18-01-2018 Hace un año, Joaquín El Chapo Guzmán fue extraditado a los Estados Unidos y desde entonces permanece, prácticamente incomunicado, en una cárcel de máxima seguridad del estado de Nueva York a la espera de que comience un juicio que se ha postergado una y otra vez. Ahora dicen que comenzará en septiembre.
¿En qué cambió el escenario del narcotráfico con la extradición de El Chapo? Durante los años que estuvo detenido en México, el Chapo no sólo mantuvo la comunicación, en ocasiones muy fluida, con otros capos de su organización sino que sostuvo, también, el liderazgo del grupo, aunque por obvias razones estuviera alejado de cuestiones operativas. Con los años y luego de su fuga en Puente Grande, cuando permaneció años en la sierra del Triángulo Dorado, su capacidad operativa había ido disminuyendo y quedando en manos de otros liderazgos, desde su socio histórico, Ismael el Mayo Zambada hasta Dámaso López El Licenciado, el hombre que lo ayudó a escapar en enero del 2001.
Eso no cambió demasiado luego de su detención en el 22 de febrero del 2014: en Almoloya, el Chapo tenía comunicación periódica con varios de sus abogados, testaferros, familiares y hasta con algún político (recordemos, por ejemplo, a la diputada sinaloense que lo fue a visitar con una identificación falsa). Así logró organizar su fuga el 11 de julio del 2015. Pero desde entonces, a pesar de estar en libertad, comenzó a ser evidente que el Chapo, convertido en un personaje demasiado público y perseguido, no estaba en contacto con los principales operadores del cártel. Según la crónica de los seis meses que estuvo prófugo en Sinaloa, el Chapo tuvo oportunidad de reunirse con Kate del Castillo (en el extraño cotejo a la actriz) y con Sean Penn, estuvo con sus hijos que se encargaron con una guardia privada de su seguridad pero no consta, por ejemplo, que haya tenido reuniones ni con Zambada ni con Dámaso López ni con otros operadores prominentes. Y en cuanto volvió a ser detenido el 8 de enero del 2016 fue enviado a Ciudad Juárez y su comunicación se redujo drásticamente.
Fue entonces cuando comenzó la lucha por la sucesión entre los distintos grupos del cártel y sus rivales (en el pasado aliados), como el cártel Jalisco Nueva Generación y los remanentes del cártel de los Beltrán Leyva (entre ellos los del Chapo Isidro, fuertes entonces y ahora incluso en algunas zonas de Sinaloa). Desde el momento en que fue extraditado la operatividad y el liderazgo se perdieron por completo.
La sucesión fue y es violenta y ha tenido costos altos para el cártel. Muchos pensaron que el sucesor, por la capacidad operativa que había tenido durante años, sería Dámaso López, El Licenciado. No duró mucho, fue detenido por las autoridades federales muy poco después de la extradición del Chapo. Su hijo, el llamado Mini Lic, que había controlado a grupos de sicarios de su padre y decía sucederlo, cercado, se terminó entregando a las autoridades estadounidenses. Fue juzgado y condenado apenas la semana pasada en una corte de San Diego.
Los hijos del Chapo y uno de sus hermanos se consideraron herederos naturales, pero nunca lo fueron: Alfredo e Iván Archivaldo incluso fueron secuestrados en agosto del 2016 en Puerto Vallarta (algunos dicen que por los grupos de El Licenciado, otros que por el cártel Jalisco Nueva Generación), y posteriormente liberados pero demostraron su debilidad, misma que se había confirmado con los ataques que sufrió el rancho familiar, donde vive la madre de Guzmán Loera, en La Tuna, Badiraguato. Además de hacer una evidente demostración de poder (la localidad fue atacada por unos 150 sicarios) buscaban a Aureliano, uno de los hermanos de Guzmán Loera que pelea también la sucesión.
Queda claro que el sucesor de Guzmán Loera era y es Ismael El Mayo Zambada. Con sus hijos apresados y procesados en Estados Unidos, al igual que su hermano, pese a la persecución y a todos los años de clandestinidad, Zambada nunca fue detenido, es el narcotraficante con mayor tiempo de vigencia y quien siempre ha tenido el control del cártel. No se sabe qué ocurrió con Juan José El Azul Esparragoza: su familia asegura que murió de muerte natural, pero no existe confirmación de ello. Uno de sus hijos, operador para Zambada, fue detenido, pero se fugó junto con el jefe de sicarios de ese grupo criminal de una cárcel en Culiacán.
Las autoridades estadounidenses insisten en que Rafael Caro Quintero, quien ordenó el asesinato del agente de la DEA, Enrique Camarena en 1985 y que fue liberado por una muy sospechosa decisión judicial en 2013, ha vuelto a convertirse en uno de los jefes del cártel. Puede ser, pero tampoco existen pruebas fehacientes de ello.
Un punto adicional no es en absoluto menor. En todos estos meses, ya extraditado el Chapo en Estados Unidos, las autoridades de ese país que han hablado incluso (así lo dijo Trump) de que el muro podría ser pagado con el dinero que le quitarían al capo, no han encontrado ni un solo dólar de Guzmán Loera, ni tampoco de sus familiares o sucesores. Mientras tengan tantos recursos en sus manos, los cárteles seguirán teniendo poder y operación, con o sin el Chapo.