Desde el domingo en la mañana, la UNAM y todas sus instalaciones están desocupadas de paristas. Unos setecientos de éstos están detenidos y tres de los principales dirigentes del ala dura del CGH fueron presentados ayer ante el MP en el reclusorio norte. Según la PGR, de esos 700 detenidos del domingo unos 35 tenían en su contra órdenes de aprehensión vigentes.
Desde el domingo en la mañana, la UNAM y todas sus instalaciones están desocupadas de paristas. Unos setecientos de éstos están detenidos y tres de los principales dirigentes del ala dura del CGH fueron presentados ayer ante el MP en el reclusorio norte. Según la PGR, de esos 700 detenidos del domingo unos 35 tenían en su contra órdenes de aprehensión vigentes.
La pregunta inevitable es ¿y ahora qué?. Porque viene la etapa más difícil: sin duda, la gran mayoría de la opinión pública apoyó la recuperación de las instalaciones y apoya el que se reanuden rápidamente las clases en la universidad, pero antes hay varios problemas que deberán ser resueltos.
El primero de ellos, la otra "recuperación" de las instalaciones: el retiro de las fuerzas policiales que desde la madrugada del domingo ocupan la Ciudad Universitaria. Evidentemente, a la UNAM le urge regresar a sus labores cotidianas, tratar de reconstituir lo más posible un tejido social que ha resultado tan lastimado. Hoy, paradójicamente, los investigadores y trabajadores que pudieron entrar a la Universidad durante los casi diez meses de paro, no lo pudieron hacer. Para la gran mayoría, la medida es comprensible, pero sólo si está perfectamente acotada en sus tiempos. Por ejemplo, el STUNAM ha decidido (con cierta lógica) que no participará en las labores de reconstrucción de la Universidad mientras las instalaciones estén ocupadas por los efectivos de la Policía Federal Preventiva. Esta no puede retirarse inmediatamente, pero existe conciencia en sus mandos de que tampoco pueden prolongar demasiado su estancia en CU.
El tiempo, como lo fue a lo largo de todo este conflicto, constituye un factor a tomar demasiado en cuenta. Por lo pronto, es probable que a partir de mañana miércoles se puedan comenzar a abrir algunos "tramos" del campus universitario: sobre todo los institutos de investigaciones (donde muchos experimentos no pueden abandonarse) que estuvieron abiertos, o parcialmente, durante el paro y hoy están cerrados. Pero incluso así, hay dudas en las autoridades al respecto, porque hay varios pasos que se deben dar previos a la apertura del campus: primero, las autoridades quieren que haya fe notarial y del MP del estado en que se encontraron todas las instalaciones. Y evidentemente, en el caso de la UNAM, un recorrido de esas características no se podrá realizar en unas pocas horas, e incluso días.
Un segundo punto que interesa a las autoridades es que si se abren las instalaciones demasiado rápido no ocurran intentos de recuperación de parte de los paristas, porque entonces sí, los enfrentamientos podrían ser serios. Sería una suerte de vuelta de tuerca con un destino incierto.
Un tercer punto es también importante: la verdad es que después de diez meses de paro y del cambio del rector y de su equipo, las autoridades universitarias no están plenamente preparadas para recibir de una vez las instalaciones. Tienen que reorganizarse por plantel, por facultad, por instituto, y deben hacerlo contra reloj: no hay tiempo y la demanda de la comunidad estudiantil no parista será, sin duda, muy intensa para recuperar el tiempo que ellos mismos han perdido. Deben estar preparados para afrontar esa demanda.
Quedan otros aspectos importantes por ver antes de reabrir las instalaciones. Una de ellas es acelerar la operación cicatriz: no se pueden reiniciar las clases sin algunas medidas que eviten el grado de polarización que se percibió en los últimos meses entre los grupos enfrentados de la comunidad. En este sentido, hay que realizar con mucha rapidez un deslinde de responsabilidades: quiénes tienen orden de aprehensión y quiénes no, quiénes han cometido un delito y quiénes no, quiénes tienen algo que ver con la universidad y quiénes no. Por lo pronto, la información de que disponemos indica que aquellos que no tengan órdenes de aprehensión serán liberados en las próximas horas y días, particularmente los menores serán liberados en las próximas horas. De la mano con ello, se deben especificar cuáles son los delitos de los que son acusados aquellos que tienen órdenes en su contra: algunas acusaciones habrán servido para ejecutar las detenciones, pero simplemente no son lógicas: demandas como las de motín o sedición, no tienen espacio. Sí hay algunos detenidos que tendrán una situación más difícil: los dirigentes más notables del movimiento, o aquellos de los que existen pruebas documentales de distintos delitos que se persiguen de oficio, como fueron las agresiones que sufrieron los hombres de resguardo UNAM que fueron salvajemente golpeados en la preparatoria 3.
Finalmente, el mayor desafío para las autoridades universitarias es tender los puentes para superar este capítulo. Y para ello, lo único viable es que la convocatoria para el Congreso salga lo más rápido posible. En 1987 se acordó un Congreso que llevó más de dos años organizar y cuyos resultados sirvieron políticamente para desactivar muchos conflictos políticos internos, pero que no significó demasiado en términos de reforma universitaria. Ahora tiene que ser al contrario: se debe meter, literalmente, a la comunidad en la discusión de su futuro.
Y para eso tampoco sobra el tiempo: las elecciones están allí, en la primera semana de julio, ello implica que quedan escasos cinco meses. ¿Puede organizarse un congreso en unas pocas semanas, de forma tal de realizarlo antes de las elecciones como es la intención de la rectoría?. ¿Se puede, además, alejarlo lo suficiente del tramo final del proceso electoral como para que no se contamine con éste?. Será difícil, el tiempo es demasiado estrecho y las circunstancias no son las mejores, pero por lo menos se debe lanzar la convocatoria porque si no es así, si se decide darle más tiempo, la propuesta del Congreso se pervertirá. Porque si no es antes de las elecciones, el Congreso tendrá que esperar hasta el año 2001. Y quién puede saber hoy, cuál será la realidad política del país para esas fechas.
Archivos recuperados
La recuperación de las instalaciones universitarias, hizo perder de vista un par de acontecimientos que merecerían mayor atención. Por una parte, las elecciones internas del PRI en Chiapas y Morelos. En el primer estado ocurrió lo previsible: Sami David arrolló a Homero Díaz Córdoba con más del 82 por ciento de los votos. Sin embargo, se estuvo lejos de alcanzar los 400 mil votos que hubo en la elección del 7 de noviembre. Esta vez fueron poco más de la mitad. En Morelos, Juan Salgado Brito, impuso una candidatura local, con fuerte presencia en sectores populares del estado, por encima de la opción que representaba Rodolfo Becerril, de estrecha relación con el centro y el poder. Salgado superó holgadamente el 50 por ciento de los votos. En Querétaro, la reunión de los panistas tuvo más mensajes implícitos que públicos: es el primer intento serio de fortalecer la unidad interna del partido en torno a Vicente Fox. Por cierto ¿comprenderá el PAN que puede ser, en términos partidarios, el gran ganador de lo sucedido en la UNAM?.