Carrillo y Villanueva: negligencia y corrupción
Columna JFM

Carrillo y Villanueva: negligencia y corrupción

Sus carreras y sus perfiles políticos son diferentes, lo son también sus historias personales y políticas, las formas en las que llegaron a importantes espacios de poder, pero ambos se encuentran marcados por un estigma del que difícilmente podrán desprenderse: en las entidades que gobernaron se asentaron los principales hombres del cártel de Juárez, gozando de una inaudita tolerancia y protección de las autoridades locales. No se trató de gobernadores débiles: todo lo contrario, eran hombres fuertes, de poder, que tenían un control férreo sobre sus estados.

Sus carreras y sus perfiles políticos son diferentes, lo son también sus historias personales y políticas, las formas en las que llegaron a importantes espacios de poder, pero ambos se encuentran marcados por un estigma del que difícilmente podrán desprenderse: en las entidades que gobernaron se asentaron los principales hombres del cártel de Juárez, gozando de una inaudita tolerancia y protección de las autoridades locales. No se trató de gobernadores débiles: todo lo contrario, eran hombres fuertes, de poder, que tenían un control férreo sobre sus estados.
Ahora están nuevamente en el debate público. Uno, Jorge Carrillo Olea, el ex gobernador de Morelos, porque se ha iniciado el juicio político en su contra y tuvo la falta de sensibilidad (o el desplante), de ir la semana pasada a Gobernación y 24 horas más tarde abandonar el país cuando sabía que horas después podría comenzar el juicio político en la legislatura estatal en su contra. El otro, Mario Villanueva Madrid, porque decidió romper su silencio y un año después de haberse dado a la fuga, comienza a buscar un acuerdo extrajudicial con amenazas que no sustenta y que, menos aún, limpian su nombre.
Hay que reconstruir sus historias. Carrillo Olea, el ex gobernador de Morelos, es un ex militar que se hizo célebre cuando rescató a Luis Echeverría de Ciudad Universitaria en aquella ocasión en que el entonces presidente recibió una pedrada de un grupo de estudiantes. Desde entonces, la carrera del capitán, ya retirado, despegó en forma notable, convirtiéndose con los años en uno de los principales operadores de la seguridad nacional del país, particularmente durante la gestión de Miguel de la Madrid y de Manuel Bartlett en Gobernación. En buena medida, desde entonces, la mayoría de los hombres que han manejado los sistemas de inteligencia del Estado son discípulos suyos.
Pues bien, en ese contexto, resulta incomprensible, si no se recurre a la negligencia o la corrupción, comprender cómo durante la administración de Carrillo Olea se pudieron asentar en Morelos dos de los principales narcotraficantes del país: el ya fallecido Amado Carrillo Fuentes y Juan José El Azul Esparragosa, su principal sucesor al frente del cártel de Juárez. Las casas de ambos estaban a sólo un centenar de metros de la casa de gobierno. Según las investigaciones oficiales, participaban en la protección de los dos narcotraficantes unas 400 personas, entre policías judiciales, estatales y federales y custodias privados.
Existe una filmación de organismos de inteligencia gubernamental que muestran cómo el 28 de diciembre de 1996, Armando Martínez Salgado, el jefe de la unidad antisecuestros de Morelos, un ex comandante de la PJF, muy cercano al gobernador, llegó en la patrulla 009 de la policía judicial local a un hotel, propiedad de Amado Carrillo, donde Esparragoza, que había trabado amistad con Martínez Salgado desde 12 años atrás, estaba celebrando sus 25 años de casado. No fue un encuentro circunstancial: Martínez Salgado llegó a la fiesta a las 17 horas y se retiró, en la misma patrulla 009, a las 5 de la mañana del día siguiente.
La relación de esa protección a estos narcotraficantes con el auge de la industria del secuestro en Morelos tampoco fue casual: se estableció a través de los hombres empleados en la protección de los jefes del narcotráfico. Como decíamos se calcula que unas 400 personas participaban en el esquema de protección, de ellos unos 300 eran "personal operativo", custodias, que "completaban" sus ingresos con secuestros. Ello explica lo elevado del número de secuestros en el estado por esas fechas, pero también la modalidad: eran en su mayoría secuestros express: la idea era realizar trabajos cortos y rápidos, que les permitieran estar libres para su ocupación principal.
Lo cierto es que el 27 de enero de 1998, Martínez Salgado fue detenido con dos de sus hombres en la frontera de Morelos y Guerrero, cuando intentaban deshacerse del cadáver de Jorge Nava Avilés, alias El Moles, quien había sido detenido la noche anterior por pertenecer a una banda de secuestradores "independientes" y torturado hasta la muerte. Según versiones de participantes en los hechos, brindadas originalmente ante el MP, esa noche se reunió Martínez Salgado con sus jefes, el procurador Carlos Peredo Merlo y el jefe de la policía local, Jesús Miyazawa, y decidieron deshacerse del cuerpo de El Moles. No contaban con que a Martínez Salgado lo detendrían dos agentes de la policía federal de caminos en esa labor.
Lo cierto es que caído Carrillo Olea, detenidos Miyazawa, Peredo Merlo y Martínez Salgado, fuera ya del estado Amado Carrillo y Esparragoza, los índices de secuestros cayeron en forma vertical y rápida. No hay constancia de que Carrillo Olea haya tenido, él mismo, trato directo con esos narcotraficantes o con la industria del secuestro, aunque en más de una oportunidad declaró públicamente que ponía las manos en el fuego por sus hombres en el aparato policial y de justicia. Pues bien, por lo menos se quemó. Podría ser comprensible que otro gobernador no estuviera enterado de lo que sucedía, pero en el caso de Carrillo Olea, con su historia y sus relaciones no. Quizás, Carrillo no se corrompió con estos hechos, pero esos niveles de negligencia en el servicio público en el área donde el propio gobernador era un especialista, son inconcebibles y tienen que generar costos reales.
El caso de Mario Villanueva es más conocido y, también más patético. El fugado ex gobernador de Quintana Roo, nunca fue famoso por su talento político, sino por su bravuconería, sus desplantes y abusos. Ahora se quiere presentar como una víctima de conjuras políticas que no son tales. Las investigaciones sobre Villanueva comenzaron desde 1997, aunque ya había denuncias anteriores. Dieron inicio formal en 1997 cuando un hombre de origen beliceño, que transportaba cocaína fue detenido en Escárcega en Campeche, cerca de la frontera con Quintana Roo. Al tomarle declaración dijo que estaba protegido por Villanueva, que se comunicaran con él. Ese fue el puntapié inicial de una investigación que se agudizó dramáticamente cuando comenzaron a ser hostigados y agredidos los miembros de la unidad especializada de lucha contra el crimen organizado y cuando, semanas después, ya en 1998, tres oficiales de inteligencia militar que estaban investigando la situación en el estado, fueron secuestrados por el cuerpo de seguridad personal del gobernador. Allí comenzó la verdadera investigación sobre Villanueva. La historia posterior de su derrumbe ya se conoce.
En todo caso, sí se debe aceptar un punto: ¿porqué haber demorado tanto? ¿porqué pretender que Villanueva concluyera su mandato antes de abrirle oficialmente un proceso si ya se sabía sus niveles de corrupción y relación con el narcotráfico y otros, innumerables, negocios turbios?.
Archivos recuperados
Desmintieron, como era previsible, encuentros y acuerdos, Fox (que aceptó que hay contactos) y Cárdenas. Demos tiempo al tiempo, esperemos que pasen las semanas y que hablen las encuestas allá por mayo. Entonces sabremos qué tanto de verdad hay en ello. De todas formas no es la primera vez que Cárdenas desmiente encuentros privados: allí está el que mantuvo con Carlos Salinas o, más recientemente con Roberto Madrazo. Tiempo al tiempo.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *