31-05-2017 Cuando asumió el presidente Peña Nieto, la corrupción no era un tema central en la agenda política y ciudadana, aunque por supuesto que ya estaba presente. La inseguridad claro que sí lo era, pero se pensó que con el cambio de gobierno y una política de comunicación diferente, su costo se podía ocultar y hacer manejable. Si hoy el PRI está sufriendo para alcanzar un 30 por ciento de los votos en el estado de México, si sufre para mantener Coahuila y para tratar de sobrevivir, no para ganar, en Nayarit y Veracruz, es por la desatención de sus autoridades locales en muchos temas, pero sobre todo en lo concerniente a la seguridad y la corrupción.
Lo del estado de México es paradigmático en ese sentido. Algo tienen que haber hecho muy mal en Toluca para desear hoy una votación que sería menos de la mitad de la que obtuvo hace seis años Eruviel Ávila, menos aún de la que obtuvo para presidente Peña Nieto en 2012. Ayer en su columna Pablo Hiriart describió muy bien los desatinos por los cuales la maquinaria priista en el estado ha sido casi desmantelada. Pero lo ocurrido con la seguridad pública en los últimos años es incomprensible: el deterioro es brutal, sobre todo porque no se partía de una situación tan difícil.
Como gobernador, Peña Nieto había mantenido un control bastante eficiente de la seguridad pública, con personal calificado a cargo de las distintas áreas. No comenzó mal Eruviel pero, extrañamente, en cuanto asumió el gobierno federal el propio Peña Nieto, los números en el estado, en el terreno de la seguridad, como en muchos otros, comenzaron a derrumbarse.
Eso es mucho más notable en los municipios conurbados con la ciudad de México, porque simplemente pasando los límites geográficos de las dos entidades, los delitos se multiplican. ¿Alguien, si no es por corrupción o por ineficiencia (que es una forma de corrupción) podría explicar por qué cuando se pasa del Toreo a Naucalpan los delitos se disparan? ¿por qué los asaltos en el transporte público crecen geométricamente en cuando esos vehículos dejan la ciudad para entrar en el estado? La seguridad ciudadana es la que más ha sufrido en el estado de México con una cantidad innumerable de asaltos cotidianos, de extorsiones, secuestros, robos. Es verdad que hay zonas mexiquenses que siempre han tenido esos problemas, sobre todo en el Oriente del estado. Pero ahora en esos lugares se ha intensificado la inseguridad mientras que ya no hay, incluyendo lugares tan importantes como Valle de Bravo o Metepec, zonas realmente seguras: ésta afecta tanto a las clases más humildes como a la clase media y alta, y eso tiene un costo altísimo en expectativas y obviamente en votos. Al mismo tiempo, el crimen organizado se ha asentado en buena parte del estado, incluyendo municipios conurbados a la capital.
Por eso hoy Alfredo Del Mazo está peleando por tratar de ganar la elección alcanzado, si bien le va, la mitad de los votos que tuvo Eruviel hace seis años. Si hace seis años el estado de México tenía la expectativa de iniciar una nueva etapa y de que su gobernador saliente fuera el presidente de la república, hoy el priismo mexiquense está a la defensiva, tratando de salvar los muebles de un hogar maltratado y en muchos sentidos abandonado.
En Nayarit ni siquiera aspiran a eso. No veo desde la caída del fiscal Edgar Veytia, acusado de ser, desde la fiscalía, uno de los principales jefes del narcotráfico en la región, el hombre de confianza de otro gobernador que ha desatendido en forma increíble su estado, Roberto Sandoval, posibilidad alguna de que puedan derrotar a Antonio Echevarría, que va por la alianza PAN-PRD. El PRI tiene en Manuel Cota un buen candidato pero no le puede alcanzar ante tamaña herencia que le deja el gobierno saliente.
En Coahuila, Rubén Moreira sí pudo avanzar y mucho en el terreno de la seguridad, pero el costo de la herencia familiar, la lucha entre Humberto y Rubén, ha sido altísimo. Miguel Riquelme es otro buen candidato que además realizó un gran trabajo en Torreón pero el sello Moreira ha sido su principal adversario, son las expectativas confrontadas con las realidades. En Coahuila, como en el estado de México, nada está definido y Riquelme tiene posibilidades, pero, éstas hubieran podido ser mucho mayores sin esa carga política.
En Veracruz, la inseguridad y la corrupción han ido de la mano y no se ve cómo el PRI en el corto plazo pueda superar el efecto Duarte. No hay caso que ejemplifique mejor cómo la corrupción y la inseguridad se han convertido en el peor enemigo que debe enfrentar el PRI. Incluso cuando se descubren casos tan evidentes y escandalosos de corrupción como es el de la morenista Eva Cadena, existe una suerte de indulgencia electoral ganada por el simple sistema de comparación con el gobierno saliente. Las elecciones municipales de Veracruz se disputarán entre la alianza PAN-PRD y Morena.
La agenda pasa por seguridad y corrupción. Y esos serán también los temas del 2018.