05-07-2018 Uno de los saldos más notables que deja la elección del domingo es la absoluta reconfiguración de los partidos políticos. Morena ha emergido casi como un nuevo partido hegemónico con la pequeña diferencia de que aún no es un partido en sí, ni todo el movimiento que se integró en torno a Andrés Manuel López Obrador está representado, más allá de los votos en Morena. Pero en el PAN, el PRD y el PRI la destrucción es casi total. “¡Nuclear, es nuclear, Jacobo!” hubiera exclamado la buena de Erika Wextler viendo la forma en la que quedaron los tres grandes partidos históricos del país.
El PAN cosechó lo que sembró. El domingo, mientras Ricardo Anaya daba un apresurado y casi automático discurso de reconocimiento de la derrota, su reemplazante en la presidencia del PAN, Damián Zepeda, exhibía en televisión una sonrisa de oreja a oreja que obligaba a todo el mundo a preguntarse de qué diablos se reía. El PAN no sólo perdía ese domingo la elección presidencial, sino que se quedaba con la menor cantidad de diputados y senadores desde 1991. Rescató dos bastiones históricos como Guanajuato y Yucatán, pero eso no fue producto del trabajo de la campaña, sino de los panismos locales, en estados donde PRD y MC son simplemente testimoniales. El PAN que tenía 108 diputados se quedará con 83, en el senado tendrá sólo 24 senadores, cuando tenía 38. Pero ese es el menor de los problemas: el partido está profundamente dividido por la decisión de conformar el Frente, por la forma en que se dividieron las posiciones en el mismo, por la ausencia de métodos medianamente democráticos para decidir las candidaturas, por el golpeteo a todos los demás liderazgos partidarios, desde Margarita Zavala hasta Moreno Valle. El equipo de Anaya estaba tan preocupado por la limpieza interna que incluso un día antes de las elecciones,ante un desastre inminente, la única decisión que tomó fue expulsar a Ernesto Cordero, Jorge Luis Lavalle y EufrosinaCruz, los tres con muchas más militancia y reconocimiento que Anaya o Zepeda.
El pánico surgió porque un día antes siete gobernadores panistas le quitaron, en los hechos, su apoyo a Anaya en forma pública. De los cuatro que quedaban, uno, Miguel Ángel Yunes, perdió su elección y le entregará Veracruz aMorena. De los otros tres, dos son Miguel Márquez, de Guanajuato, que se quedó con su estado y ganó su candidato y Antonio Echevarría, de Nayarit, que no juega en el panismo (y que perdió). Finalmente quedó Javier Corral que el propio Anaya sabe que desde hace tiempo va por la presidencia partidaria, algo que si pueden impedirán los otros siete gobernadores panistas, el calderonismo y los disidentes del partido. Anaya como presidente del partido está condenado, aunque quizás se quede con un cascarón que, sin embargo, hoy vale unos 2 mil 500 millones de pesos, que es lo que recibió la dirigencia del PAN en este 2018.
La lucha por la sucesión en el PRI ya se abrió. José Antonio Meade obtuvo poco más de 16 por ciento de la votación nacional. Meade no ganó ningún estado (todos salvo Puebla los ganó López Obrador) ni tampoco ganó en alguno de los 300 distritos electorales. Donde ganaron sus diputados, ganó López Obrador.
Tendrá entre 14 y 15 senadores. En la Cámara de Diputados, serán poco más de 40, probablemente 42. El PRIserá el quinto grupo parlamentario en San Lázaro, por detrás de Morena, el PAN, el PT (que tendrá 61 diputados) y el PES (con 58). Perdió las nueve gubernaturas, algunas de forma vergonzosa, como Chiapas, y gobernará sólo 13 estados, todos ellos con un padrón relativamente pequeño. Pero incluso en esos estados también perdió la elección presidencial. El paradigma es el estado de México, donde gobernará sólo en 19 de los 125 municipios, ninguno de ellos de los más poblados, importante sólo ganó Valle de Bravo. Quedó como tercera fuerza, sin senadores y casi sin diputados. Incluso Eruviel Ávila que va en la lista plurinominal en el Senado corre el serio riesgo de quedar fuera. En el Congreso local, sólo ganó un distrito de los 45 en disputa. El gobierno estatal será casi nominal, rodeado de adversarios, la mayoría de los cuales quieren la revancha de los comicios estatales del año pasado.
El PRD está en peligro de extinción. Sólo tendrá siete senadores de los cuales y por lo menos dos no son del partido, apenas 21 diputados, también muy por debajo del PT, de MC y del PES, que a pesar de no obtener el registro (salvo que lo rescate, como Nueva Alianza, en el recuento que empezó ayer) tendrá un sólido grupo parlamentario en diputados y senadores.
Una palabra sobre Nueva Alianza, tendrá algunos diputados y quizás uno o dos senadores, pero puede perder el registro, al igual que el PES, salvo que lo rescate en el recuento de votos. Es una lástima sobre todo por una cosa: más allá de aciertos y errores es el único partido que se reconoce abiertamente como liberal. Y pocos dirigentes tan talentosos como Luis Castro.