El PRD decidió jugar su papel y al ratificarse como una fuerza netamente de izquierda y radical, abandonó las posiciones del centro, se cobijó con sus aliados naturales y con todo ello, muy probablemente, acaba de echar por la borda sus aspiraciones de gobierno en el ámbito federal e incluso en la capital de la república. Todo, porque en lugar de decidir poner distancia con los grupos ultras de la UNAM, decidió hacer suyas sus banderas (y por ende sus compromisos y sus discursos) a cambio de diluir algunas de sus presiones internas y tratar de reposicionarse en un conflicto en el que, desde el principio, las cosas no le salieron bien.
El PRD decidió jugar su papel y al ratificarse como una fuerza netamente de izquierda y radical, abandonó las posiciones del centro, se cobijó con sus aliados naturales y con todo ello, muy probablemente, acaba de echar por la borda sus aspiraciones de gobierno en el ámbito federal e incluso en la capital de la república. Todo, porque en lugar de decidir poner distancia con los grupos ultras de la UNAM, decidió hacer suyas sus banderas (y por ende sus compromisos y sus discursos) a cambio de diluir algunas de sus presiones internas y tratar de reposicionarse en un conflicto en el que, desde el principio, las cosas no le salieron bien.
Se podrá argumentar que no es verdad, que la marcha del miércoles fue multitudinaria, hayan sido los 15 mil manifestantes que reportó la secretaría de seguridad pública del gobierno capitalino, o los 200 mil de los que habló el Frente Zapatista o los 300 mil que, siempre cuidadosos de la objetividad, reportaron los miembros del Consejo General de Huelga. Evidentemente, la cifra se acercaba mucho más a la primera que a las últimas, pero el problema es otro: el PRD y el gobierno capitalino pusieron en movimiento, para esta manifestación, todo su aparato, todos sus apoyos, desde los movimientos sindicales hasta los de colonos, participaron desde la jefa de gobierno Rosario Robles hasta el candidato al DF, Andrés Manuel López Obrador. No fue Cuauhtémoc Cárdenas porque temía, dijo, agresiones políticas, pero la verdad es que no hacía falta ese deslinde, toda la plana mayor del perredismo estaba allí.
El problema adicional es que iban de la mano con todas las organizaciones ultras que conviven en la capital, desde los zapatistas, y el movimiento de lucha Triqui, hasta los Francisco Villa y los del MPI. Allí estaba, en esencia la verdadera alianza por México que postula a Cárdenas.
El problema es que esta izquierda nuestra que insiste en permanecer en un estilo de hacer y pensar la política crudamente arcaica, no termina de comprender que una cosa es la dinámica de las movilizaciones y otra completamente distinta la de convencer y generar consensos electorales. Muchos de los sectores de nuestra izquierda no comprenden aún, por ejemplo, porqué ganaron el 97 en el DF y porqué hay tantos sectores desilusionados ahora: la razón es sencilla, ganaron porque Cárdenas ofreció e hizo una campaña en ese sentido, una ciudad para todos, con un discurso progresista pero moderado, liberal (en el mejor sentido de la palabra) y tolerante. Las cosas no se han dado así y la imagen que presenta una marcha que interrumpe durante horas el tráfico de la ciudad encabezada nada menos que por la jefa de gobierno que tendría que encargarse de garantizarlo, acompañada por el candidato de su mismo partido, reivindicando a las huestes del CGH, del brazo y por la calle con los sectores más radicales del movimiento social en la capital, es, en términos electorales devastadora.
Y es que la ciudadanía del DF tiene una imagen completamente diferente de lo sucedido en la UNAM de la que tienen el PRD y un gobierno capitalino que, insistimos, se supone que tendría que gobernar para todos. No se trata de percepciones subjetivas: lo confirman todas las encuestas, las públicas y las privadas. Tenemos los resultados de tres encuestas realizadas durante la última semana sobre el tema de la UNAM: dos, son de empresas privadas, una fue publicada por el periódico Reforma y la otra realizada por la empresa BIMSA. La tercera, es una encuesta ordenada por el gobierno federal. Y los datos de las tres coinciden.
Cuando se le pregunta a la gente si está o no de acuerdo con la recuperación de las instalaciones de la UNAM, las opiniones favorables van desde un 61 por ciento hasta un 78 por ciento. En todos los casos más del 50 por ciento de los encuestados opinaron que no se violó con la participación de la PFP la autonomía universitaria. Más importante aún, cuando se pregunta si las autoridades federales esperaron un tiempo prudente para actuar o si deberían haber actuado antes, el 78 por ciento de los encuestados opinó que las autoridades tendrían que haber intervenido antes en el campus universitario.
Las tres encuestas coinciden en que, por ello, un 46 por ciento sostiene que la actuación del presidente Zedillo no fue la adecuada en el conflicto, pero entre el 56 y el 62 por ciento aprueban la actuación del rector Juan Ramón de la Fuente, mientras que entre el 46 y el 51 por ciento de los encuestados desaprueba la actuación del gobierno del DF. Pero le va peor a los miembros del CGH: entre el 73 y el 76 por ciento rechazan la forma en que éstos actuaron. Es más, entre el 60 y el 61 por ciento de los encuestados en estos estudios de opinión piden que los paristas sean sometidos a juicio por los cargos de despojo de los bienes de la UNAM.
También coinciden los datos sobre la participación de la PFP en la UNAM: el 71 por ciento considera que fue correcta. Y cuando se preguntó si esa recuperación había sido un acto de represión, sólo lo consideraron así entre un 28 y un 35 por ciento de los encuestados.
En otras palabras: la enorme mayoría de los encuestados, en estudios de distinto origen, públicos y privados, coinciden -con tasas muy altas- en apoyar la recuperación de la universidad, condenan al CGH, aceptan la participación de la PFP y no considera, que hubo represión, violación a la autonomía o que los detenidos, son presos políticos.
Es más, si analizamos los porcentajes de quienes consideran que sí hubo represión, que los detenidos son presos políticos, que los miembros del CGH actuaron correctamente, comprobaremos sin mayor esfuerzo, que se trata de los porcentajes históricos de la izquierda, índices que, en la ciudad de México, se superaron sólo en dos ocasiones: en 1988 y en 1997, cuando estas fuerzas se presentaron como una alternativa política progresista pero moderada. La operación realizada en los últimos días por el gobierno del DF y el PRD es, en este sentido, un salto al vacío que tendrá costos muy altos, para ellos, en el plano electoral.
Estas decisiones son equivalentes a las que adoptó el perredismo en 1994 cuando se reunieron con Marcos y el alto mando zapatista en La Realidad. Las fotos de los abrazos de Cárdenas con Marcos y de los dirigentes perredistas bailando con señoras zapatistas en Chiapas provocaron entusiasmo en sus simpatizantes, pero alejaron a las grandes mayorías del cardenismo y su candidato. Desgraciadamente, ahora ocurrirá, tiempo al tiempo, algo similar. Y hacerlo desde el poder redobla esos costos.
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Son casualidades pero, por lo pronto, usted regístrelas en la bitácora. Y es que los candidatos, aparentemente, tienen extraños problemas, con sus carros. El miércoles a Gilberto Rincón Gallardo le robaron a punta de pistola su camioneta. El mismo día, sin razón aparente, estalló la luneta trasera del carro de custodia de Vicente Fox. Antes, en una gira por Sinaloa, le estallaron tres llantas a la camioneta de Labastida. Por supuesto, sólo son casualidades.