Las guerras del agua
Columna JFM

Las guerras del agua

El agua nunca ha sido un recurso natural al que se le presté, en términos de opinión pública, demasiada atención, por lo menos cuando se cuenta con ella o cuando no inunda campos y ciudades. Pero las luchas, de todo tipo, que se han dado por el agua en México, son proporcionalmente directas a su recurrente escasez, a lo disparejo de su distribución, a lo difícil y complejo que es llevarla a la mayoría de los centros urbanos y rurales. Como todo recurso que en algunas temporadas es escaso (y en otras, por sus excesos, provoca continuos desastres naturales), el agua es objeto de innumerables disputas políticas: su control es un objetivo del poder y es utilizada, en uno u otro sentido, para intentar favorecer carreras, proyectos, modelos.

El agua nunca ha sido un recurso natural al que se le presté, en términos de opinión pública, demasiada atención, por lo menos cuando se cuenta con ella o cuando no inunda campos y ciudades. Pero las luchas, de todo tipo, que se han dado por el agua en México, son proporcionalmente directas a su recurrente escasez, a lo disparejo de su distribución, a lo difícil y complejo que es llevarla a la mayoría de los centros urbanos y rurales. Como todo recurso que en algunas temporadas es escaso (y en otras, por sus excesos, provoca continuos desastres naturales), el agua es objeto de innumerables disputas políticas: su control es un objetivo del poder y es utilizada, en uno u otro sentido, para intentar favorecer carreras, proyectos, modelos.
Hace unos meses, en septiembre, octubre y noviembre, cuando las inundaciones asolaron buena parte del país, sobre todo el sureste, hombres de primer nivel en Tabasco, como el ex gobernador Manuel Gurría y lis dirigentes de la Fundación Carlos A. Madrazo, llegaron a denunciar que las inundaciones en Villahermosa y otras zonas de Tabasco habían sido "provocadas" por el gobierno federal para afectar la candidatura de Roberto Madrazo en la primaria priísta. De poco sirvió que se demostrara cómo funciona todo el sistema hidráulico de la región y explicar que, en buena medida, los desastres en la capital tabasqueña devenían de permisos de construcción y obras realizadas en la zona que rompieron todos los equilibrios hidráulicos en la capital. Se utilizó, simplemente, una tragedia para tratar de sacar partido político.
Poco antes, durante la fuerte sequía que azotó a varios estados de la república, entre ellos a Guanajuato, el entonces gobernador Vicente Fox, acusó a las autoridades federales de no haber otorgado los recursos federales suficientes para hacerle frente a ese desastre natural, y por supuesto, detrás de ello se ocultarían intenciones políticas.
Pues bien, se aproximan otras guerras del agua con fuerte contenido político, batallas que se escenificarán en las próximas semanas. En primer término está la sequía. Esta que ya se ha iniciado en algunos puntos del país en estos días será, por lo menos, tan intensa como la del año pasado. La lista de los estados que serán azotados por la sequía ya se conoce: serán Sonora, Chihuahua, Coahuila, Nuevo León, todo el norte de Tamaulipas, Durango y Zacatecas. También tendrán afectaciones graves los estados de Guanajuato, Querétaro y Aguascalientes. No hay que ser un genio de la política para comprender cómo podría ser utilizado el tema de la sequía, en plena recta final del proceso electoral (está ha comenzado en estas semanas y continuará, por lo menos, hasta junio o julio en estos estados), cuando estamos hablando de entidades con fuerte presencia del PAN y el PRD.
Por lo pronto, esta misma semana hubo una reunión del gabinete social en la presidencia de la república donde se analizó, para evitar conflictos, que se adelantarán a los estados los recursos destinados a este tipo de desastres, desde ahora. Primero, por razones absolutamente lógicas: si existen recursos como para tomar medidas preventivas para qué utilizarlas después de los daños para rescates. Segundo, para tratar de disminuir, en todo lo posible, esas presiones políticas.
Pero mientras ello sucede en los estados, la que posiblemente será la mayor de las disputas por el agua se dará en la capital de la república, en el Distrito Federal. La historia es la siguiente: durante todo 1998 y 1999, la Comisión Nacional del Agua, que encabeza el ingeniero Guillermo Guerrero Villalobos, y el gobierno del DF presidido entonces por el ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas, intercambiaron numerosos comunicados en torno al plan hidraúlico para la ciudad. En los hechos, en el plan de desarrollo metropolitano se contemplan obras de generación de agua potable como el proyecto Temascaltepec, las del drenaje pluvial y las de las plantas de tratamiento de aguas residuales. Esas obras se financiarían con recursos federales de la CNA, con recursos fiscales del gobierno capitalino aprobados por el congreso de la unión y con endeudamiento público del propio DF.
El 8 de marzo de 1999, Cárdenas notificó a la CNA que las licitaciones para las obras de drenaje habían quedado suspendidas, con el argumento de que no se habían otorgado los recursos fiscales suficientes como para iniciarlas. Hubo reuniones de los técnicos de la CNA con el secretario de Obras Públicas del DF, el ingeniero César Buenrostro (quizás el político más cercano al propio Cárdenas) y se iniciaron negociaciones con el gobierno federal, con la idea de que éste prestara recursos federales para esas obras, mismos que posteriormente, cuando el DF obtuviera recursos presupuestales suficientes, el gobierno capitalino regresaría los mismos a la federación. La secretaría de Hacienda contestó que ello no era posible, por las limitaciones presupuestales que le habían impuesto a la propia Federación.
Entonces, mediante una comunicación de julio del 99, la CNA expresó su preocupación, ante el gobierno capitalino, por la posibilidad de que se produjeran fuertes inundaciones en la capital. ¿Qué es lo que sucede? Que, por la sobrexplotación de los mantos acuíferos, siguen los hundimientos en buena parte de la ciudad y ello lleva a que el Gran Canal de Desagüe de la capital pierda pendiente (y con ello eficacia), lo que obliga a que el llamado Emisor Central, trabaje en forma ininterrumpida, evitando así su inspección y mantenimiento. Traducido al español: como se está extrayendo demasiada agua del subsuelo, la ciudad continúa hundiéndose y ello provoca que sólo tenga un canal de expulsión de aguas negras eficiente, lo que impide su mantenimiento. Si por alguna causa, el emisor central dejara de funcionar o fuera rebasado, las inundaciones en buena parte de la capital serán inevitables. El problema adicional es que las obras de drenaje que se requieren para la ciudad demorarán, por lo menos, tres años en realizarse y, mientras tanto, la situación será tan precaria como ahora.
Ante ello, se le propuso al gobierno del DF varias obras emergentes, como la construcción de nuevas plantas de bombeo en el Canal de Desagüe, de ello se encargaría el gobierno federal, además de varias obras menores. Para ello, previamente, se requerían diversas tareas que debería realizar el gobierno del DF. Simultáneamente, la CNA le propuso al gobierno capitalino que se lanzaran de una vez las licitaciones de los proyectos de drenaje y de las plantas de tratamiento de aguas.
Pero el gobierno del DF no contestó hasta el 13 de septiembre del 99, unas horas antes de que Cárdenas renunciara al gobierno capitalino para buscar la candidatura presidencial. En esa comunicación, Cárdenas dice que su gobierno está interesado en la realización de las obras del plan hidráulico para el DF, pero de entrada establece que esas obras se podrían realizar sólo a partir del año 2000 y solamente si el gobierno federal y el Congreso de la Unión autorizaban un mayor techo de endeudamiento para la capital. Atribuyó el que se hubieran cancelado los trabajos durante 1998 y 99, a la reducción de ese techo de endeudamiento para el DF (sin embargo, en esos años el gobierno del DF no utilizó, plenamente los recursos que sí se le habían autorizado). Finalmente, el ingeniero Cárdenas enlistó las obras que había realizado para evitar problemas derivados del azolvamiento de la red de drenaje.
El punto es que como parte de los acuerdos que llevaron a la aprobación del presupuesto en diciembre pasado, ya se autorizó el aumento del techo de endeudamiento del gobierno capitalino y también los recursos fiscales para esas obras que, insistimos, de iniciarse hoy tomarán, por lo menos tres años de labores, antes de concluirse.
El 31 de enero pasado, la jefa de gobierno del DF, Rosario Robles recibió una nueva petición de la CNA para que se lanzaran, aprobados ya los recursos, las licitaciones para esas obras y le recordaban el anterior comunicado de Cárdenas y su compromiso de iniciar las obras una vez aprobado el presupuesto y el endeudamiento, lo que ya se cumplió. Pero el gobierno capitalino no ha decidido licitar esas obras y emisarios de Robles ya han puesto dudas respecto a la realización de las mismas, argumentado que el techo de endeudamiento se aumentó pero no lo suficiente. El gobierno federal, por su parte, si finalmente se cancelan esas obras, argumenta que entonces se tendrán que regresar los recursos fiscales ya autorizados al gobierno capitalino para ellas, porque sospecha que al no utilizarlos en el plan hidráulico, se les podría dar un destino clientelar de cara a las elecciones.
Lo cierto es que oficialmente, el gobierno del DF no ha contestado, que las obras del plan hidráulico, sea por responsabilidad de unos u otros, están congeladas desde 1997 y que si este año las lluvias son más intensas que lo normal, tendremos en la capital graves problemas. De algo no cabe duda: pase lo que pase, la ciudadanía pagará, más temprano que tarde, las consecuencias de estas luchas por el poder.

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