29-06-2017 En los próximos meses habrá recursos suficientes para sacar adelante uno de los proyectos claves de Rosario Robles en SEDATU, en un esquema en el que es muy importante el INFONAVIT de David Penchyna: los llamados cuartos rosas que no es más que ampliar con por lo menos un cuarto las viviendas de interés social existentes, muchas de ellas, sobre todo las construidas sobre todo en el sexenio pasado, muy pequeñas y con un solo cuarto donde se hacina toda la familia. Rosario le llama el cuarto rosa, porque en muchas ocasiones desgraciadamente esas condiciones de hacinamiento son las que propician abusos sobre niñas y jóvenes dentro de su propia familia. La idea es que tengan su propio cuarto, su espacio de crecimiento y protección.
Pero más allá de eso se debería entender que toda una familia no puede vivir en espacios que en ocasiones no superan los 30 metros cuadrados y que, además, suelen estar alejados de muchos de los servicios esenciales, tanto que en ocasiones las familias tienen que pagar por transporte casi lo mismo que pagan de hipoteca.
Sin embargo, en muchas ocasiones no se podránrealizar esas ampliaciones, más allá de que existan los recursos y los programas, porque una de las desarrolladoras que construyó y construye miles de viviendas de interés social, las hace tan endebles que no soportarían edificarsobre sus techos ya no una habitación completa, sino inclusouna palapa. Otra desarrolladora en lugar de generar espacio para una habitación adicional, ocupa esos espacios para un estacionamiento, para familias que en su mayoría no tienen automóvil.
No es ninguna novedad decir que la pobreza urbana es mucho más dura, difícil, desafiante, que la rural, aunque ambas terminen siendo inconmensurables. En una y en otra, se ha perdido el sentido de comunidad, y tampoco se han terminado de dar los estímulos suficientes, que giren precisamente en torno a la comunidad, como para sacarlos adelante. Quizás el último esfuerzo en ese sentido, colectivo, se dio con el programa nacional de Solidaridad, que podría tener muchos defectos pero que ponía todo el acento, y era lo correcto, en mantener cohesionadas las comunidades sociales, en el campo y la ciudad. Los siguientes programas,con aciertos y errores, se han centrado mucho más en los individuos, en políticas sociales asistencialistas que tomaron carta de ciudadanía a partir de aquella tarjeta “para los viejitos” que instauró López Obrador en el DF y que se ha replicado hasta el cansancio, incluso ahora con la llamada tarjeta rosa que prometió Alfredo del Mazo en el estado de México a todas las mujeres. Por supuesto que 700 pesos o lo que sea alivianan la vida de la familia que los recibe, pero nada de eso soluciona los problemas estructurales. Y ellos son graves y parten del deterioro comunitario.
Veamos los nuevos datos de las encuestas del INEGI. El número de hogares biparentales, o sea que cuenta con los dos miembros de la pareja, es apenas del 56.2 por ciento. Los hogares mantenidos sólo por una mujer son el 27.3 por ciento, o sea que uno de cada cuatro hogares es mantenido por una mujer, y en muchas ocasiones no se trata sólo de una mujer con sus hijos sino de familias ampliadas. Si esas mujeres tienen que trabajar (¿y cómo harían sino para mantener a sus familias?) y si en los hogares pequeños y hacinados, sus hijos no pueden estar, porque además las escuelas no son de tiempo completo, la salida es sencilla: el hogar es la calle.
Por eso no debería asombrarnos de que según la última encuesta de adicciones haya un incremento altísimo del consumo de alcohol entre los adolescentes, pero también que el número de jóvenes que han consumido drogas en los últimos cinco años se haya duplicado: hasta el año pasado 7.4 millones de adolescentes consumían o habían consumido alguna droga. La cifra es especialmente alarmante entre las mujeres adolescentes: entre ellas el consumo creció un 222 por ciento en cinco años. Y según lo que publicó ayer Excélsior, basado en una encuesta de UNICEF, el 69 por ciento de los hogares educa, es un decir, a sus hijos ejerciendo alguna forma de violencia.
Esos números son los que hay que ir modificando, esa tendencia a la pauperización de las clases medias bajas (decía mi querida amiga María de las Heras que en México nadie se asume a sí mismo como pobre, sino de clase media baja) rescatando el sentido colectivo, de comunidad y otorgándole facilidades fiscales, sociales, previniendo los mayores problemas a los que se enfrentan las mujeres, las jóvenes, las niñas, los jóvenes en general pero sobre todo ellas, que van desde la violencia hasta los abusos, pero también evitando que algunas empresas se enriquezcan con la pobreza de los que menos tienen y mayores esfuerzos tienen que hacer para sacar adelante a los suyos.
El futuro requiere estabilidad económica, seguridad personal y jurídica, comercio, productividad, acuerdos políticos, pero nada de eso servirá sin una profunda, nueva, diferente, política social que sirva, sobre todo, para elevar la base de la pirámide social y rescate el sentido comunitario y colectivo.