11-03-2021 Hay historias circulares. El gobierno más exitoso de izquierda en América Latina fue el de Luis Inácio Lula Da Silva en Brasil. Pero cuando Lula dejó el gobierno en manos de Dilma Roussef, se descubrieron los casos de corrupción con la empresa Odebrecht y Brasil entró en lo que se llamó entonces “el gobierno de los jueces”: todos contra todos, con un número inabarcable de políticos, empresarios y funcionarios en la cárcel o procesados, entre ellos el propio Lula por, presuntamente, haber recibido un departamento en Río de Janeiro como regalo. En realidad era para impedirle participar en las elecciones y abrile el camino al ultraderechista Jair Bolsonaro.
El que ejecutó toda la operación fue un fiscal que se hizo célebre como presuntamente incorruptible, Sergio Moro, pero en cuanto ganó Bolsonaro lo hizo ministro de Justicia y terminó dejando el gabinete acusado de corrución. Ahora un tribunal ha absuelto de todos los delitos a Lula, quien se apresta a participar en las próximas elecciones en Brasil contra Bolsonaro, mientras que Moro es investigado por haber manipulado las acusaciones contra Lula.
Lo hemos dicho mil veces en este espacio, gobernar, hacer política con la juticia es un error. No hablo de dejar la vida política transitar en la impunidad pero cuando la justicia es selectiva, cuando jueces y fiscales termina siendo una extensión de las fuerzas políticas, del gobierno o de la oposición, y se usa como un instrumento más del poder, la política y la justicia se demeritan para todos.
Comentábamos aquí, hace unos meses, que cuando el ex mandatario español, Felipe González se refería a lo que ocurría en Brasil con Lula, iba mucho más allá de su caso específico, haciendo hincapié en la importancia de que los tres poderes de la democracia representativa, el Ejecutivo, el Legislativo y el Judicial, estuvieran en equilibrio. El más sensible de ellos, decía González, es el poder Judicial, porque tiene que ser independiente a la hora de aplicar la ley, pero es el que más distorsiones puede sufrir porque no es elegido por voto directo. Según el ex presidente del gobierno español, hay un “gobierno de los jueces” cuando la aplicación de la ley “busca influir en la política y sustituir al Ejecutivo o el Legislativo”.
Para Felipe González lo que está ocurriendo “es que la política, como en todas partes, se ha degradado y uno tiene incluso que presentarse como antipolítico. Entonces los jueces pueden convertirse en héroes (o fiscales) que representan la emoción y la aspiración de los ciudadanos. Y se convierten en un poder mucho más importante que el que emana de la voluntad popular…Me encantan los jueces, pero prefiero los que se dirigen a los ciudadanos mediante sentencias, providencias, o autos judiciales. Son los más serios y respetables”. González pensaba precisamente en el caso de Lula y en el papel jugado por el fiscal Moro y el grupo de jueces que lo acompañaban, con los que se comprobó por intercepciones telefónicas, que incluso acordaban previamente las sentencias en los casos políticos delicados, como ocurrió en el de Lula Da Silva.
Esa búsqueda de un “gobierno de los jueces” no es propiciada solamente por el propio judicial o por fiscales, magistrados o ministros que han encontrado un espacio de legitimación pero también de protagonismo mediático ante un vacío político. Es propiciado, por quienes quieren que los temas que son del ámbito de la política terminen en los tribunales. Es cuando la justicia se transforma simplemente en un instrumento político y mediático más.
También decía Felipe González, sobre el caso Lula, pero en una reflexión muy aplicable para nuestro país, que cuando se reclama que haya casos “ejemplares” la justicia “no tiene que mirar al justiciable, sino a la aplicación de la ley. La justicia tiene que ser justa. Y si es justa, es ejemplar para todos por igual. Pero cuando se habla de ejemplaridad, se está pensando que con unos hay que ser más ejemplares que con otros. Y esto no es la aplicación de la justicia”. Aquello de “a los amigos justicia y gracia, a los enemigos la justicia a secas”, será muy juarista pero le ha hecho un daño enorme a nuestra sociedad.
Política y acoso
Me desconciertan las declaraciones de Josefina Vázquez Mota, una mujer, una dirigente política talentosa, a la que le tenemos profundo afecto y respeto. Josefina al participar en un foro en Querétaro acusó a los expresidentes Vicente Fox y Felipe Calderón de violencia de género porque Fox no la apoyó en la campaña de 2012 cuando había dicho que lo haría, y a Calderón porque no la felicitó cuando ganó la interna del PAN para ser candidata presidencial. Según lo dicho en la conferencia, en una conversación telefónica, Josefina le dijo a Felipe que había ganado 25 estados y Calderón en lugar de felicitarla le contestó ‘déjame checar, dame unos minutos, porque yo tengo otros datos’. Son diferencias políticas donde los ex presidentes se equivocaron, pero eso no es ni remotamente violencia de género, ni Fox ni Calderón dejaron de apoyar a Josefina porque fuera mujer. Incluso Josefina fue con ambos una importante integrante del gabinete. Muy estimada Josefina, tú sabes que las palabras tienen peso y no se deben demeritar.