Los banqueros reunidos en Acapulco esperaban como plato fuerte de su convención nacional, la presencia de lo que en pasillos y comidas todos llamaban ?los tres tenores?: los candidatos presidenciales del PRI, PAN y PRD, Francisco Labastida, Vicente Fox y Cuauhtémoc Cárdenas, respectivamente. Los tres presentarían el sábado, separados por 45 minutos, sus propuestas políticas y económicas y responderían preguntas por 15 minutos.
Los banqueros reunidos en Acapulco esperaban como plato fuerte de su convención nacional, la presencia de lo que en pasillos y comidas todos llamaban "los tres tenores": los candidatos presidenciales del PRI, PAN y PRD, Francisco Labastida, Vicente Fox y Cuauhtémoc Cárdenas, respectivamente. Los tres presentarían el sábado, separados por 45 minutos, sus propuestas políticas y económicas y responderían preguntas por 15 minutos.
En los hechos, más que esas propuestas (ninguno de los tres presentó algo novedoso, que no se conociera con anterioridad) lo que nos candidatos mostraron fue el estado de sus campañas y el sentido de sus estrategias. Y ello, si fue leído correctamente por los banqueros, puede ser más importante que el propio discurso.
Quedó claro, y se confirmó horas depués durante el 71 aniversario del PRI, que el candidato del tricolor, está convencido de que tiene un margen de ventaja sobre sus adversarios y que no arriesgará nada que le pueda llevar a perderlo. Labastida no está arriesgando, no se aventura en ningún gesto político y su campaña parece estar abocada a fortalecerse al interior de la estructura de poder y a no buscar conflicto con ninguno de los poderosos grupos de poder del oficialismo. Los errores políticos que se cometieron cuando se lanzó, por ejemplo, contra Fox por el tema Fobaproa, en una jugada inútilmente arriesgada, que terminó siendo contraproducente para la causa del priísmo, parecen haberlo confirmado en esa decisión. En síntesis, Labastida no cambiará, al contrario: mantendrá una campaña de contacto con sus grupos electorales, presentará propuestas que no alteren demasiado el status quo, serán sus segundos los que se centrarán en el debate y la confrontación con sus adversarios, y apostará todo a fortalecer al aparato partido (y en eso las listas jugarán un papel central): muchos de los más cercanos a Labastida están convencidos de que con ello es más que suficiente para ganar. Y recordemos, no está demás hacerlo, que exactamente esa era la estrategia que en aquellos difíciles días de hace seis años era lo que le proponía el entonces coordinador de campaña Ernesto Zedillo al candidato Luis Donaldo Colosio, sin que éste, y mucho menos su equipo más cercano, la aceptara.
El problema de esta estrategia es que camina en el límite, confiada en sus números y no entusiasma al electorado. Si el éxito de una campaña política está determinada por la capacidad de generar expectativas, lo que sucede con la de Labastida es que no las genera. No hay en ella un mensaje de cambio, de transformación, de que viene algo nuevo. De esa forma quizás, es probable, se podrá ganar la elección pesidencial pero el camino a remontar para ganar legitimidad, será mucho más escarpado de lo que se cree.
Vicente Fox que sabe que está cerca pero que permanece detrás, está en la actitud exactamente contraria: va a todo y le entra a todo, desde subirse a una patineta hasta decirle a los banqueros que ellos no tuvieron responsabilidad alguna en la crisis del 94 (lo que provocó que algunos de los más conscientes y sensatos financistas se sonrojaran un poco y no por el calor acapulqueño), desde decir en Jiquilpan que allí se cavaría la tumba de Cuauhtémoc "el chiquito" hasta proponerle, una hora después, al mismo Cuauhtémoc, que se unieran para sacar al PRI de Los Pinos. La idea es ganar apoyos a como dé lugar para continuar reduciendo la diferencia con Labastida, y en parte lo está logrando. Pero lo hace a un costo alto en términos de credibilidad en los sectores mejor informados de la sociedad (no se le puede decir a todo el mundo lo que quiere oír y pensar que nadie se dará cuenta) y, sobre todo, caminando al filo de la navaja: en cualquier momento puede cometer un error que le haga retroceder mucho de lo avanzado. En realidad esa es la apuesta de los labastidistas, esperar los pequeños errores de Fox para golpearlo, y, si se presenta, utilizar un error de verdad importante para tratar de sacarlo de la jugada.
Con todo, Fox no tiene otra opción más que seguir adelante: hasta ahora le ha ido mejor de lo que muchos esperaban y ha logrado algo clave para su causa: por una parte, ha quedado en claro que la campaña se ha polarizado entre Labastida y el propio Fox, dejando al perredismo en un tercer lugar que por momentos (en el DF nuestra percepción se distorsiona en parte porque la presencia del PRD es mayor y porque gobierna la ciudad) lo muestra ya fuera de la contienda. De la mano con ello no es menos importante que, a pesar de sus declaraciones desafortunadas y sus excesos verbales, en buena medida, la imagen de un cambio se esté asociando con Fox más que con cualquier otro candidato.
Por el contrario, la actitud de Cárdenas el sábado ante la convención nacional bancaria confirmaría que el perredista ya asumió que no ganará la elección. ¿Se hubiera imaginado usted a Cárdenas para estas mismas fechas pero en 1997, cuando comenzaba a puntear en las encuestas capitalinas, despreciando a los banqueros, criticándolos en su propia convención, negándose a responder preguntas y acusándolos después de ser prestanombres y protegidos de Salinas?. Por supuesto que no: en el 97, Cárdenas dejó que alguno de los suyos dijera el discurso duro, pero él se mostró como un liberal progresista, aceptó todos y cada uno de los encuentros que se le propusieron con la iniciativa privada, jamás atacó a los banqueros (y eso que se acercaba aceleradamente el iceberg al titanic del fobaproa) y se fue con un discurso moderado e integrador.
Ahora no. Se decidió a conservar sus votos, su electorado y a no buscar un público nuevo, siendo consciente de que con los votos de las corrientes tradicionales del cardenismo no puede ganar y que, por el contrario, con ello ahonda las distancias con las clases medias y con regiones del centro y norte del país donde el cardenismo se ve cada día más lejano. Pero lo importante parece ya estar en el 3 de julio más que en el día de las elecciones; apostar a conservar el DF más que a buscar la presidencia de la república. El que ciertos gobernadores muy pragmáticos, como Ricardo Monreal, Antonio Echevarría y Leonel Cota, lo comiencen a expresar públicamente y que presidentes municipales como el de Nezahualcoyotl ya hayan dejado su causa para acercarse a Vicente Fox, es una señal demasiado clara. Un discurso ganador debe ser por definición influyente, abierto, y el de Cárdenas está cada día más dirigido sólo hacia su electorado.
Quizás por eso, Javier González Rubio, vocero de Cárdenas, puede declarar que en la estrategia de campaña diseñada para Cárdenas "no interesa posicionarlo", por eso se cree que "los medios son sólo refuerzos", tampoco les "interesan ni les preocupan las encuestas" y por eso consideran que "ésta no es una campaña mediática" y "por lo tanto no se ganará en los medios". Nadie que esté encabezando una campaña convencido de ganar y contando, como Cárdenas en esta oportunidad, con más recursos materiales directos que cualquiera de sus contrincantes, puede darse el lujo de desechar a los medios o de confrontarse públicamente con todo el sector financiero. En el PRD pareciera que el eje, lamentablemente, ya está puesto en la herencia.