07-01-2018 El 2018 concluyó con la misma turbulencia que tuvo el inicio del 2019. El accidente en el que murieron Marta Erika Alonso, la gobernadora de Puebla, y su esposo, el líder del PAN en el Senado, Rafael Moreno Valle, la tarde del 24 de diciembre pasado, es un hecho de profundas consecuencias políticas que, además, exhibió la peor cara de nuestra política.
La caída en pleno día y sin explicación de uno de los helicópteros más seguros y modernos del mundo debe ser investigada y aclarada, pero son tan deplorables las expresiones que inmediatamente hablaron de un atentado, como las que calificaron de neofascistas y canallas a los críticos. Las versiones en las redes sociales, lanzadas desde ámbitos cercanos a Morena, de que todo había sido fraguado para que el matrimonio se fugara a Dubai es tan infame como asegurar, sin prueba alguna, que la gobernadora y el senador fueron asesinados. Mucho se hubiera ahorrado con una actitud más madura y menos mezquina en esas horas. Ni hablemos de la actitud que tomaron personajes como Miguel Barbosa o Fernández Noroña.
Por lo pronto, la muerte de Moreno Valle es un golpe brutal para la oposición y para el panismo y abre un espacio de incertidumbre sobre el propio futuro de las fuerzas internas del blanquiazul.
Pero de la misma forma en que el 2018 terminó con esa sombra que mucho tardará en dispersarse, el 2019 comenzó con una buena noticia. La elección de Arturo Zaldívar como nuevo presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación fue celebrada casi por unanimidad. El ministro Zaldívar es un hombre con un talante liberal, abierto, que se involucrará de lleno en la recomposición de un sistema judicial que ha cometido errores pero que también ha estado bajo asedio desde el propio poder. Es quien en mejores condiciones está para asumir ese papel y sus propios compañeros así lo reconocieron en una elección que se solventó en apenas unos minutos. El ministro Zaldívar al frente de la Corte será una pieza clave en el equilibrio de poderes imprescindible para el ejercicio democrático del país.
La elección unos días antes (con una operación en el Senado muy importante, por cierto, del fallecido Moreno Valle) de Juan Luis González Alcántara, también fue una buena noticia para el fortalecimiento de la Suprema Corte.
Un día después de la elección de Zaldívar, en la Corte de Brooklyn donde es procesado, se reabrió el juicio contra Joaquín el Chapo Guzmán, con la aparición del principal, hasta ahora, testigo de la fiscalía estadounidense, Vicente Zambada, “El Vicentillo“, hijo de Ismael “El Mayo“Zambada y quien ha develado algunas de las piezas más delicadas del engranaje de funcionamiento del narcotráfico en el país. Ha realizado acusaciones contra antiguos altos mandos militares que, como otras, no han sido confrontadas con pruebas, pero también ha confirmado cómo se dio el histórico enfrentamiento entre los cárteles de Sinaloa y Juárez, y la ruptura del Chapo y el Mayo con los Beltrán Leyva.
Pero quizás la sorpresa más importante es que el Vicentillo reconoció que estuvo trabajando para la DEA desde mucho antes de que fuera detenido en la Ciudad de México e incluso de que el Chapo tuvo contactos con esa agencia buscando, dijo, retirarse del negocio. Pero de eso no se le permitió al testigo dar detalles, como tampoco de temas relacionados con el operativo rápido y furioso, por el cual agencias estadounidenses terminaron entregando miles de armas a los narcos mexicanos.
E inmediatamente después vino el gasolinazo que no es gasolinazo, “porque no suben los precios en términos reales, sólo sube el precio, pero no sube más allá de lo que sube”, según han explicado los encargados de la hacienda pública. Lo cierto es que el aumento de la gasolina fue del 5 por cierto, pero la decisión de cerrar ductos para evitar el huachicoleo y transportar la gasolina en pipas, ha provocado además, especulación y desabasto en varios estados.
Y mientras, se prepara la reunión de embajadores y cónsules que comienza esta semana, la primera que será encabezada por el canciller Marcelo Ebrard, México terminó respaldando a Nicolás Maduro y evitando el consenso en el grupo de Lima, en una decisión lamentable, aplaudida, por cierto, por la presidenta de Morena, Yeidckol Polenvsky, que calificó como una “aberración” el desconocimiento de la elección de Maduro. Una cosa es la política de no intervención (bastante alejada del mundo globalizado en el que vivimos) y otra muy diferente cerrar los ojos ante una dictadura brutal: eso no está en la tradición diplomática de México e ignorar lo que está haciendo Maduro con su pueblo es por lo menos vergonzoso.
Y es también una forma de aislarnos y no entender que esa política le dejará la influencia real en América Latina al impresentable y ultraderechista Jair Bolsonaro, el nuevo presidente de Brasil, a donde también comenzarán a fluir muchas inversiones que tratarán de aprovechar la coyuntura que les abre ese gobierno y la incertidumbre para los negocios que ha generado México con la suspensión de la construcción del nuevo aeropuerto y la indefinición en la política energética. Así comienza el 2019, con todas sus contradicciones, con sus avances y retrocesos.