Porfirio y Cárdenas, más lejos que nunca
Columna JFM

Porfirio y Cárdenas, más lejos que nunca

La tormentosa relación que durante años mantuvieron en el PRD, Cuauhtémoc Cárdenas y Porfirio Muñoz Ledo terminó como era previsible: ambos, como sólo puede ocurrir cuando confluyen el amor y el odio, se excluyeron recíprocamente. Así, de un plumazo, ambos dejaron atrás más de una década de trabajo conjunto, terminaron de romper una mancuerna la que ambos ganaron mucho, que nació con una disidencia y concluyó con otra, marcadas, ambas, por diferencias políticas pero sobre todo por profundos enfrentamientos personales.

La tormentosa relación que durante años mantuvieron en el PRD, Cuauhtémoc Cárdenas y Porfirio Muñoz Ledo terminó como era previsible: ambos, como sólo puede ocurrir cuando confluyen el amor y el odio, se excluyeron recíprocamente. Así, de un plumazo, ambos dejaron atrás más de una década de trabajo conjunto, terminaron de romper una mancuerna la que ambos ganaron mucho, que nació con una disidencia y concluyó con otra, marcadas, ambas, por diferencias políticas pero sobre todo por profundos enfrentamientos personales.
Pocas historias reflejan tan bien aquella afirmación de Octavio Paz de que la política no es un ciencia sino un arte porque los especialistas “hablan normalmente de fuerzas económicas y clases sociales, pero casi nunca se refieren al interior de los hombres, que son seres mucho más complejos que las formas económicas: atesoran pasiones, sienten miedo, ocultan amor y odio”. Esas pasiones políticas, más allá de la política pura, unió los destinos de Cuauhtémoc y Porfirio, y eso mismo los llevó a esta ruptura tan absoluta.
Y éste es un juego en el que todos pierden. El PRD y Cárdenas porque es verdad que con Porfirio se van sólo un puñado de militantes (por cierto, no muchos menos que los que se fueron con ambos en 1987 del PRI para formar la corriente democrática), pero el punto no es ese: en principio, al PRD la eterna imagen de ruptura o de diferencias internas profundas no le ayudan en absoluto. Pero, fuera de ello, lo cierto es que con su personalidad controvertida, con sus luces y sombras, no cabe duda que Porfirio Muñoz Ledo fue en el terreno estrictamente político y de Estado, la principal figura del perredismo en estos años.
Es verdad. Muñoz Ledo no tuvo la imagen y el apellido ni la sana tosudez política de Cuauhtémoc Cárdenas, tampoco el afán militante combinado con la juventud de Andrés Manuel López Obrador, ni la convicciones ideológicas de muchos dirigentes perredistas provenientes de la izquierda, como Rosario Robles o Amalia García, pero ninguno de ellos tampoco tuvo la imaginación e iniciativa política -y sobre todo legislativa- que mostró Porfirio tanto en la cámara de senadores como de diputados, desde aquella interpelación a Miguel de la Madrid hasta la creación en septiembre del 97 del G-4. Como nunca, ello se puso de manifiesto en la cámara de diputados en la última negociación en torno al presupuesto para el 2000: la falta de imaginación de los grupos parlamentarios del PRD y el PAN fue notoria. Allí se demostró que el cardenismo perdió una figura que, hasta ahora, no ha podido reemplazar.
También pierde Porfirio Muñoz Ledo. Primero, porque evidentemente parte en esta nueva etapa desde una plataforma mucho más modesta y con mucho menor proyección y recursos (materiales y humanos) que el PRD: Nueva República depende, casi por completo, del propio Muñoz Ledo. Pero sobre todo pierde porque para el gran público del espectáculo político no queda nada claro cuáles fueron las causas reales de la ruptura de Porfirio y Cuauhtémoc. Para muchos ha quedado como un simple conflicto personal.
Definida la ruptura, ahora el PRD buscará minimizar al máximo a Muñoz Ledo y éste tendrá como objetivo legitimar la ruptura y su decisión de lanzarse en forma autónoma tras la presidencia de la república.
Pero, mientras tanto, Cárdenas no asciende significativamente en las encuestas y hoy debe extrañar el no haber podido construir una coalición mucho más sólida de centroizquierda que la edificada con la Alianza por México, basada, en los hechos, sólo en el acuerdo con el PT. Para una alianza de esas características, Porfirio Muñoz Ledo, Manuel Camacho o Gilberto Rincón Gallardo son, sin duda, mejores representantes de esa corriente. Paradójicamente, los tres han decidido luchar solos, con sus propias fuerzas, contra los grandes y entre sí, por una estrecha franja electoral que, al que la obtenga lo convertirá en el partido bisagra del próximo gobierno, sea cual sea el resultado del próximo 2 de julio.
Pero este no es sólo un problema de racionalidad política, al contrario. Hoy, Porfirio y Camacho parecen entenderse mucho mejor, por ejemplo, con Vicente Fox que con Cárdenas. Es más, no descarte usted que, avanzada la campaña electoral, pudiera haber algún tipo de acuerdo de alguno de ellos en torno a Fox.
Mientras tanto, Cárdenas, en lugar de buscar un lugar en el disputado espacio del centro, ha tomado una serie de decisiones contradictorias que pueden dejarlo mal con todos: al mismo tiempo que fue al ITAM y propuso una política económica que habla de privatizaciones y de inversión privada en sectores como el de la generación de energía, decide poco antes ir a Iztapalapa, a la colonia El Molino, a un acto organizado por el Frente Popular Francisco Villa para aceptar la candidatura de un grupo, uno de cuyos principales dirigentes está detenido, acusado del asesinato del magistrado Abraham Polo Uscanga, acusación que no le ha hecho el gobierno federal, sino la procuraduría del gobierno perredista de la capital.
Este grupo que acusa al PRD de estar aliado con el gobierno federal en el caso de la UNAM y en la investigación Polo Uscanga, es el mismo que lanza a Cárdenas como candidato y lo aclama en el mismo acto que abuchea a Rosario Robles. Todo sea por el poder.
¿Recuerda usted cuando Al Pacino personificando en El abogado del diablo al ángel caído, decía que de todos los pecados el que más le gustaba era la vanidad?. Pues parece que tenía razón.
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Y hablando de candidatos presidenciales: Manuel Camacho, del PCD, anda en campaña, pero en Nueva York. Tiene allí encuentros con grupos empresariales y con medios de prensa. Regresando, el domingo, sólo estará un par de días durante la próxima semana en el DF e inmediatamente después iniciará su gira proselitista. Pero antes, el lunes 17 ofrecerá una conferencia de prensa sobre el caso Salinas de Gortari en el hotel Presidente. Gilberto Rincón Gallardo, del PSD comienza en Chiapas, el domingo 23, su campaña: allí están buena parte de las principales bases de su partido, sobre todo por la alianza que estableció con organizaciones sociales como la ARIC-Unión de Uniones, en la zona de los Altos. Mientras tanto, Vicente Fox tendrá que cuidarse de que finalmente no le descuenten de las aportaciones financieras que le otorga el IFE, lo mucho que ha ganado en publicidad gratuita por el debate sobre el logotipo de la coalición PAN-PVEM. Vicente siempre ha sostenido que todo lo que sea publicidad gratis es bueno y vaya que ahora la ha tenido y aprovechado.

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