Andrés Manuel López Obrador está gobernando con bandos, declaraciones, revirándole constantemente a Vicente Fox (ahora lanzará su propio programa de créditos para changarros, independientemente del proyecto federal. El jefe de gobierno capitalino ha tomado como bandera de su gestión el acabar con el horario de verano. Hay miles de problemas reales en la ciudad de México mucho más importantes que el horario de verano, lo que esta utilizando en forma demagógica para generar un conflicto con el gobierno federal y que se presta como pocos a la manipulación de la gente y de la propia información.
La encuesta del GEA que da a conocer el día de ayer el periódico El Economista otorga un asombroso 74 por ciento de aprobación a la gestión de Andrés Manuel López Obrador en la capital del país. La cifra parece exageradamente alta pero lo cierto es que el jefe de gobierno capitalino está gobernando con bandos, declaraciones, revirándole constantemente a Vicente Fox (ahora lanzará su propio programa de créditos para “changarros”, independiente del proyecto federal) pero cuando se acercan sus cien primeros al frente de la administración capitalina está demostrando demasiadas debilidades, un apego excesivo por medidas exclusivamente propagandísticas y poco sustento en la actividad cotidiana de gobernar. Y cuando se los critica recurren a dos argumentos: la descalificación o la sospecha de una conjura en su contra.
El mejor ejemplo de ello lo tendremos este fin de semana: Andrés Manuel ha tomado como bandera de su gestión el acabar con el horario de verano. Es más, el mismo día que era asesinado un diplomático cubano y cuando la violencia está haciendo mella en todos los sectores en la capital del país, el jefe de gobierno declaró que el tema prioritario para su administración en estos días era el horario de verano y la dizque consulta que se organizará entre mañana y pasado para tratar de decidir si se mantiene o no en la capital el cambio de horario.
Es un gravísimo error: hay miles de problemas reales en la ciudad de México mucho más importantes que el horario de verano, que es utilizado en forma demagógica para generar un conflicto con el gobierno federal, para poner una distancia a través de un tema menor y que se presta como pocos a la manipulación de la gente y de la propia información. La decisión de adoptar o no el horario de verano, como lo hacen prácticamente todos los países que participan de la economía global, está diseñada para coordinar los horarios de miles de actividades cotidianas que necesitan estar relacionadas entre diferentes países o regiones, no se trata de un capricho o, simplemente de coordinar los horarios de las bolsas de valores mundiales, quizás uno de los aspectos menos importantes de esa coordinación.
El horario de verano nació, en México y en muchos otros países, como un programa destinado a aprovechar mejor la luz del sol y permitir así ahorros en la generación y utilización de energía: existen innumerables investigaciones serias que demuestran que ese ahorro es real y cuantificable, más aún cuanto más al norte (o al sur) se encuentra un país o una región y las diferencias de luz entre invierno y verano son manifiestas. Con el tiempo y el auge de las comunicaciones globales ese sentido original se mantuvo, pero su utilidad fue mucho más notable por esto último que por lo primero. En nuestro caso, hoy, es una medida que sirve, sobre todo, para coordinarnos con el mundo industrializado y las economías globalizadas de las que ya, nos guste o no, somos parte.
Por supuesto que ni usted ni yo, sobre todo los que vivimos en el DF, vamos a verificar en nuestras facturas de electricidad mensual algún ahorro sustantivo, mucho menos, cuando, simultáneamente, existe una política de aumento progresivo, de acuerdo a la inflación, del propio precio de la electricidad: el ahorro energético se da pero en otra dimensión distinta al hogar. Pero así lo presentó el gobierno de Ernesto Zedillo cuando impuso esa modificación del horario de verano, quizás porque no se atrevió o no supo explicar correctamente porqué el mismo se tenía que aplicar y era benéfico para la sociedad: porque enlazaba, como se ha dicho, mercados financieros, pero sobre todo comunicaciones, satélites, conexiones aéreas, sistemas de cómputo, en un mundo profundamente interrelacionado, los movimientos en los horarios. Lo que sucede es que el cambio de horario se aplicó en un momento, apenas saliendo de la crisis económica del 95 en el que la ciudadanía estaba literalmente harta, asfixiada por la crisis: en ese momento, hablar de cualquier otra cosa hubiera sido un factor de irritación y el gobierno prefirió irse por la vía sencilla de anunciar, con esa modificación, un ahorro que la gente jamás pudo verificar en sus bolsillos. Paradójicamente aumentó la irritación social. Las oposiciones, en ese entonces, el PAN y el PRD, se lanzaron contra el horario de verano más como una medida propagandística que como fruto de alguna reflexión, simplemente estaban tratando de capitalizar el descontento existente y en alguna medida lo lograron. Pero el horario de verano, salvo para eso, para la propaganda, jamás fue un issue, un capítulo de la agenda política ni de la preocupación ciudadana.
Ahora es resucitado por López Obrador para presionar a la administración federal con el mismo objetivo que entonces. Incluso cuando se le pregunta al gobernante capitalino cómo va a decidir la gente si no se le ha explicado en qué consiste el cambio, en qué le beneficia o le daña, López Obrador simplemente contesta que la gente sabe lo que le conviene. Sin duda, si lanzara una consulta sobre si se deben o no pagar impuestos, si es lógico o no que se multe a quienes hicieron la verificación en el estado de México, si está de acuerdo en que se tengan que expedir y colocar placas nuevas en todos los automóviles del DF, las respuestas nada tendrían que ver con las verdaderas necesidades del propio gobierno capitalino y se demostraría que no necesariamente la gente siempre vota en este tipo de cuestiones por el deber ser, sino por conveniencias muy personales.
Pero, además, la consulta está mal planteada desde el inicio y sus resultados son absolutamente previsibles porque los únicos interesados en ella son los sectores cercanos al propio gobierno capitalino: habrá un par de números telefónicos para comunicarse por el sí o por el no, no hay posibilidad real de evitar que una persona vote una y otra vez, la pregunta está mal presentada, no ha habido campaña alguna que explique realmente qué es lo que está en juego en torno al horario de verano, no se especifica que el gobierno del DF no tiene derecho a establecer un horario autónomo para la ciudad de México, tampoco explica qué ocurrirá con las delegaciones que no están de acuerdo con la propuesta de López Obrador, o con quienes van y vienen hacia los estados que limitan con el DF y que mantendrán, en todos los casos, el horario de verano: como se ha dicho, sería absurdo pensar que viniendo por el Periférico de Satélite a Polanco, se tenga que cambiar el horario, y eso si la delegación Miguel Hidalgo utiliza el horario del DF y si no mantiene, como ha dicho, el huso horario federal. Tampoco se explica en la propuesta el problema que se generará en el aeropuerto capitalino, una zona federal que tendrá el mismo horario de la federación mientras que el DF tendría otro, por decisión del gobierno local.
Este problema absurdo se acrecienta porque la administración Fox para tratar de quedar bien con todos no quedó bien con nadie: redujo en dos meses el horario de verano y rompió, durante ese periodo, la razón de ser del mismo, que es la coordinación horaria con los demás países y economías. Un ejemplo de los contratiempos que se generarán por ese cambio sólo en el mes de abril: por el desfase horario entre México y Estados Unidos, se perderán, según datos oficiales, el 15 por ciento de las conexiones aéreas internacionales con México. Usted dirá que no viaja en avión a Estados Unidos, Canadá o Europa y ello no le afecta, pero, por ejemplo, vaya que le afectará si usted, de una u otra forma trabaja en el sector turismo: ¿cuántos visitantes al no tener una conexión aérea cómoda preferirán viajar a otro destino?. Como ese hay innumerables ejemplos. El horario de verano como la campaña de vacunación o el cobro de impuestos y servicios son decisiones que deben tomar los gobiernos por necesidades objetivas: colocarlo como una forma de debate público y llevarlo a una consulta amañada es, simplemente, una muy anacrónica forma de manipulación publicitaria.