17-05-2019 A la exoneración que había recibido de la PGR a fines de 2018, Ricardo Anaya ha sumado en estos días la determinación del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, que estableció que durante la pasada elección presidencial, la PGR afectó la equidad en la contienda en su perjuicio.
“Celebro la resolución, escribió Anaya en Twitter, y espero que este tipo de maniobras, tramposas y arteras, jamás se repitan en contra de ningún candidato o candidata”. Por su parte, el PAN celebró el fallo del TRIFE y sostuvo que esa resolución “confirma que las acusaciones en contra de Ricardo Anaya, hechas en pleno proceso electoral, fueron una artera y vulgar maniobra, que afectó severamente la equidad en la pasada elección presidencial”.
El ex presdiente nacional del PAN queda exonerado de unas acusaciones que empañaron su campaña electoral y afectaron su desempeño en los pasados comicios presidenciales. En todo caso, si la PGR actuó con dolo, como da a entender el Tribunal Electoral, sería aconsejable que el propio Anaya o el PAN inicien una demanda para saber realmente qué sucedió y cuál fue el proceso de toma de decisiones que llevó a hacer públicas aquellas acusaciones.
Pero más allá de las mismas, la crisis del PAN, que llevó al derrumbe de un partido que tenía hasta 2016 muy bien trazado el camino para ganar o por lo menos competir muy seriamente en 2018, hay que buscarla en la decisión de Anaya de buscar la candidatura presidencial desde la dirignencia del partido. Una decisión que detonó las contradicciones internas en el partido blanquiazul y generó descontento, desconfianza y ruptura.
Unos días después de los comicios presidenciales decíamos aquí que “el primero de julio no sólo se dio el fenómeno López Obrador. La ola electoral que permitió semejante triunfo del tabasqueño tuvo otro componente: muchos priistas y sobre todo panistas no votaron por sus candidatos. En el caso de Anaya eso fue notable: en Chiapas, el candidato local a gobernador por el Frente, Aguilar Bodegas, tuvo 30 mil votos más que Anaya (que apenas llegó al 8 por ciento). En la ciudad de México, el Frente le dio a Alejandra Barrales casi un millón 700 mil votos, pero Anaya apenas recibió un millón 300, o sea que 400 mil personas que apoyaron el Frente no apoyaron a Anaya. Incluso en Guanajuato, el candidato Sinuhé Rodríguez, que ganó la elección, tuvo más votos que el candidato presidencial: Sinuhé obtuvo casi un millón 100 mil votos, Anaya apenas superó los 800 mil, diez puntos de diferencia entre ambos. En Yucatán, donde también ganó la gubernatura el PAN, su candidato Mauricio Vila Dosal tuvo 286 mil votos, Anaya 226 mil, una diferencia de doce puntos entre ambos. En Jalisco el Frente fue dividido, pero sus partidos, sumados, sacaron un millón 400 mil votos, Anaya obtuvo 970 mil. Veracruz fue una doble debacle. Yunes Márquez consiguió un millón 285 mil votos para gobernador, pero Anaya, para presidente, apenas obtuvo 900 mil, casi 400 mil menos, que se fueron completos, a López Obrador. En Puebla, Martha Erika Alonso, que ganó la elección por el PAN, obtuvo un millón 150 mil votos, Anaya apenas 505 mil”.
Muchos anayistas dijeron que Ricardo fue traicionado, no sólo por la PGR con aquella acusación sino también por otros militantes del partido y por sus propios aliados del PRD. En realidad, lo que sucedió fue que Anaya y su grupo rompieron el partido, no lograron construir una candidatura viable y la misma terminó transformándose en una alianza sin sustento, porque el panismo estaba descontento y desplazado, mientras el perredismo nunca terminó de reconocer a Ricardo como su candidato. La derrota de Anaya fue mucho más que un tropezón provocado por una acusación que los tribunales dicen ahora que fue injusta: fue consecnuencia de una derrota política previa, derivada desde el mismo proceso de designación de candidaturas y de la conformación, sin reflejo en las bases de los partidos, del propio Frente.
El PAN necesita (como el PRI y el PRD) refundarse, regresar a sus orígenes, pero no mirando atrás sino al futuro. Conserva posiciones políticas importantes, pero ningún candidato o dirigente puede reconstruir nada enfrentado o distanciado de la mayoría de sus gobernadores, expulsando a cualquiera que disienta de la dirigencia o a través del desdibujamiento político e ideológico.
Que bien por Ricardo Anaya que haya logrado esta reivindicción judicial. Pero la derrota, recordemos, fue esencialmente política. Partiendo de ella el PAN se puede refundar para ocupar el papel que nunca debió perder.