24-11-2017 Lo que se ha calificado como un virtual destape que hizo Luis Videgaray de José Antonio Meade no es nuevo: el canciller dice en público y en privado lo mismo que dijo el miércoles en la cancillería y allí mismo lo había dicho hace algunas semanas cuando se develó el retrato de Meade como ex secretario de Relaciones Exteriores.
Tampoco tiene nada de extraño: ambos se conocen desde la época de estudiantes y maestros en el ITAM (¿recuerda usted aquella foto de ambos caminando en una universidad de Miami con la leyenda “como desde hace casi 30 años caminando juntos”?); fue Videgaray el que le propuso a Peña Nieto incorporar a Meade a su equipo presidencial y fue su obvio sucesor en la Secretaría de Hacienda. No son los mismos, ni en personalidad ni en el trato, tampoco en la operación, pero se trata, sin duda, de una relación de amistad, profesional, política, de larga data y de actual vigencia.
Lo dicho por Videgaray, quien ayer insistió en que “no hay que confundirse y las decisiones políticas deben tomarse donde deben tomarse”, tiene importancia no por lo que dijo de Meade, que lo ha dicho mil veces, sino por el peso, también evidente, que tiene el canciller en Los Pinos, un peso que no perdió cuando tuvo que dejar la secretaría de Hacienda por aquella invitación al candidato Trump pero que creció desde que regresó a la Cancillería luego del triunfo del propio Trump. No creo que haya nadie, en ese plano político, tan cercano a Peña como Videgaray, salvo, quizás, Emilio Gamboa.
Luego de la cena del domingo de seis aspirantes con el presidente Peña (se unieron a los cuatro, Eruviel Ávila y Enrique de la Madrid), muy bien reporteada por Pablo Hiriart, no queda para esos mismos aspirantes más que esperar porque, como decíamos ayer, la decisión ya está tomada y sólo queda agotar el proceso de designación. No creo que, como se dijo, el presidente vaya citando uno por día a los aspirantes para decirles que no serán ellos y al final, se encontrará con quien encabezará la alianza priista. Cinco días de descartes sucesivos son muchos e imposibles de evitar las filtraciones y los posibles golpes: por supuesto que, como se comprometió Peña con ellos, quienes sean descartados no se enterarán por los periódicos, pero tampoco, en un proceso de ese tipo, se puede dejar un vacío de cinco o seis días.
Lo cierto es que, en este contexto, donde las palabras de Videgaray son tan importantes y por eso mismo, tan decisivo será dar a conocer el nombre del candidato priista, como alinear a las fuerzas reales del PRI en torno a ese nombre. Por eso también López Obrador ha dedicado sus últimos días a intentar dividir al PRI, tanto en forma pública como de sus operadores de redes sociales.
Mancera y el PRD
Cuando escribíamos ayer que no veíamos a Mancera aceptando una designación de Ricardo Anaya (o de quien fuera) en el Frente, porque él mismo venía trabajando su candidatura desde hace casi seis años, no conocíamos lo que había dicho en el Foro El Financiero-Bloomberg: estaremos unidos hasta que el candidato nos separe y si el frente se rompe, agregó, estoy dispuesto a ser candidato por el PRD.
En realidad, esa es la apuesta de Mancera, por la que ha trabajado, por la que ha incorporado a su equipo a personajes partidarios o no de la izquierda y por lo que él mismo continúa siendo un independiente, más allá de que el PRD lo haya llevado a la jefatura de gobierno, para poder presentar una alianza de centroizquierda competitiva en el país. Y no veo porqué tendría que renunciar Mancera a ello, como no veo porqué en el PRD tendrían que regalarle la paternidad de la izquierda a Morena.
No entiendo cómo se podrían desprender de la presencia y el apoyo de personajes históricos de la izquierda que no están dispuestos a apoyar a López Obrador, como Cuauhtémoc Cárdenas, pero tampoco apoyarán a un frente con el PAN y sobre todo a un candidato panista, como se llame.
La opción del Frente quizás se convierta en una realidad en la ciudad de México y en otros, pocos, estados del país. Más allá de eso, no parece haber ambiente, fuera de las dirigencias, de continuar en él, particularmente en buena parte del PRD. El partido del sol azteca ha perdido el rumbo y debe recuperarlo, porque realmente se necesita una opción de centroizquierda en el país, pero para eso necesita ser realmente de centroizquierda, y luego no terminar devorado por Morena, pero tampoco diluirse en una coalición donde muchos de sus principios programáticos simplemente no están incluidos. Y congregar su propia alianza en torno a Mancera no suena, por eso, en absoluto descabellado.
El descanso de Monreal
No sé qué está pasando por la cabeza de Ricardo Monreal pero su ausencia el lunes en el evento de Morena, donde López Obrador anunció que seguía en ese partido y su decisión de dejar la delegación Cuauhtémoc para descansar y leer, suena extraña. A Marcelo Ebrard una encuesta inequitativa y doblegarse a los designios de López Obrador lo ha sacado de la escena política (y del país) seis años. No creo que un hombre como Monreal acepte un destino político similar. Aún tenemos mucho que ver rumbo al 2018.