07-03-2018 Para José Manuel, que disfrute sus16 años de plena adolescencia
Cuando parecía que el ciclo populista y nacionalista se estaba agotando en Europa con las victorias de Emmanuel Macron y Ángela Merkel; con la constatación de que el Brexit será un desastre para la economía y los consumidores británicos; con el fracaso (que todavía es amenaza) del independentismo catalán; cuando todo eso parecía indicar que Europa se escapaba del contagio, resultó ser que en Italia las reformas no le alcanzaron a Mateo Renzi para conservar el poder.
Las elecciones del domingo quedaron en manos de los dos extremos, de los populistas que se dicen de izquierda, el Movimiento 5M, y la Liga, el populismo de derecha que añora la Italia fascista. Los dos son antisistema y se ubican en los extremos del espectro político, pero esos extremos se tocan y se parecen cuando van contra la Europacomunitaria, contra la globalización, cuando plantean en buena medida cerrar el país a inversiones y extranjeros. Los dos, por cierto, fueron beneficiados por redes operadas desde Rusia, porque, nuevamente, se dio intervención electoral de ese país.
El gobierno italiano es parlamentario y nadie tiene hoy idea de cómo se podrá integrar en el futuro, pero la gobernabilidad pasará en torno a esas fuerzas políticas que operan en los extremos, con poco menos del 30 por ciento de los votos cada una. Han ganado los antisistema, pero ahora simplemente no tienen idea de qué hacer con el gobierno. No es tan extraño: en las elecciones del 2016, cuando ganó Trump, una de las razones de su insólito triunfo fue la demolición de la figura de Hillary Clinton a través de su competidor en el partido demócrata, Bernie Sanders. Más allá de sus intenciones, el viejo antisistema Sanders dedicó su campaña a decir que Clinton era más de lo mismo y lo que logró es que la mayoría de sus seguidores no votaran e incluso un alto porcentaje de ellos terminaron votando por Trump, el otro antisistema, antes que por Hillary.
En esta campaña electoral, de los tres principales competidores (faltaría una cuarta: Margarita Zavala estará en la boleta y su campaña tendrá repercusiones) dos representan ese populismo que, en nuestro caso no sabemos siquiera si es de derecha o izquierda. Morena se presenta como el partido antisistema de izquierda, pero su líder y candidato es un hombre profundamente conservador, muchas de sus nuevas adquisiciones vienen de lo más profundo de las fuerzas conservadoras (José María Martínez, es un ex panista del Yunque, públicamente homofóbico) o peor aún no son antisistema: son de lo peor que puede tener el sistema. Ahí están Napoleón o Nestora para demostrarlo. La lógica detrás de esas incorporaciones ya la ha señalado Andrés Manuel: todos los que pidan perdón serán incorporados, lavados políticamente por el apoyo recibido. ¿Cómo gobernará Andrés Manuel? Nadie lo sabe, sus propuestas son contradictorias, escasas y algunas reflejan una profunda ignorancia sobre temas muy delicados, desde la seguridad hasta la energía pasando por el nuevo aeropuerto.
Ricardo Anaya también quiere apostar a ser antisistema, aunque su candidatura sea producto de un acuerdo partidario tan del sistema como el que pueden proporcionar las cúpulas de tres partidos que nunca fueron consultadas respecto a si querían o no esa alianza. Anaya dice que meterá a la cárcel a Peña, igual que como decía Trump de Hillary. A las acusaciones que se le han hecho responde con el mismo grito de complot con el que contestaba en 2006 López Obrador(por cierto, si Ricardo está tan seguro de que no hay delito alguno ¿por qué no declaró ante la PGR cuando tuvo oportunidad de hacerlo?¿por qué no se presenta, declara y acaba con el tema?). Como principal oferta de campaña lleva el pago de una renta básica universal para todos los mexicanos que cualquier actuario le diría que en términos presupuestales es imposible pagar. Ni López Obrador que ofrece apoyos y subsidios para todo, ha podido igualar esa oferta.
De la misma forma en que Morena incorpora con alegría conversos de cualquier color e historia política, Anaya se aleja cada día más de un auténtico perfil panista (insistimos en un tema: hoy la soledad de Anaya en el PAN debería ser una de sus mayores preocupaciones: no salen los gobernadores ni otros factores de poder a defenderlo) pero tampoco logra entrar en el perredismo. Su nuevo objeto de deseo se concentra en grupos de intelectuales que quieren reeditar algo así como el grupo San Ángel de los 90 y que ilusamente creen que van a poder controlar a Anaya si gana.
En la boleta del primero de julio las dos únicaspropuestas que se alejarán de las visiones populistas y nacionalistas serán la de José Antonio Meade y la de Margarita Zavala (quizás, si logra entrar en la boleta, pero sin mayor trascendencia electoral, la de Armando Ríos Piter, ya que Jaime Rodríguez es otro exponente del populismo político). Pero el desafío tanto de Meade como de Margaritaes colocarse como alternativa real de las otras opciones populistas. Si no es así, si se los deja solos, como ha ocurrido en Italia con el Movimiento 5M y la Liga, si la opción es entre populismo de izquierda o derecha, nuestro futuro político y social se tornará muy oscuro.