El ala dura de los paristas, apoyados en forma decisiva por sus organizaciones sociales, particularmente las agrupaciones de colonos del Frente Popular Francisco Villa, impidieron ayer la entrada del rector Juan Ramón de la Fuente a la UNAM.
El ala dura de los paristas, apoyados en forma decisiva por sus organizaciones sociales, particularmente las agrupaciones de colonos del Frente Popular Francisco Villa, impidieron ayer la entrada del rector Juan Ramón de la Fuente a la UNAM.
Allí en la explanada de la rectoría, De la Fuente, acompañado por diversos funcionarios universitarios, por investigadores, por el ombudsman capitalino, Luis de la Barreda, por representantes de la comisión que observó y avaló el desarrollo del plebiscito, fue testigo directo de cómo actúan los grupos que sustentan al ala dura del CGH: allí había tantos colonos como estudiantes; se formó una valla de falsos fotógrafos, que no pertenecían a ningún medio, pero que sirvieron como contención para impedir el avance del rector y fueron el instrumento de muchas de las provocaciones que se sufrieron. Allí se pudo observar un accidente en la cual resultó golpeado, al derribarse una “barricada” en la que estaban trepados paristas y colonos, un niño de unos diez años que evidentemente no era estudiante; allí se pudo comprobar que los paristas decidieron que los medios son sus enemigos y agredieron una y otra vez a los periodistas que cubren la información universitaria.
De la Fuente intentó entregarle los resultados del plebiscito a Mario Benítez, un profesor de economía que se ha convertido en el verdadero ideólogo del CGH. Este no aceptó el documento, argumentando que el CGH no reconoce los resultados del plebiscito como legítimos y no hubo más. Pero De la Fuente y todos pudimos observar cómo, en la universidad, no hay espacios para el diálogo con los grupos que la han tomado y que cada día que pasa tienen menos de universitarios.
No faltaron en este contexto las provocaciones y los argumentos insostenibles de los simpatizantes ultras. Pero lo cierto es que ayer la rectoría no sólo hizo una demostración de valentía al presentarse en esas condiciones en la UNAM sino que, además, le volvió a ganar una jugada estratégica a los paristas ultras, obligando una vez más a esos sectores a mostrar su verdadera cara, lo que profundiza su aislamiento político y social. El que ayer hayan sido en forma notoria los colonos del FPFV y de otras organizaciones cercanas, los principales participantes en el bloqueo (que ni siquiera así fue numeroso: no había en el campus de la UNAM más de un millar de personas) no les ayuda en nada a su causa.
La pregunta que deviene de esta situación sigue siendo una: qué viene después. La UNAM lleva nueve meses en paro, el plebiscito demostró que una abrumadora mayoría de la comunidad universitaria no apoya el paro, quiere que se reabra la universidad, quiere el congreso para impulsar la reforma universitaria. Pero, evidentemente, como decíamos la semana pasada, el sector ultra del CGH no aceptaría los resultados del plebiscito: y no los puede aceptar porque su agenda de conflicto no tiene nada que ver con la universidad y lo que ocurra en la propia comunidad, sino con la desestabilización del proceso electoral. Y si no habrá entrega de instalaciones, tendrá que haber recuperación de las mismas.
¿Qué es lo que viene?. Hoy habrá numerosas asambleas en escuelas e institutos de la UNAM, si es que los paristas no intentan bloquear las mismas o el paso de los estudiantes y académicos a las instalaciones. Se espera que en muchas de esas asambleas se decida el levantamiento del paro y que a partir de allí se puedan recuperar varias instalaciones. El punto es qué ocurrirá cuando los sectores ultras se opongan a ello, porque esos son corrientes realmente minoritarios pero, por una parte, están apoyados por grupos de colonos y de provocadores que, como demostraron ayer en avenida Insurgentes, están dispuestos a llegar a dónde sea para prolongar el enfrentamiento. Y segundo, porque las mayorías, los estudiantes y académicos, no están dispuestos, ni esa debería ser la vía idónea, a ir a un enfrentamiento físico, violento, para recuperar las instalaciones.
Para eso, de una u otra forma, más temprano que tarde, tendrá que intervenir la fuerza pública. Y ello incluye tanto a autoridades federales como del DF. Y allí se presenta un desafío para dos instancias relacionadas con el PRD. El perredismo participó en el inicio del movimiento: recordemos que el dirigente del PRD en el DF, Carlos Imaz, uno de los líderes del movimiento estudiantil del 86-87, declaró que su partido no encabezaba el paro pero que marchaba junto al movimiento. Muy rápido, comprendió el PRD que no marcha adelante pero tampoco junto: que habían sido rebasados al interior del CGH por los sectores ultras. Y desde entonces hasta ahora, ha mantenido una actitud dual que difícilmente podrá sostener en los próximos días.
Por una parte, aunque en minoría a través del ala moderada, sigue participando en el movimiento huelguístico, por la otra ha aceptado que la propuesta de los ultras poco y nada tiene que ver con la universidad y ha apoyado, como lo declaró en días pasado la jefa de gobierno del DF, Rosario Robles, el plebiscito. Pero ahora se verá dónde está el verdadero compromiso del perredismo capitalino: deberá apoyar la reapertura de la universidad o a los paristas. El papel del ala moderada del CGH (cuyas posiciones se pueden compartir o no pero que se basan en legítimos intereses universitarios) es importante, decisiva, para reabrir la universidad y para avanzar en el Congreso, pero no puede asumirse, en estos momentos, buscando compatibilizar extremos que ya son inalcanzables entre sí.
Llama la atención por ejemplo, que un hombre mesurado políticamente como el secretario general del PRD, Jesús Zambrano, haya calificado, en la noche del lunes como “insensata” la intención del rector De la Fuente de ir en la mañana de ayer al campus universitario. Evidentemente se debe buscar una salida concertada al conflicto, pero la respuesta no puede estar el alargar ad infinitum un diálogo que además no es tal. Incluso en el marco de una salida concertada, más temprano que tarde, será necesaria, en algún grado la presencia de la fuerza pública que en la capital del país depende del gobierno del DF. ¿Está dispuesto ese gobierno a asumir su responsabilidad?.
Ayer mismo en la noche, al momento de escribir estas líneas, había otro desafío para el perredismo: la posición que adoptará el STUNAM, el sindicato universitario controlado por militantes del partido del sol azteca. Anoche debían decidir si se iban o no a la huelga. Tienen un ofrecimiento de las autoridades de un incremento del 12 por ciento directo a sus salarios y debían decidir si lo aceptaban o no. Pero además deben decidir qué harán si se van a la huelga. Porque, por ley, para que la misma sea válida, son ellos mismos quienes deben tener el control de las instalaciones y para ello deberían desplazar a los paristas. Ya en noviembre decidieron posponer la medida para evitar caer en esta contradicción. Ahora, una vez más, ha llegado la hora en que deben tomar una decisión.