26-05-2017 La foto es excepcional, imperdible. Ahí están, formados en una fila, el yerno de Donald Trump, Jared Kushner con un impecable traje negro; junto a él su esposa, Ivanka Trump y a su lado, la esposa del presidente, Melania, las dos con unos vestidos y mantillas negras dignos del entierro de un jefe de la mafia calabresa de los años 30.
Luego aparece Donald Trump con el cabello más naranja que nunca y con una enorme sonrisa, que contrasta con la seriedad excesiva del resto de su comitiva. Y finalmente el papa Francisco, con una cara que demuestra que o estaba aquejado de un gravísimo estreñimiento, o mucho más probablemente estabapasando por unos de esos momentos particularmente tristes que debe tener cada tanto un hombre de poder.
El ambiente, la vestimenta de Ivanka y Melania, la desconcertante sonrisa de Trump, la cara larguísima de Francisco, terminan equiparándose a una foto digna de aquella memorable serie Los Locos Adams, ambientada esta vez en el Vaticano.
Puede parecer chistoso pero no lo es. Francisco que es un político magnífico y sabe mucho de cómo utilizar el lenguaje corporal para enviar mensajes (y si no que le pregunten al cardenal Norberto Rivera, durante aquel primer recorrido del Papa por la ciudad de México), quiso dejar de manifiesto la enorme distancia que mantiene con Trump. Lo puso de manifestó con su rostro durante toda la visita (sólo cambió cuando bromeó con Melania sobre lo gordo que estaba Trump), pero también con su regalo al presidente estadounidense: su encíclica sobre el cambio climático y sus consecuencias, un fenómeno que Trump cree que no es real y que constituye, literalmente, un invento de los chinos para retrasar el desarrollo de los Estados Unidos. Tanto lo cree que ha dado marcha atrás a todas las leyes y órdenes ejecutivas que había impuesto Barack Obama, como prohibirla generación de energía a través del carbón o la construcción de un poliducto que cruzará el país desde Alaska hasta la costa este, destruyendo enormes áreas naturales.
No en vano la otra gran foto de la visita de Trump al Vaticano ha sido una comparación del rostro de Francisco, sonriente, jovial, amistoso, durante el encuentro que el Papa tuvo con Obama hace tres años, con la cara seria, mortuoria, sin el más mínimo asomo de una sonrisa, de Francisco con Trump. No es para menos, no sólo tienen diferencias sobre el cambio climático, sino también sobre casi todo, comenzando con migración, terrorismo, la pena de muerte, las armas, el papel del Islam, el muro con México y muchos otros capítulos.
Pese a que al terminar la visita Trump dijo que la misma había sido “increíble“ (el mismo adjetivo que escribió en el libro de visitantes ilustres del museo del holocausto en Israel) y que “nunca olvidaría” lo que platicó con Francisco, ni bien dejó Roma, el mandatario estadounidense regresó a su discurso tradicional. En Bruselas, en la reunión de la OTAN, ayer, frente a todos los mandatarios de los países que han signado ese acuerdo militar, Trump volvió a cargar contra la migración. “Tenemos que ser duros y vigilantes. Sobre el terrorismo y la migración. También sobre Rusia y sobre las fronteras del sur”. Habló de los “perdedores” que realizan “ataques bárbaros a nuestra civilización” y aunque la mayoría de los terroristas que actúan en Europa tienen pasaporte europeo, como ocurrió con el joven que realizó elataque en Manchester, Trump dijo que hay que “expulsarlos y no dejarlos entrar nunca más”.
También fue duro con sus socios militares en la alianza del Atlántico Norte. “Los miembros de la OTAN deben aportar su parte y alcanzar las obligaciones financieras. 23 de los 28 Estados miembros no lo hacen. Y esto no es justo para los contribuyentes estadounidenses”, les dijo a los mandatarios. Salvó a Reino Unido, Grecia, Polonia y Estonia, que son los países que junto con Estados Unidosdestinan por lo menos el 2 por ciento de su PIB al gasto militar, y condenó, públicamente, a todos los demás. Desde el gobierno de Obama, el tema se discutía con los socios de la OTAN y existía un compromiso de alcanzar esa meta de gasto militar en 2024. Por eso, nunca se había señalado públicamente a otros países por no alcanzar ese grado de gasto militar, asumiendo además que buena parte del gasto militar de las naciones de la OTAN, lleguen o no al dos por ciento del PIB, se canaliza a empresas estadounidenses.
Hasta el momento, lo mejor para Trump en esta gira ha sido la etapa de Arabia Saudita, un país donde las mujeres tienen prohibido hasta manejar un automóvil y los trabajadores inmigrantes son tratados casi como esclavos, prácticamente sin derecho alguno. Ahí Trump se sintió como en casa, firmó contratos por 330 mil millones de dólares (para venta de armamento). Y desde allí, ante uno de los regímenes más autoritarios y discriminadores del mundo, pidió por el respeto a los derechos humanos y las libertades… pero no en Arabia Saudita sino en Cuba. Los Locos Adams están de gira.