Algunas vez se le preguntó al célebre periodista Bob Woodward, el del caso Watergate, porqué en sus investigaciones no incluía el narcotráfico dentro de su propio país. Y Woodward, el hombre que había tirado a Richard Nixon, simplemente dijo que eso era demasiado peligroso. Y efectivamente no hay investigaciones periodísticas serias sobre el narcotráfico en la nación certificadora.
Algunas vez se le preguntó al célebre periodista Bob Woodward, el del caso Watergate, porqué en sus investigaciones no incluía el narcotráfico dentro de su propio país. Y Woodward, el hombre que había tirado a Richard Nixon, simplemente dijo que eso era demasiado peligroso. Y efectivamente no hay investigaciones periodísticas serias sobre el narcotráfico en la nación certificadora.
No faltan elementos para iniciar esa investigación, incluso tienen nombre y apellido. Según la justicia estadunidense, son 300 los narcotraficantes que considera como los principales distribuidores de drogas dentro de sus fronteras. Sin embargo, de esos 300 narcotraficantes, casi todos están prófugos y hasta enero de este año sólo se había capturado a uno de ellos. Algunos tienen órdenes de aprehensión vigentes desde 1983 que aún no se han cumplido, lo que nos podría llevar a cuestionar, como lo hace Estados Unidos con otros países, la eficacia y el grado de corrupción de las policías norteamericanas.
Independientemente de las declaraciones, al interior del más grande mercado de narcóticos en el mundo, existe una compleja estructura de comercialización en todas sus etapas: ingreso, distribución, venta e incluso producción de drogas. Y el problema no es "el contenido étnico": según las propias agencias estadounidense, uno de cada tres prófugos en el país, relacionado con el narcotráfico, es de origen norteamericano. Sólo en Washington D.C., su capital, casi la totalidad de estos fugitivos son norteamericanos.
De la lista de 248 narcotraficantes que operan en suelo norteamericano y a la que se puede acceder a través de Internet en las páginas de la DEA, el FBI, los US Marshals y la oficina de aduanas o US Customs, 72 son originarios de este país, los demás son de origen mexicano, colombiano y asiáticos, pero todos viven en Estados Unidos. Pero, a diferencia de lo que se hacen con los cárteles extranjeros, las agencias estadunidenses que luchan contra el narcotráfico no identifican cabecillas de organizaciones dentro de su propio territorio.
Sin embargo, la información muestra otra cosa. Por ejemplo, en julio de 1998, el FBI informó que había descubierto una red de narcotraficantes que, dijo, estaba ligada a los Arellano Félix (que, según todos los testimonios, viven la mayor parte del tiempo en la ciudad de San Diego). La red comenzó a ser descubierta por casualidad, cuando un perro amaestrado olió restos de cocaína en una camioneta estacionada en la entrada de la oficina antinarcóticos de Los Ángeles. La sorpresa fue mayor cuando se comprobó que la camioneta era de Richard Waybe Parker, señalado durante los ocho años anteriores como uno de los más eficientes policías antinarcóticos de Los Ángeles. Ahora se sabe que manejaba una red de narcotraficantes desde 1991.
Nunca se dio a conocer completamente cómo estaba estructura esa red, tan comprometedora para la policía de Los Ángeles. Sin embargo se pudo saber que éste hombre adscripto a la policía de Riverside, basaba buena parte de su red en el robo de la cocaína que la propia policía angelina decomisaba. Por lo pronto se ha podido comprobar que fue el responsable del robo, el 4 de julio de 1997, de media tonelada de cocaína pura del propio depósito de Riverside. Ese robo no había sido divulgado públicamente, hasta que se inició el juicio contra Waybe Parker. No se sabe cuántos otros realizó su banda antes de ser descubierta.
Su detención tampoco devino de la investigación de esos robos, en los que no era considerado siquiera sospechoso: se originó en un tip de la oficina antinarcóticos de Detroit, que informó a sus homólogos de Los Ángeles que un hombre llamado Gerhard Ewald Hensel estaba vendiendo cocaína pura de alta calidad a los distribuidores de Detroit y que esa droga provenía de Los Ángeles. Allí, Hensel fue arrestado y confesó que recibía la droga de dos mujeres, quienes al ser detenidas en Manhattan beach confesaron que recibían la droga de un agente de la DEA. Seguida la pista hasta Pasadena, el agente Parker estuvo a punto de librar la aprehensión por su condición de policía, pero un perro olió la cocaína que transportaba en su camioneta, apenas unos gramos para uso personal. Una vez detenido se comprobó que portaba cien mil dólares en efectivo y se le descubrieron numerosas cuentas numeradas en las islas Caimán. El salario de Parker era de tres mil dólares mensuales. Pese a su evidente prosperidad económica, nunca había sido investigado: por el contrario, había sido condecorado por sus logros en la lucha contra el narcotráfico.
Otra información, de las muy pocas que se filtran sobre estos temas en la prensa estadunidense, demuestra el grado de penetración de las redes del narcotráfico en las instituciones de ese país. En diciembre de 1998 fueron detenidos unos 50 oficiales y marines de la armada de EU en la base naval de San Diego, la más grande del mundo. Se comprobó que utilizaban la propia base y su infraestructura para introducir drogas en su país. Estaban ligados con los Arellano Felix pero, evidentemente, no eran de origen mexicano.
A fines de diciembre del 98, el vocero de la Marina de EU, Wayne Clookie, aceptó, ante las presiones de la prensa local, que esos 50 marines habían sido detenidos por introducir cocaína. Los soldados de élite transportaban la droga por vía marítima desde Camp Pendleton para evitar el puesto de inspección de la guardia fronteriza estadunidense en la carretera interestatal 5, ubicada a 100 kilómetros al norte de la frontera con Tijuana. Las autoridades no dieron mayores detalles sobre la operación y se limitaron a especificar que de los 10 mil marines asentados en San Diego "sólo" unos 50 participaban en esta red. Sin embargo, el problema no es precisamente menor. El vocero del departamento de Defensa reconoció que sólo durante 1998 habían sido procesados por tráfico y consumo de drogas cuatro mil 888 hombres y mujeres pertenecientes a las fuerzas armadas de Estados Unidos. ¿Qué ocurriría si 50 oficiales de la base naval de Veracruz, para dar un ejemplo, fueran detenidos por pertenecer a una red de narcotraficantes y se supiera que utilizaron la base naval para ese fin? ¿qué sucedería si se supiera que unos 5 mil soldados y oficiales del ejército mexicano hubieran sido procesados en un año por relación con el tráfico de drogas?. La descertificación sería segura.
No es, como dijo Davidow, que en Estados Unidos, el narcotráfico se torne en una multitud de redes pequeñas de distribución: sin duda ellas existen, sin duda muchas están manejadas por mexicanos, colombianos y asiáticos, pero por sobre las mismas existe una red mucho más poderosa que maneja el tráfico de drogas, que lava el dinero en los principales centros financieros del país, que no sólo distribuye sino que produce altas, muy altas cantidades de drogas para su propio mercado.
El escenario del narcotráfico en Estados Unidos es más complejo de lo que el discurso oficial acepta y de lo que la opinión pública de este país conoce. La sociedad estadounidense no es "víctima" de actores extranjeros y Estados Unidos no es sólo "el mercado" en el mundo del narcotráfico. En los hechos el discurso de la negación se transforma en uno de aceptación con base a los escasos recursos que, comparados con la magnitud del negocio ilícito que se desarrolla dentro de sus fronteras, se destinan allí a la lucha contra el narcotráfico interno y a los programas de prevención y tratamiento.