22-10-2020
Para mi amigo Jorge Mendoza Garza, con un abrazo solidario por el fallecimiento de su madre
La relación en temas de seguridad entre México y Estados Unidos, y en particular con la DEA, está marcada por profundos desencuentros, ninguno más controvertido que la detención del Gral Salvador Cienfuegos, y devienen de episodios en los que la verdad, de unos u otros, suele quedar en la oscuridad.
Ayer hablamos de lo sucedido hasta el año 2000. Ese año llegó Vicente Fox al gobierno, al mismo tiempo que George W. Bush. Todo presuponía que habría una gran relación política y personal. Encuentros en sus ranchos y unos días antes de los atentados del 11-S, una visita a Washington, donde se llegó a decir que México era el principal socio estratégico de la Unión Americana y se propuso la famosa “enchilada completa” para la migración.
Todo lo cambió el 11-S. Las dudas del presidente de Fox, las diferencias internas respecto a qué tanto apoyar a Bush, enfriaron notablemente las relaciones, al tiempo que la Casa Blanca perdió interés en el tema del narcotráfico, metida de lleno en el tema antiterrorista y el gobierno mexicano perdía capacidad de interlocución.
Se da en ese contexto una decisión fundamental que no ha sido aquilatada como se debe. La administración Bush decidió no prolongar el acuerdo que había aprobado Clinton para prohibir la venta de armas de asalto y alto poder. Desde entonces, con un mercado abierto, los cárteles mexicanos, ya en guerra entre sí, se hicieron de un arsenal impensable en la década anterior.
Y nacen los Zetas: un brazo armado del cártel del Golfo, que surge de una unidad de élite militar que va a Tamaulipas precisamente a acabar con Osiel Cárdenas, y termina trabajando para él. Y cuando éste es detenido se comienzan a independizar y crear su propia organización. Además, contrataron a ex militares de élite guatemaltecos, unos y otros formados en las escuelas militares de EU. De más está decir que los Zetas son el detonante de la ola de violencia que comenzó en 2004 y aún no concluye.
Durante el gobierno de Fox, Jorge Castañeda y Adolfo Aguilar Zinser trataron de impulsar que los secretarios de Defensa y Marina fueran civiles, incluso se creó un consejo de seguridad, que encabezaba Adolfo, donde debían participar todas las fuerzas militares y civiles. Nunca funcionó, Fox terminó por rechazar la idea.
Las indecisiones internas potenciaron a dos hombres que despuntaron en aquel momento, los dos trabajaban para el procurador, otro militar, el Gral Rafael Macedo de la Concha, ambos con muy estrechas relaciones en EU: eran el jefe de la SIEDO, José Luis Vasconcelos, más cercano a los militares (muerto en el accidente de Juan Camilo Mouriño), y Genaro García Luna, entonces creador de la Agencia Federal de Investigación, con la idea de convertirla en una policía nacional que asumiera esa lucha. El tercero en discordia era el nuevo secretario de seguridad, Alejandro Gertz Manero, con fuertes diferencias con García Luna y su propia interlocución con la Unión Americana. Y además estaba el Cisen, con su propia agenda.
Desde entonces comienza un fenómeno, que se mantuvo y creció posteriormente, que fue primero útil y a la larga dañino para las relaciones bilaterales en este ámbito. Todos tenían su interlocución y contacto con las agencias de EU, a su vez enfrentadas entre sí. Y de esa manera se colaboraba, pero también se manipulaba la seguridad e incluso la política. La presidencia y la cancillería, el CISEN, la embajada, la PGR, la SIEDO, la seguridad pública y la policía federal, el ejército, la marina, las aduanas y hasta los gobernadores. Todos tenían sus propios contactos e interlocutores y las agencias estadounidenses, con sus propios conflictos internos, dosificaban a quién y cómo daban su información y con ello manipulaban.
Todo eso hizo eclosión en el gobierno de Calderón y tuvo un momento paradigmático cuando se difundieron los papeles de Wikileaks, y se supo que EU espiaba a sus socios, entre ellos México, y se divulgó un cable del embajador Carlos Pascual criticando al ejército, diciendo que tenía “hábitos de aversión al riesgo”. Calderón pidió su salida en una reunión con la entocnes secretaria de Estado, Hillary Clinton, y acusó a Pascual “empezar a llevar la información a una agencia y no a los demás para tratar de llegar a competir entre ellas”. Pascual se fue, pero el fenómeno aumentó: se multiplicaron los contactos y vías de comunicación y las agencias de allá pusieron a competir entre ellas a las de aquí.
La etapa de Peña es historia actual: a la desconfianza del gobierno Obama, se unió la decisión de centralizar los contactos con EU. Se tuvo mayor control pero menos confianza. El Gral Cienfuegos fue uno de los principales impulsores de esa centralización de contactos que se volvieron a abrir, aunque sea parcialmente con la caída, fuga y caída del Chapo. Pero en medio se dio la liberación, inexplicable, de Caro Quintero y la herida con la DEA se reabrió. Cienfuegos mantuvo hasta el último día una espléndida relación con las fuerzas armadas de EU. La DEA dice que lo investigaba (y que interceptaba sus comunicaciones) desde que era secretario de la Defensa en 2017.