18-11-2019 Contra todos los pronóstico de Palacio Nacional no será fácil que hoy se pueda sacar el presupuesto para el 2020 sin tocarle ni una coma, como lo exigió el presidente López Obrador a sus legisladores hace dos semanas en una caótica reunión de la que se fue visiblemente enojado. Esa tarde, el Presidente se enfrentó, por primera vez, a la reacción y oposición abierta de un importante grupo de legisladores de Morena, el PT y el PES que se sintieron insultados cuando el Presidente los acusó de corruptos porque reclamaban mantener los apoyos para el campo.
Existe confusión y desconocimiento sobre el funcionamiento del campo. Por supuesto que han existido en el pasado los llamados “moches“, recursos presupuestales que se otorgaban a organizaciones o legisladores para impulsar sus propios proyectos y que servían para proselitismo o simplemente para aumentar fortunas de líderes campesinos y legisladores: se daban para el campo y para la ciudad.
Pero en lo que el Presidente y la secretaría de Hacienda califican ahora de “moches” se incluyen una gran cantidad de programas y de apoyos de todo tipo, sobre todo para la industria agrícola, imprescindibles muchos de ellos para el enorme éxito que ha tenido ese sector. Tenemos un campo pobre, de subsistencia, pero tenemos también un campo exitoso, rico, exportador, generador de riqueza y de empleo, que en el discurso oficial parece no existir.
Cuando Hacienda dice que cortó en el presupuesto 2020 los “moches” de 91 mil a 25 mil millones de pesos, en realidad lo que dice es que cortó algunos programas clientelares, pero también que está desapareciendo muchos de esos programas de apoyo claves para el desarrollo agrario.
Cuando el Presidente sigue calificando a los líderes de las distintas organizaciones campesinas, incluyendo las de Morena, de corruptos que se rebelan porque se les acabaron los moches y porque ahora los apoyos irán en forma directa a los campesinos, está hablando de los campesinos más pobres, de los que en muchas ocasiones sí están encuadrados en organizaciones que se quedan con parte de esos recursos, pero no está hablando del verdadero campo mexicano, el que representan por ejemplo, los productores de Sinaloa y Chihuahua, de Michoacán, Jalisco y Sonora, de Guanajuato, entre otros, que son los que sostienen la producción agrícola y buena parte del comercio exterior del país. Cuando dice que el apoyo será sólo para los más pobres está sacrificando al sector productivo más exitoso de las últimas dos, tres décadas.
Por eso la confusión es tan marcada. Este fin de semana el Presidente preguntó en Jalisco, ante comunidades indígenas: “¿saben cómo aprobaban el presupuesto? Por unanimidad. ¿Qué significa esto? Que, si son 500 diputados, todos votaban a favor“. Para el Presidente eso significaba que “los maiceaban bien, pues. ¿Pero qué sucedía? Se quedaba el dinero en las organizaciones, arriba, y no le llegaba nada a la gente. Por eso ahora hay protesta, pero ya no va a ser así”.
Asombra que el Presidente de la República crea que la votación por unanimidad o por amplia mayoría de los presupuestos se da simplemente porque los diputados estaban “maiceados“, corrompidos. El presupuesto es el mayor ejercicio político que se da año con año en el congreso (en México y en cualquier democracia) y es la base de los acuerdos que se pueden lograr para la gobernabilidad y el desarrollo del país. Lograr un consenso lo mayor posible en la aprobación del presupuesto es uno de los principales objetivos de cualquier gobierno porque eso da bases comunes para avanzar hacia el futuro. No entenderlo o preferir un presupuesto impuesto por mayoría es una apuesta por la polarización y la ruptura.
La confusión se escenifica sobre todo dentro de Morena. Al mismo tiempo que en Jalisco el Presidente aseguraba que no habría cambios en el presupuesto, el presidente de la comisión de Agricultura de la cámara de diputados, Eraclio Rodríguez informaba que había obtenido 24 mil millones de pesos adicionales para agricultura por contrato y cobertura de seguros. Y que los recursos del Fonden (¿el fondo de desastres naturales?) se destinarán para la producción agropecuaria, ganadera y pesquera, y que de esa manera se podrá aprobar el presupuesto. Lo descalificaba Patricia Terrazas, presidenta de la Comisión de Hacienda, también de Morena, que decía que ese acuerdo era “incierto” y un engaño, que no habría apoyos directos.
El oficialismo y la oposición conviven dentro del gobierno, unos se convierten en otros de acuerdo a la coyuntura y son agitados unos contra otros por el propio presidente en una lógica de polarización constante. En el presupuesto y en todo. Es un camino que lleva al desastre.