El PRI regresa este domingo, después de la jornada del 7 de noviembre, a la senda de las elecciones primarias: elegirá ese día por voto directo a sus candidatos a gobernador para dos estados complejos, difíciles y que, por distintas razones, tienen peso e influencia en la política del centro: Morelos y Chiapas, donde las elecciones constitucionales serán, respectivamente, el 2 de julio y el 20 de agosto.
Es paradójico, pero mientras discutimos, tomamos partido, rechazamos o aceptamos términos un poco oscuros como el de la famosa globalofobia que acuñó el presidente Zedillo en Davos, nos olvidamos o no le damos la importancia que tienen, a procesos que no sólo son parte de nuestro principal capítulo en el mundo de la globalización, sino también al que tiene mayores efectos prácticos sobre nuestra calidad de vida: la relación con Estados Unidos, con sus tres mil kilómetros de frontera, sus millones de mexicanos residiendo al otro lado de la frontera y sus 130 mil millones de dólares de intercambio comercial anual.
Pues bien, insertos como estamos en nuestra agenda interna apenas si se le ha prestado atención al inicio del proceso electoral estadunidense, con el cual se cerrará no sólo el periodo de ocho años de Bill Clinton en la Casa Blanca, también estarán en juego varios aspectos de la relación bilateral cada día más amplia y compleja entre México y Estados Unidos.
La primaria del martes en New Hampshire abrió el proceso y algunos de sus resultados deberían llamarnos al reflexión. En primer lugar, el senador por Arizona, John McCain, derrotó en forma mucho más abultada de lo que se esperaba al favorito gobernador de Texas, George Bush Jr, por 48 contra 31 por ciento de los votos. Es verdad que se trata de un resultado engañoso: Mc Cain (un ex veterano de Vietnam, aviador, que estuvo cinco años preso en Hanoi) un hombre al que en su propio partido acusan de populista y demagogo, estuvo durante tres meses haciendo campaña casa por casa en New Hamsphire buscando este resultado. Pero también es verdad que la ventaja, de casi 18 puntos, fue mayor, casi el doble, de la que esperaban los estrategas de Bush.
En el bando demócrata, no hubo sorpresas: el vicepresidente Al Gore derrotó por 54 puntos contra 46 a Bill Bradley, un ex senador que fue jugador profesional de basquetbol con los Knicks y medallista olímpico, que ha basado su discurso en los que considera "defectos de personalidad" de Gore, con posiciones colocadas más a la derecha de la tradicional postura demócrata (de la misma forma que Mc Cain se ubica más hacia el centro en algunos temas polémicos como el aborto, que el establismenth republicano).
Las primarias continuarán el 19 de febrero en las Carolinas y allí se comenzará a percibir qué tienen detrás cada uno de los candidatos. En campañas como las estadunidenses, donde el dinero define en mucho cómo quedarán las cosas, el saber cuánto ha recaudado cada candidato es clave: en una plática en Atlanta, hace unos meses, el ex presidente James Cárter decía que alguien que no tuviera, para iniciar la etapa de recaudación, por lo menos cinco millones de dólares, estaba perdido. Así es, y en ese terreno la ventaja del hijo del ex presidente George Bush es arrasadora. El actual gobernador de Texas lleva recaudados, hasta antes de New Hamsphire, nada menos que 70 millones de dólares, mientras que McCain apenas si llega a 18 millones: por esa razón Bush ya tiene oficinas muy bien organizadas en los 50 estados de la Unión, mientras que McCain apenas si tiene posiciones en una docena de ellos. La insistencia del senador por Arizona por obtener el triunfo en New Hamsphire, era para lograr que así los tradicionales contribuyentes del partido republicano lo tomaran en cuenta.
Es evidente que los republicanos son económicamente mucho más poderosos que los demócratas. En el partido de Clinton, tanto Gore como Bradley han recaudado aproximadamente lo mismo, unos 25 millones de dólares y ambos se han acusado de haber obtenido financiamiento de fuentes "dudosas".
La campaña será, sin duda muy difícil, pero son muy pocos los que tienen dudas de que al final, la alta política se impondrá sobre los outsiders, y Al Gore y George Bush serán los candidatos de sus respectivos partidos. Queda la duda de quiénes serán, finalmente, sus candidatos a la vicepresidencia, pero es una tradición en Estados Unidos el utilizar esa posición para sus versiones nativas de la operación cicatriz, ya sea para sumar votos de adversarios en las convenciones partidarias o para amarrar acuerdos a partir de los compromisos de campaña. En el campo republicano se habla de la posibilidad de que la esposa del ex candidato presidencial Bob Dole, Elizabeth Dole, pudiera ser la aspirante a la vicepresidencia, mientras que entre los demócratas no hay nada definido, incluso el propio Bradley pudiera aspirar a esa posición, aunque el grado de los enfrentamientos personales que se han registrado con Gore en las últimas semanas alejarían esa posibilidad. Pero a la hora de los votos recordemos que el pragmatismo define, mejor que nada, a la gran mayoría de los políticos estadunidenses.
La visión del sur
En la elección de noviembre (e incluso en estas primarias) el voto latino y sobre todo de los méxico-americanos, será decisivo: se trata de millones de potenciales votantes que se acercan ya en número -y supera en muchas regiones- a la comunidad afro-americana. Sumado a los fuertes intereses económicos que se han creado por la relación comercial con México, el voto latino es cada día más atractivo para los candidatos.
Para México, como país, no es indiferente quiénes sean los candidatos y quién gane las elecciones. Evidentemente, tanto McCain como Bradley, no serían lo mejor para la relación bilateral y no se trata aquí de que sean más liberales o más conservadores, el punto es que ambos vienen de fuera del sistema, entienden menos las relaciones internacionales, apelan mucho más a los sentimientos más profundos y primitivos del elector estadunidense. Y en ese campo, la relación con México siempre es un arma para las manifestaciones chauvinistas. Norman Mailer, el notable escritor estadunidense, dice en una entrevista en el último número de Letras Libres que "Estados Unidos es fuerte en muchas cosas, pero no en el examen de su propia conciencia moral…hay algo en ser el país dominante del mundo que no alienta la inspección moral de cada quien". Y esos candidatos, en el plano externo, suelen representar esa ausencia de inspección moral de los estadunidenses.
No son mucho mejores en estos aspectos personalidades como Gore o Bush, pero, sin duda, su visión de las cosas es mucho más amplia, su conocimiento de México (en los dos casos) es bastante profunda y su comprensión de la cantidad de cosas que están en juego en la relación bilateral es mucho más clara. No en vano, ambos han transitado (con más éxito Bush que Gore) en mítines entre latinos e incluso han acuñado frases en español para algunos de sus discursos y spots.
Pero cuáles serían las diferencias entre ambos. Como decíamos, en este caso no estamos hablando de personajes desinformados de la relación con México ni tampoco con prejuicios claros en contra de nuestro país. A Al Gore, un típico demócrata de élite, de raíces relativamente conservadoras, muy comprometido con proyectos de nuevas tecnologías y ecológicos, México le es un poco más lejano que a Bush. El texano no sólo tiene una cuñada, la esposa de su hermano Jeb, que es gobernador de Florida, de origen mexicano (es nacida en Guanajuato), sino que siguió de cerca la relación que mantuvo su padre, desde la presidencia, con México y los mexicanos. Pero de la misma forma que muchos políticos mexicanos han utilizado la interlocución de Clinton para acercarse y sensibilizar con los temas bilaterales a Gore, también es verdad que Bush Jr. ha recibido prácticamente a todos los políticos de peso, incluyendo a todos los que aspiraban a ser candidatos o incluso precandidatos en los estados fronterizos. Además, Bush sabe que el problema de los ilegales no es fuerte en Texas (por lo menos no tiene la misma dimensión que en California) y comprende perfectamente los beneficios que ha traído para el estado de Texas y para toda esa zona fronteriza el TLC. Y lo está explotando.
En este sentido, Bush Jr. trataría de profundizar la integración con México, con lo bueno y malo que ello conlleva: buscaría probablemente una apertura más rápida y una intervención más directa. Hay aspectos como el petróleo, donde probablemente buscaría una mayor integración, y la agricultura donde exigiría una mayor apertura de México. En otras palabras, Bush Jr., un convencido de la globalización como su padre y un político declaradamente pragmático, buscaría profundizar y acelerar la integración.
Gore no retrocedería en ese sentido, mantendría un ritmo similar al actual, aunque sin duda, por formación, Gore es menos pragmático que Clinton, y podría ser más sensible a la relación diplomática con México, pero también lo sería a las presiones de grupos ecologistas o laboristas. Habría con Gore un avance, sin duda, en comunicaciones y nuevas tecnologías (recordemos que Gore, aunque no sea estrictamente así, es presentado casi como el fundador del Internet, el hombre que desde el poder le dio el impulso y el apoyo a la red, con un impresionante programa de instalación de computadoras en red en todas las escuelas) pero también habría que buscar un lenguaje nuevo con él, que sería diferente, insistimos, al profundamente pragmático que marcó la relación con Clinton o que marcaría a Bush.