, es postergar la elección. Los comicios del 27 de mayo, si no tiene una salida inmediata este conflicto, están en serio peligro de postergarse por un plazo indefinido. Lo cierto es que no sólo Cervera y el congreso local han maniobrado para dilatar este proceso, sino que llama profundamente la atención que, apenas a tres meses de las elecciones, el PRI no haya designado, siquiera, a su candidato: en la mayoría de los estados ese proceso de selección se abre por lo menos un año antes de las elecciones y a seis meses de ésta siempre hay candidato. Hoy estamos a tres meses de los comicios en Yucatán y mientras la atención pública está puesta en el conflicto con los consejos electorales, casi nadie se ha percatado de que el PRI aún no tiene candidato a gobernador, ni campaña electoral en la entidad, mientras que el candidato panista, el senador Patricio Patrón Laviada, ve como su propìa campaña no puede crecer atrapada como está en el conflicto institucional.
La crisis yucateca no tiene muchas salidas viables. Pero sus lecturas y repercusiones en ámbitos completamente diferentes a la propia elección, son numerosos.