El narcotráfico como antipropaganda
Columna JFM

El narcotráfico como antipropaganda

Ayer, entrevistaba a Francisco Labastida Ochoa para el Informativo MVS cuando le pregunté sobre las acusaciones que ese día había publicado en El Financiero, en una entrevista con Dolía Esteves, realizada la semana pasada en Washington, el presidente nacional del PAN, Luis Felipe Bravo Mena, respecto a que era ?vox populi? que el propio Labastida, durante su gestión como gobernador de Sinaloa, no sólo había solapado al narcotráfico sino que incluso había ?pactado? con el mismo.

Ayer, entrevistaba a Francisco Labastida Ochoa para el Informativo MVS cuando le pregunté sobre las acusaciones que ese día había publicado en El Financiero, en una entrevista con Dolía Esteves, realizada la semana pasada en Washington, el presidente nacional del PAN, Luis Felipe Bravo Mena, respecto a que era "vox populi" que el propio Labastida, durante su gestión como gobernador de Sinaloa, no sólo había solapado al narcotráfico sino que incluso había "pactado" con el mismo.
Labastida, que no había leído la nota, primero se mostró sorprendido de que Bravo Mena avalara esas versiones, pero en cuanto leyó la información, se mostró francamente enojado. Prolongó su respuesta, enumeró los funcionarios de su administración que habían sido atacados por el narcotráfico, reveló que en dos ocasiones su esposa María Teresa Uriarte y él mismo sufrieron atentados y confirmó que fue enviado a Portugal como embajador por las amenazas de muerte que pesaban en su contra y que se agudizaron después del asesinato del ex procurador Alvarez Farber en el Parque Hundido de la ciudad de México.
Esas amenazas, atentados y ataques provinieron, según el propio Francisco Labastida del cártel de los Arellano Félix. Le pregunté al candidato del PRI si se habían renovado esas amenazas ahora que es candidato presidencial y dijo que no, pero que el tema no está cerrado.
Y la verdad es que en ese terreno, el de su presunta relación con el narcotráfico, le creo plenamente a Labastida. Sinaloa, desde antes de que llegara a la gubernatura del estado Labastida y lo siguió siendo después, es la cuna de una cruenta guerra entre narcotraficantes, marcada por la penetración que éstos alcanzaron desde los primeros años de la década de los 80 de todas las policías y las delegaciones federales de la PGR. En 1985, con la muerte del agente de la DEA, Enrique Camarena, entró en crisis la distribución de territorios de control que mantenía el status quo del narcotráfico en el país, los enfrentamientos comenzaron a ser constantes y se agudizaron cuando en 1989 fue detenido Miguel Ángel Félix Gallardo. Entonces comienza la guerra literal en Sinaloa por el control de la vertiente del Pacífico entre los sobrinos de Félix Gallardo, los hermanos Arellano Félix, y los grupos que se conocerían después como el cártel de Juárez, encabezados años después por Amado Carrillo Fuentes.
En esa historia hay capítulos muy significativos. Por ejemplo, cuando las fuerzas militares tomaron, ante la ola de violencia que la azotaba, la capital del estado, Culiacán. Paradójicamente, el militar enviado para esa operación era el general Jesús Gutiérrez Rebollo, que años después, cuando fue detenido por sus relaciones con el narcotráfico, se supo que fue precisamente en esa oportunidad cuando inició sus contactos con el propio cártel de Juárez, atacando a los Arellano Félix para abrirle espacios a aquellos. En ese marco se dio otro hecho que conmovería al país: el asesinato de la defensora de derechos humanos, Norma Corona, que terminó dando origen a la creación de la Comisión Nacional de Derechos Humanos.
Los esfuerzos que hizo Labastida como gobernador en ese contexto (distanciado como estaba del entonces presidente Carlos Salinas de Gortari) fueron muy significativos, sobre todo en los intentos de limpieza de las policías y para garantizar un esquema de seguridad pública viable en el estado. Esos esfuerzos, para quienes estudiamos desde entonces el fenómeno de la relación del narcotráfico con los grupos de poder, fueron reales y encomiables.
Y no se trata de hacer la apología de Labastida. No fue Labastida, durante su gestión, un héroe de la lucha contra el narcotráfico, porque como ahora sucede, los gobernadores saben que se trata de delitos federales, que no tienen instrumentos reales para combatirlo y que sus fuerzas suelen estar infiltradas. El punto es saber si los gobernadores tienen o no complicidad con esos grupos, si "pactan", como dijo Bravo Mena, con ellos o no. Y todo indica que Labastida ni pacto ni tuvo complicidad con el narcotráfico, al contrario. Se equivocan Bravo Mena y Fox al respecto.
Y el punto es importante porque el tema del narcotráfico se está trivializando, se está rebajando a un simple término de propaganda electoral, y con ello todos pierden, salvo los narcotraficantes que tendrán, en la confusión, sin duda, mayores espacios para moverse y apoyar lo que realmente les interesa: los candidatos locales, que les beneficien en su operación cotidiana.
Y no se puede trivializar el asunto porque es demasiado serio. Ni Labastida, ni Fox, ni Cárdenas, ni ninguno de los otros candidatos presidenciales tiene antecedentes de relaciones con el narcotráfico. Por supuesto que todos de alguna forma lo han tenido en su proximidad, sobre todo los tres primeros que han sido gobernadores. Pero sin duda, no hay, en ningún caso, datos reales, indicios sólidos de que cualquiera de ellos haya estado ligado al narcotráfico. Por supuesto que si no hay seriedad, todos, también, pueden ser mostrados con vinculaciones: Labastida fue gobernador en Sinaloa en medio del inicio de la guerra entre cárteles que aún no concluye; Cuauhtémoc Cárdenas fue gobernador de Michoacán, un estado que es de los principales productores de marihuana y los Valencia son originarios de uno de los feudos políticos del cardenismo, el municipio de Aguililla y en el DF, durante su gestión, creció el consumo interno de drogas; en Guanajuato, en donde Vicente Fox fue gobernador, existe un inocultable lavado de dinero (como ocurre en otros estados, en forma notable Querétaro) y en estados gobernados por panistas, como Jalisco o Baja California, la presencia del narcotráfico es mucho más que una realidad. Como lo fue y lo sigue siendo la Chihuahua que gobernó el panista Francisco Barrio o la que gobierna el priísta Patricio Martínez. Instituciones tan disímiles como el Ejército o la iglesia católica han sido tocados por el narcotráfico, allí está la detención de Gutiérrez Rebollo o aquella reunión que en la nunciatura apostólica mantuvo Girolamo Prigione con los Arellano Félix.
Todos pueden salir enlodados si el tema del narcotráfico no se aborda en las campañas electorales con seriedad. Y lamentablemente no está siendo así. Cuando el principal desafío a la seguridad nacional se transforma en un motivo más de propaganda electoral para desprestigiar a los adversarios, las cosas sólo pueden terminar mal.
Archivos recuperados
Hoy comenzarán a darse a conocer las listas de los candidatos a senadores de mayoría por el PRI pero también del PAN y el PRD, aunque estos últimos esperarán unos días más por dos razones: primero, a ver si pueden realizar alguna alianza adicional (por ejemplo en el DF); segundo porque esperarán a ver si en el priísmo hay rupturas que pudieran ser utilizadas por el perredismo. Pero a partir de hoy comenzará a quedar más claro el panorama del proceso electoral.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *