La marca de la violencia
Columna JFM

La marca de la violencia

La guerra que están librando los cárteles del narcotráfico entre sí tiene desconcertados a muchos. ¿Qué sucede, se preguntan? ¿por qué si las operaciones de sellamiento en las fronteras han tenido un éxito relativo, si han aumentado las detenciones y los decomisos, la violencia no disminuye, por el contrario, crece día con día?.

La guerra que están librando los cárteles del narcotráfico entre sí tiene desconcertados a muchos. ¿Qué sucede, se preguntan? ¿por qué si las operaciones de sellamiento en las fronteras han tenido un éxito relativo, si han aumentado las detenciones y los decomisos, la violencia no disminuye, por el contrario, crece día con día?.
Y es que en la lucha contra el narcotráfico se han obtenido algunos éxitos, pero el negocio, en México, en Colombia y en Estados Unidos está más vivo que nunca, crecen las redes de distribución y traslado, se mantiene el número de adictos e incluso el mercado, en toda América, incluyendo nuestro país y todo el Caribe, está creciendo en forma constante. Las guerras se dan por el control de esos mercados, y coinciden, en los tres países importantes de esta historia, por cambios significativos en las estructuras de poder que tienen relación con la propia estructuración de las redes de complicidades de los narcotraficantes. En Colombia la presencia del narcotráfico, se le ponga el nombre que quieran a sus jefes, es indisoluble de la existencia de extensas zonas liberadas bajo control de la guerrilla, donde los traficantes se mueven con entera libertad. No estamos hablando de regiones pequeñas, sino de aproximadamente un tercio de la geografía colombiana. Eso permite lanzar desde allí innumerables cargamentos (nunca hubo tanta cocaína en el mercado como ahora) pero con una notable diferencia con el pasado: como la vía principal para los traslados es hoy la marítima, ello ha obligado a la creación de numerosas bases en las escalas que se hacen en las naciones centroamericanas, y ha acrecentado la lucha por el control de territorios en los litorales mexicanos.
Ello se percibe cotidianamente en nuestro caso: la guerra por el control de Sinaloa entre los Arellano Félix y los grupos del Mayo Zambada, aliados con los descendientes del Chapo Guzmán y el Güero Palma se ha intensificado en forma notable: los muertos en Sinaloa superan con facilidad el centenar en lo que va del año. Y es que las costas son cada día más importantes y en este caso se combinan con zonas de cultivo tanto de mariguana como de amapola. Hay un elemento adicional: la operación de sellamiento de Baja California, que en los hechos involucra a Sonora, comienza literalmente en la frontera con Sinaloa. Ese se ha convertido en el límite de una de las operaciones más ambiciosas y difíciles de la lucha antinarcóticos. Hoy, en la península hay destacamentados siete mil soldados, y existe una red de control aéreo y terreno (tanto en ella como en Sonora) que, sin embargo, se ve vulnerado en muchas ocasiones, tanto por los ingresos que se realizan por vía marítima, como por los saltos de pequeños aviones que hacen trayectorias muy cortas con cargamentos importantes para saltar los retenes. Sumado a ello existe en la zona un intenso tráfico terrestre que se beneficia evidentemente del pujante comercio regional. Estamos hablando de miles de trailers circulando diariamente en la zona.
En este sentido, el control de territorios y las relaciones de los traficantes con autoridades locales es cada día más importante, de allí también la necesidad de "limpiarlos de enemigos". Y de allí la violencia, la guerra entre los grupos.
No es distinto el conflicto en otros puntos del país. La operación de sellamiento aparentemente más exitosa es la de la península de Yucatán, donde desde la caída de Mario Villanueva los resultados han sido importantes. Pero lo que se logra con la operación de sellamiento en Yucatán es dispersar el tráfico hacia otra zonas (sin que tampoco se haya eliminado totalmente en esa región). Por eso la zona del golfo ha adquirido mayor peso y por eso mismo la guerra entre narcos se ha asentado con tanta relevancia en Tamaulipas. El Caribe, como lo sigue siendo el Pacífico, se ha convertido en una puerta privilegiada para el narcotráfico, con la diferencia de que la posibilidad de eludir el control es mayor en el Caribe.
Se acaba de descubrir un poderoso cártel operando desde Haití, para nadie es un secreto saber que en Jamaica siempre se ha mantenido una importante base de operaciones del narcotráfico, otra vez Cuba vuelve a estar en la agenda del tráfico de drogas, ahora, como antes con Amado Carrillo Fuentes o con el propio Mario Villanueva (pese a la depuración que realizó el gobierno cubano, después de la fuga de éste, de sus contactos en la administración castrista), porque parece ser el refugio en el que se han protegido los Valencia, luego de la operación Milenio. No es extraño: el Caribe se ha convertido, insistimos, en una zona privilegiada para el tráfico de drogas.
En este sentido, los Arellano y sus descendientes parecen tener un importante control de la costa este, mientras que los hombres del cártel de Juárez, se han volcado hacia el Golfo y el Caribe (y con ello crece la impresión, también, de que los Valencia fueron denunciados, como en su momento los Lupercio, por competidores internos, en este caso probablemente por los cárteles que tienen el control sobre el Pacífico: no en vano los Valencia estarían en Cuba) no sin proseguir sus ajustes internos de cuentas: la muerte de René González Quirarte es una demostración más de que lo que fue la llamada red de relaciones públicas y tráfico de influencias de ese cártel en Guadalajara está siendo destruida desde dentro, que las secuelas de los hechos que llevaron a la muerte de Amado Carrillo siguen dando de qué hablar.
El punto aquí es saber si esa lucha se terminará cruzando con el proceso político nacional, como ya ocurrió en 1994, o si esos cárteles están demasiado preocupados ajustando cuentas entre sí (o ven demasiado complejo el panorama) como para decidir intervenir. De una u otra forma, el problema ahí está y no en vano, el pasado sábado el narcotráfico volvió a ser presentado en el día del Ejército como la prioridad número uno para esa institución y como el mayor problema de seguridad nacional.
Con dos llamadas de alerta muy particulares. Una, mientras los litorales marítimos se han convertido en la principal vía de entrada de drogas, no pareciera que el esfuerzo que está desarrollando la Marina sea equivalente al del ejército. Ello ha obligado a las tropas terrestres a desarrollar sistemas de intercepción marítima con lanchas rápidas que le permitan tener mayores posibilidades en la interrupción de rutas. Es un caso claro de un instrumento que se comienza a desarrollar para reemplazar otro que parece atrofiado: la pregunta es cuánto tardará en molestarse alguien por ello y generar una provocación que cree un conflicto institucional.
Y dos: no sólo en México hay elecciones, también en Estados Unidos. Y también allí la guerra entre cárteles está en auge, con la diferencia de que no la conocemos a profundidad, aunque según cifras oficiales, la cantidad de víctimas inducidas o producidas por el narcotráfico en Estados Unidos en la década pasada supera las cien mil. Y ellos también participan en nuestros conflictos internos. No lo olvidemos en estos días precertificación.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *