La renegociación del Tratado que cambió México
Columna JFM

La renegociación del Tratado que cambió México

16-08-2017 Hoy comenzará la primera ronda de la renegociación del Tratado de Libre Comercio y hay que comenzar por reconocer un capítulo central en el cuarto de siglo de historia del TLC: fue un acierto histórico haberlo acordado y firmado, fue un acuerdo que cambió el perfil económico, social y cultural del país, que lo abrió al mundo y que ha creado riqueza y empleo. No todos los sectores fueron beneficiarios, pero sí las grandes mayorías. Hoy, incluso quienes fueron sus más férreos opositores, le reclaman a los negociadores una defensa igual de férrea para permanecer en él. Sin el TLC no hubiéramos salido de la crisis de 1995 y la global del 2008 hubiera destrozado a nuestra economía.

 

Vamos a renegociar el TLC por la insistencia de la administración Trump, que hizo del ataque a los acuerdos comerciales un leit motiv de su campaña, pero que también ha terminado comprendiendo que el mismo es vital para su propia economía y que más allá del déficit comercial que tiene Estados Unidos con México y Canadá, lo cierto es que lo compensa con un incremento (imposible de sustituir) en su competitividad internacional y la de sus empresas.

Pero no está mal hacer ajustes al TLC. Hubiera sido mejor realizar una serie de acuerdos paralelos que lo consolidaran sin abrirlo, pero tampoco está mal, después de un cuarto de siglo que ha generado tantos cambios tecnológicos, comerciales, financieros, hacer una remozada del Tratado. 

Las bases sobre las que se negociará están bastante claras y son las mismas que México, Estados Unidos, Canadá y otros países, acordaron el Acuerdo Transpacífico (del que Estados Unidos se retiró por una mala comprensión estratégica, cuando tenía un instrumento más que idóneo para competir con el peso de la economía china en la región). No parece haber ningún punto, entre los planteados inicialmente que no pueda ser negociado, salvo quizás el llamado capítulo 19 que establece un mecanismo de solución de controversias que no pasa por tribunales, colocado en los 90 por Canadá y que para ese país es innegociable. Es un tema en el que insiste la Casa Blanca pero que no es viable eliminar sin quitarle sentido a mucho del proceso de solución de los distintos conflictos que genera un acuerdo comercial con intercambios, sólo entre México y Estados Unidos, de más de un millón de dólares por minuto. 

Hay otros temas sobre la mesa como las llamadas reglas de origen, o sea al porcentaje de un producto que debe producirse en los países del TLC. Otras adecuacionespodrían darse en las compras gubernamentales del TLC. Actualmente, los gobiernos deben considerar ofertas de los tres países, mientras que Estados Unidos sugiere que las compras se lleven a cabo de modo consistente con políticas que den preferencias a adquisiciones nacionales. Estados Unidos propone revisar también disposiciones laborales y ambientales, además de temas de anticorrupción. Hay otros más fáciles de encarar, como la protección del comercio digital, el endurecimiento de normas sobre la propiedad intelectual y los requisitos para que las empresas de propiedad estatal operen de manera comercial.

Será una negociación compleja, difícil, donde muchas cosas se terminarán resolviendo en los llamados cuartos de junto, donde estarán asesores, empresarios, especialistas de los tres países. Una negociación en la que también no habrá que distraerse con las declaraciones o los tuits del presidente Trump, que no suelen ir en consonancia con lodebatesreales que se establecen entre gobiernos. Una negociación en la que tendrán mucho que decir los congresistas, que serán los que legitimarán esos acuerdos. Y también los empresariosque serán los que tendrán, en muchos temas, un peso fundamental en los acuerdos o discrepancias.

México va con un buen equipo, con experiencia en estos temas, y esperemos que con las cosas muy claras sobrelo que quiere de la renegociación, pero sobre todo con lo que no quiere. En este tipo de negociaciones es más importante saber cuáles son los no, que los sí. Es una negociación que también no debería prolongarse en el tiempo, lo que no le conviene a nadie. El año próximo hay elecciones en México y en Estados Unidos y para ninguno de los dos gobiernos es conveniente que se entre en el proceso electoral con la negociación comercial aún abierta. 

En el caso de México, una buena renegociación generará certidumbre, y en Estados Unidos a la administración Trump le urge mostrar que arregló “uno de los peores tratados comerciales de la historia”, aunque en realidad se ha beneficiado ampliamente de él. Todo es posible, pero romper el acuerdo sería un error garrafal. Trump, que apoyó el Brexit, no puede ignorar que hoy Gran Bretaña está comprendiendo la magnitud y el costo del error asumido al decidir separarse de la Unión Europea.

Durante los casi cuatro años que tardó en negociarse originalmente el TLC, México, Estados Unidos y Canadá, sufrieron cambios políticos, sociales, económicos muy importantes, enmarcados en un mundo cambiante tras la caída del muro de Berlín y el campo socialista. Hoy, la velocidad con que está cambiando el mundo, no permite darse el lujo de negociaciones largas y estériles.

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