Marcos quizás comprendió que, con el paso de los días se estaba diluyendo en el Distrito Federal la novedad de su llegada y que su capacidad de debate es más bien escasa. Los lazos que se habían construido con el Congreso fueron rotos, por la torpeza negociadora del comandante Germán, quien incluso deterioró los que se habían establecido con la Cocopa. La caravana zapatista: los indígenas que los acompañaron desde Chiapas y Nurio comenzaron a irse, los medios comenzaron a pedir la indulgencia con el subcomandante y sus acompañantes.
Marcos quizás comprendió que, con el paso de los días se estaba diluyendo en el Distrito Federal. Pasada la novedad de su llegada, el subcomandante, con todo y pasamontañas, no pasa de ser un personaje político más entre las decenas de personalidades que conviven en la capital. Quizás entendió que en una lucha política abierta, su encanto mediático se diluye y su capacidad de debate es más bien escasa; que sus métodos no son compartidos por la gran mayoría de los actores políticos; que los lazos que se habían construido con el Congreso fueron rotos en buena medida por la torpeza negociadora del comandante Germán, quien incluso deterioró los que se habían establecido con la Cocopa, y pudo comprobar que, fuera de la clientela tradicional de la izquierda, comenzaba a cundir el desinterés: el acto del Politécnico fue bastante desangelado y la nota fue la molestia de los automovilistas por lo pesado del aparato de seguridad implementado y el enésimo enfrentamiento de los Monos Blancos con los reporteros que cubren las actividades de los zapatistas donde los custodios de la delegación zapatista trataron a los reporteros de fucking indians (sic).
Las cosas comenzaban a deteriorarse en la caravana zapatista: los indígenas que los acompañaron desde Chiapas y Nurio comenzaron a irse y enfermarse, los respaldos no fueron de la magnitud que se esperaba, los medios comenzaron a perder la indulgencia con el subcomandante y sus acompañantes. Cualquier estratega militar (y Marcos es un magnífico comunicador pero parece que de estrategias militares sabe poco) le podría haber advertido que no se pueden alargar tanto las líneas del frente, no se puede despegar tanto el frente de las retaguardia, porque las líneas de aprovisionamiento comienzan a fallar y, en los hechos, el frente y la retaguardia quedan aislados entre sí y pueden ser derrotados con facilidad. Si la política es la continuación de la guerra pero adoptando otras formas, eso es lo que le pasó a Marcos: dejó Chiapas y se trajo a sus comandantes y buena parte de sus bases, perdió el atractivo que le daba ser una guerrillero acosado en la selva y moviéndose en el secreto, para lanzarse sobre la capital sin tomar en cuenta que, para ello tenía que llegar con objetivos más ambiciosos y que le permitieran dar el salto político hacia otro discurso y otra inserción en la vida política nacional: de otra forma se perdería el encanto que es, exactamente lo que comenzó a ocurrir.
Para evitar ese desencanto (o mejor dicho el ingreso del zapatismo en la cotidianeidad), Marcos necesitaba un paso espectacular, por eso mismo buscó con tanto ahínco hablar desde la tribuna del Congreso de la Unión. Por eso no aceptó dialogar con el Congreso en comisiones, porque era una confirmación de que su epopeya entraba en el terreno de lo cotidiano. No es extraño, tampoco, que la decisión del subcomandante de regresar a Chiapas se diera a conocer cuando en el minizapatour que organizaron varios comandantes por tres delegaciones del Distrito Federal, en donde realizaron actos en 23 poblados, fue un fracaso. Los actos estuvieron marcados por participaciones muy escasas de pobladores del lugar: en el mayor de ellos apenas si hubo un centenar de personas y menudearon las críticas al propio zapatismo por apartarse de los objetivos indígenas. Era la confirmación de que las cosas ya se habían comenzado a deteriorar.
Antes de regresar a Chiapas, de acortar sus líneas y volver a su retaguardia, Marcos tendrá dos actos políticos importantes y, también muy riesgosos. Hoy estará en la UNAM, donde el verdadero desafío está en lograr que se mantenga la calma entre los ultras y megaultras del CGH con el resto de los sectores de la comunidad universitaria. Y nada indica que ello esté garantizado. El acto de mañana jueves frente al Palacio Legislativo de San Lázaro es más preocupante, porque allí podrían presentarse provocaciones azuzadas por las declaraciones que Marcos ha hecho sobre los congresistas responsabilizándolos de casi todo, incluso de racistas. En este sentido habrá que estar muy atentos a lo que suceda durante esa jornada. Basándonos en experiencias anteriores se podría prever que habrá un intento de lograr que los zapatistas entren al salón de sesiones e incluso no se debería descartar que se intente imponer una intervención en la tribuna, incluso por encima de la decisión del propio Marcos. Aquí el gran temor es la provocación. Si es así, los problemas pueden ser mayúsculos.
Un día después, el 23 de marzo, cuando se estén cumpliendo siete años del asesinato de Luis Donaldo Colosio, Marcos -que ya empañó en su momentos tantos esfuerzos por aniquilar la campaña del malogrado sonoerense en 1994- tratará de opacar con su salida del DF ese aniversario, donde ha trascendido que el acto más significativo estará en la visita que hará el presidente Fox, de regreso de la gira por California a Magdalena de Kino para brindarle honores a Colosio y saludar a su familia (un acto donde se ve toda la mano del secretario particular de Fox, Alfonso Durazo).
¿Y después, qué viene?. En buena medida es impredecible, pero sabemos qué cosa no va a ocurrir. Es impensable que el EZLN regrese a la actividad militar: sus fuerzas están ya muy localizadas, es la guerrilla menos clandestina del mundo y una opción por la violencia sería sinónimo de su aniquilamiento. Con capuchas o sin ellas, dejando o no las armas, el EZLN se tendrá que comportar cada vez más como un grupo político abierto, con los beneficios y costos que ello conlleva. Eso los deja en una mala situación: Marcos actuó en todo momento basado en su lógica más de revolucionario que de rebelde, al contrario de lo que dijo a la entrevista con Scherer, y regresa a Chiapas sin desprenderse de ella. Y tendrá que reflexionar profundamente sus próximos pasos. Porque es previsible que se apruebe la ley indígena en el Congreso, aunque en un texto modificado respecto al que envió el presidente Fox.
Es previsible también que Marcos y el EZLN rechacen esa legislación, pero entonces quedará aislado y se reflejará hasta qué punto Marcos, a pesar de ciertas declaraciones oficiales, representa a los diez millones de indígenas del país, porque si la mayoría de las comunidades aceptan esa nueva legislación su causa sufrirá un golpe muy duro. En ese debate por demostrar quién tiene la verdadera representatividad de las etnias indígenas se basará mucha de la lucha política en el futuro inmediato en este capítulo de la agenda nacional.
Y en ese camino puede haber muchas sorpresas. Si el gobierno federal y los legisladores quieren abrir los ojos a la realidad, se encoentrarán con que existen muchas agrupaciones no oficialista ni priístas en el propio Chiapas, sobre todo la Aric-Unión de Uniones, donde el zapatismo está lejos de tener mayorías, se encontrarán que en el propio Chiapas, en las zonas indígenas de influencia zapatista, el que ganó las elecciones pasadas fue el PRI y que allí los fuertes movimientos evangélicos tampoco profesan la fe zapatista, que en Oaxaca, hay innumerables agrupaciones indígenas, algunas simpatizantes abiertas del EZ como el movimiento de lucha triqui, pero otras absolutamente alejadas de éste, incluso en el propio PRD, como es el caso de la Cocei que dirige Héctor Sánchez. Que entre los yaquis o los tarahumaras, la presencia del EZ es, por lo menos, pobre. Que, paradójicamente, la organización que puede tener un peso muy importante entre los grupos indígenas organizados en el país es nada más y nada menos, nos guste o no nos guste, la priísta CNC, que encabeza el oaxaqueño Heladio Ramírez. En fin, que la realidad en este, como en todos los temas de la vida, no se divide en blancos y negros (la apuesta que hizo el subcomandante Marcos en su visita al DF) sino en una infinita gama de grises: en otras palabras, Marcos regresa sin gloria y con muchos pendientes respecto a cuál será su futuro y el de su movimiento.