08-03-2018 Jared Kushner, yerno y asesor especial de Donald Trump, está en medio de una intensa lucha de poder, junto con su esposa Ivanka, hija del mandatario estadounidense, por el control del impredecible y muy inestable mandatario estadounidense. Una lucha descarnada, dentro de la Casa Blanca, que ha provocado ya la salida de innumerables funcionarios, mientras que muchos otros cargos ejecutivos no han sido ocupados trece meses después de que Trump llegara a la presidencia estadounidense.
La lucha, básicamente, se plantea entre tres grupos, aunque las relaciones entre ellos muchas veces se entrecruzan. Por una parte, están el propio Kushner e Ivanka. En el libro Fuego y Furia, el escritor Michel Wolff dice que “Habían llegado a un acuerdo serio: si en algún momento en el futuro se presentara la oportunidad, ella (Ivanka) sería la candidata a la presidencia. La primera mujer presidenta, se emocionaba Ivanka, no sería Hillary Clinton, sino que sería Ivanka Trump. Bannon, que había acuñado el término ‘Jarvank,’ el cual está cada vez más de moda en la Casa Blanca, se horrorizó cuando se enteró del acuerdo de la pareja”. Y es que evidentemente para Steve Bannon, el ideólogo ultraderechista que se autoatribuye en buena medida el triunfo de Trump y que fue despedido de la Casa Blanca luego de semanas de enfrentamientos con Jared e Ivanka, el yerno y la hija son los mayores enemigos del propio Trump, los que evitaron implementar, más allá de los tuits lanzados en las madrugadas, las medidas más duras sobre nacionalismo económico, migración y seguridad.
En su libro, Wolff (que no les guarda demasiada simpatía) los describe como muy ambiciosos, y políticamente serían, dice, “demócrtas moderados“, alejados de las posiciones más radicales de muchos de los colaboradores de Trump. Muchos de los funcionarios del equipo de Trump fueron colocados por ellos, pero con el paso de los meses, se ha desgastado la relación y la influencia, sobre todo cuando se confirmó que Jared estaba siendo investigado por la llamada trama rusa, lo mismo que una de sus principales aliadas, la directora de comunicaciones de la Casa Blanca, Hope Hicks, que anunció su renuncia horas después de ser interrogada por la Comisión Especial investigadora que encabeza el fiscal Robert Muller.
Y allí entra en acción el tercer factor de poder en el gobierno de Trump y el que pareciera estar imponiéndose en el proceso interno. Después de una desorganización fenomenal en los primeros meses del 2017, con un auténtico vacío de poder, llegó a la jefatura de gabinete el general John Kelly, ex jefe del comando sur y al inicio de la admiistración, responsable del Homeland Security. Kelly,junto con un grupo de generales ubicados en puestos estratégicos, se hizo con el control de la Casa Blanca alejando primero, a Steve Bannon, pero luego colocando barreras en la comunicación directa y cotidiana de Jared e Ivanka con Trump, que tenían acceso a prácticamente todos los temas de la agenda.
Kelly, se asegura, hace que todos los encuentros que tenga Trump con colaboradores pasen por su tamiz, incluyendo a la hija y el yerno. También comenzó a limpiar al gobierno de todas las personas que pudieran contaminar a Trump con la investigación de la trama rusa, incluyendo a Hicks, quizás la persona más cercana en la Casa Blanca a Trump, y también a Jared e Ivanka. Kushner, según se informó, perdió el acceso a la información más confidencial que llega al ejecutivo, luego de una filtración, evidentemente surgida de la propia Casa Blanca, sobre las posibilidades de que pudiera ser influenciado por cuatro gobiernos, entre ellos México e Israel, abusando de su “inexperiencia política“. Lo notable es que esa filtración, ampliamente divulgada y que golpeó muy duramente a Kushner, no tenía fuente alguna.
Obviamente no se sabe hasta qué punto la comunicación entre “jarvanka” y el presidente está abierta, tomando en cuenta sobre todo el carácter tan volatil de Trump, pero lo cierto es que la implementación de los aranceles al acero y al aluminio no entraba en las propuestas políticas y económicas de Jared e Ivanka, y provocó la salida de quien era, políticamente, el más cercano de sus colaboradores, el encargado de políticas comerciales, Gary Cohen, otro funcionario calificado como “demócrata moderado”, ex vicepresidente de Goldman Sachs, y que había sido llevado al gobierno por Kushner, como contrapeso de personajes nacionalistas y antiglobalizadores como el otro asesor comercial, Pete Navarro, que fue quien aparentemente se impuso en esa lucha interna como lo demostró la imposición de aranceles al acero y el aluminio.
Sin embargo, a Jared le quedan muchos capítulos por cubrir aún en su agenda. Las dos principales son, sin duda,las relaciones con nuestro país, Israel y Medio Oriente. Y estuvo en México tratando de salvar la relación bilateral, luego de la cancelación de la visita del presidente Peña a Washington y a unas horas de la imposición de los aranceles, cuando la renegociación del TLC también parece estar estancada.