Aparentemente no tienen relación entre sí. Se podría tratar, sólo, de diversas notas policiales, notas rojas, de distintos asesinatos ocurridos en diferentes puntos de la frontera norte. Y sin embargo, son parte de un todo, de una guerra entre grupos del crimen organizado (en la que podrían participar fuerzas policiales) que ha ocasionado cientos de muertos en todo el país en los últimos meses.
Aparentemente no tienen relación entre sí. Se podría tratar, sólo, de diversas notas policiales, notas rojas, de distintos asesinatos ocurridos en diferentes puntos de la frontera norte. Y sin embargo, son parte de un todo, de una guerra entre grupos del crimen organizado (en la que podrían participar fuerzas policiales) que ha ocasionado cientos de muertos en todo el país en los últimos meses.
El último recuento de horrores es el siguiente: el fin de semana fue encontrado el cuerpo de un ex jefe de homicidios de la policía de Tijuana, Francisco Fiol, era conocido en el ámbito de la seguridad pública (de alguna forma hay que llamarla) porque en 1994 había dejado escapar de un cerco policiaco a los hermanos Arellano Félix. Apareció torturado, estrangulado, con una bolsa de plástico en la cabeza.
El mismo día, en el otro extremo de la frontera, en la ribera estadunidense del Río Bravo, frente a Matamoros, fue encontrado el cuerpo de Pablo Pineda Gaucin, un periodista que cubría la fuente policial en un periódico de Matamoros, La Crónica. Su cuerpo apareció con las mismas señales que el de Tijuana, amarrado, torturado, estrangulado y con una bolsa de plástico cubriéndole la cabeza. Durante el pasado fin de semana, de la misma forma aparecieron otros dos cuerpos, no identificados, que mostraban las mismas señales y huellas, pero en Ciudad Juárez. Unas semanas atrás, el abogado de Jesús Chuy Labra, un reconocido y actualmente detenido dirigente del cártel de los Arellano Félix, era secuestrado y su cuerpo aparecía, días después, asesinado de esa misma forma, bolsa incluida. No pueden ser casualidades.
Menos lo son porque estas muertes se enmarcan en una lógica de violencia entre grupos del crimen organizado y enfrentamientos con fuerzas policiales francamente preocupante. Estamos hablando, de que en el primer trimestre del año, los muertos por estas causas, superan los 200 en estados como Baja California o Sinaloa, alcanza cifras similares en Tamaulipas, ha llegado a 46 víctimas en Guadalajara. No hay números claros en el Distrito Federal, pero allí está el atentado contra Cuauhtémoc Herrera y la abogada Requenel, en pleno Paseo de la Reforma para demostrar el grado de inseguridad que vive la capital (un dato adicional: apenas ayer una empresa de seguridad privada especializada en secuestros, divulgaba que en el DF se comenten 65 secuestros express diariamente por el que se cobran rescates de entre mil y dos mil dólares, adicionalmente, los secuestros importantes, denunciados en la capital durante el año pasado, suman 122).
Para analizar esta guerra, hay que tomar en cuenta tres puntos. Primero, estos hechos demuestran la profundidad de la crisis de seguridad pública que estamos viviendo, la ausencia de una verdadera estrategia nacional, en la que todos los actores estén realmente involucrados en la búsqueda de objetivos comunes, mientras la opinión pública y las autoridades judiciales y policiales parecen volcar todos sus esfuerzos y devaneos en casos muy espectaculares pero que en nada sirven para mitigar esta crisis (aunque sí la ocultan), como los casos Stanley o Espinosa.
El segundo punto es que evidentemente existe la decisión de desarticular al cártel de los Arellano Félix, no sólo por su evidente peso y presencia en el mundo del narcotráfico, sino también porque se recuerda su papel en el proceso desestabilizador de 1994 y porque, para esas fechas también habían amenazado de muerte al gobernador saliente de Sinaloa, el ahora candidato presidencial del PRI, Francisco Labastida Ochoa.
Lo cierto es que el llamado Consejo de Administración que encabeza el cártel de los Arellano Félix ha quedado prácticamente desarticulado y todos sus integrantes, con excepción de los propios hermanos, están detenidos o muertos. Queda pendiente saber qué sucedió con Ismael Higuera, alias El Mayel, uno de los más violentos y más directos operadores de los propio Arellano, que se encargaba de ajustes de cuentas y de sus grupos armados.
Es más, según el periódico Zeta de Tijuana, que dirige el periodista Jesús Blancornelas, otros de los hombres importantes de ese grupo, José Manuel Rico Sánchez, en realidad había sido detenido desde hace semanas en el sur del país. Este hombre apodado El Varilla, se encargaba del transporte de cocaína desde Colombia, es yerno de Ernesto Fonseca, Don Neto, aquel narcotraficante involucrado, junto con Rafael Caro Quintero, en el secuestro y muerte de Enrique Camarena y detenido actualmente en Almoloya. El padre de José Manuel Rico Sánchez, era otro conocido narcotraficante, Miguel Rico Urrea.
Su área de operación era Tijuana, Mexicali y el Distrito Federal. Tenía pistas clandestinas para el aterrizaje de aeronaves en Quintana Roo, Oaxaca y Chiapas. Pero fue detenido en Chetumal, junto con la hija de Don Neto, Ofelia, lo que confirma que dentro de esta guerra de cárteles, la península es un terreno de lucha más, quizás porque trataban de aprovechar la debilidad del cártel de Juárez en la entidad para asentarse en esa plaza.
El tercer punto es el más preocupante. Es evidente que la situación de los Arellano Félix es desesperada y también que se trata de uno de los grupos más violentos del mundo del narcotráfico. Y en ese contexto, la mezcla de la desesperación y la violencia de un grupo acosado por igual por sus rivales como por las fuerzas de seguridad, no debería hacernos olvidar que lo puede llevar a la violencia extrema para tratar de salvarse, como ya lo ha hecho en el pasado. Y eso, en la recta final del proceso electoral, no es una buena noticia.
Archivos recuperados
El PAN en la capital del país dará en las próximas horas algunos campanazos propagandísticos que podrán en mayores problemas y dilemas a la alianza por México que encabeza el ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas.
Y es que se ha anunciado que el candidato del panismo para la delegación de Cuajimalpa será el fotógrafo y dirigente perredista, Francisco de Souza, uno de los hombres más cercanos a Cárdenas, incluso fue su fotógrafo personal, diputado federal, miembro de una de las familias más representativas y queridas del exilio español, republicano, en México. Pero ahí no acaban las sorpresas: Patricia Olamendi, la joven y talentosa dirigente perredista que estuvo encabezando por el PRD las negociaciones para lograr una alianza opositora, mismas que fracasaron en septiembre pasado, por lo cual renunció a su partido, será la candidata de la alianza por el Cambio, en la delegación Cuauhtémoc, donde se enfrentará a Dolores Padierna, que será la candidata perredista.
Y podría haber más sorpresas, con otra joven dirigenta perredista, de un perfil político similar al de Olamendi, que también se vio desplazada por la lucha de corrientes internas en el partido del sol azteca. Dicen en el PAN que esas candidaturas se iban a anunciar en el mitin de Tlatelolco del fin de semana, pero se decidió postergarlas unos días más. Por lo pronto, hoy hay reunión del comité regional donde podrían hacerse los anuncios oficiales. Y otro agregado, aseguran que quien amarró estas alianzas fue el propio Diego Fernández de Cevallos.