Ni nuevo ni viejo: el retorno del PRI
Columna JFM

Ni nuevo ni viejo: el retorno del PRI

Dice Francisco Labastida Ochoa que él ganó el debate pero que sus publicistas perdieron el post debate. En buena medida es verdad: Labastida no estuvo mal en el debate de hace una semana: su discurso fue el mejor planteado de hace mucho tiempo, lo fue en el tono, en la presencia, en el lenguaje corporal. Mostró entre otras cosas que el auténtico Labastida es mejor que aquel que imaginan y quieren presentar sus asesores o publicistas, como el candidato priísta los llama.

En el marco de una profunda reorganización de su equipo de campaña, Francisco Labastida Ochoa ha decidido incorporar al mismo a Jesús Murillo Karam, actual subsecretario de Gobierno de la secretaría de Gobernación, un operador eficaz, pragmático, ex gobernador de Hidalgo y que no se caracteriza precisamente por ser un hombre blando. La incorporación de Murillo Karam confirma que Labastida se ha tomado en serio aquello de que él ganó el debate pero que sus colaboradores perdieron el post debate y ha comenzado a pasar las facturas.
Lo cierto es que estos movimientos confirman que las encuestas internas le han mostrado al candidato presidencial priísta que las cosas no estaban funcionando bien y que la distancia que consideraban que mantenían con Fox se ha acortado peligrosamente para su causa.
La incorporación de Murillo Karam tiene que haber sido producto de una profunda preocupación, porque evidentemente a dos meses de las elecciones y a seis del cambio de administración federal pareciera ilógico cambiar a uno de los hombres que tenía, por su responsabilidad institucional, muchos de los hilos de la gobernabilidad, del control de áreas políticas clave del gobierno federal, pero es también absolutamente coherente, congruente con los movimientos que se han dado en la campaña de Labastida en los últimos días.
Estos movimientos incluyen la designación de Manuel Bartlett como coordinador de campaña en los estados gobernados por la oposición; en un plano más formal (su influencia es menor) la del propio Humberto Roque Villanueva; el acercamiento con el grupo Atlacomulco (que por supuesto no existe), comenzando por el propio Carlos Hank González y de la mano con ello, el amarre con el madracismo (estuvimos ayer en Villahermosa y el entusiasmo de la gente de Roberto Madrazo con el nuevo giro de la campaña de Labastida es evidente) establecido formalmente el fin de semana pasado con el apoyo a Manuel Andrade y retribuido con un acto proselitista de 45 mil personas en Villahermosa (por cierto, terminado el acto, en lugar de regresar a México, como estaba planeado, Labastida se quedó cuatro horas, comiendo a solas con Madrazo y Andrade).
Llega a la campaña, pues, el PRI tradicional, el de siempre, con todos sus pro y sus contras y con ello se desplaza a los sectores y personalidades cercanos a Esteban Moctezuma. Por supuesto que es un retiro parcial, pero en la lógica que ha tomado la campaña sería inviable que Moctezuma pudiera tener la interlocución con estos sectores de los que ha estado distanciado desde que fue secretario de Gobernación, al inicio de la administración Zedillo.
¿Son suficientes estos movimientos para reorientar la campaña?. Habrá que verlo en la práctica: lo cierto es que el eje estará en lograr, primero, los votos priístas y tradicionales del tricolor: todo lo demás parece supeditado a ese objetivo original. Para ello, Labastida tendrá una campaña que mostrará mayor agresividad y un mayor enfrentamiento con las oposiciones, sobre todo con el PAN. Por eso Bartlett estará en la coordinación de las actividades proselitistas en los estados gobernados por la oposición: Bartlett no debatirá, se lo podemos asegurar, sobre el porcentaje de alumnos inscriptos en primaria en Guanajuato: el suyo será un discurso duro que irá, como ya lo demostró en el pasado, a debatir desde los orígenes del proyecto panista y foxista.
Por eso también Murillo Karam. El ex gobernador de Hidalgo entre sus responsabilidades en la SG tuvo, primero, el control de las áreas de seguridad y en los últimos meses, la relación con los gobernadores y presidentes municipales. Murillo simplemente continuará con esa labor desde el equipo de campaña y ello irá de la mano con las decisiones adoptadas el sábado pasado en la reunión que los mandatarios estatales priístas mantuvieron con el candidato de su partido. Coherente con estos movimientos, el propio Labastida adelantó que la operación con los medios regresará a las manos de Emilio Gamboa, que dejará buena parte de la operación política en las manos de Karam y Bartlett.
Hacia dentro del PRI las cosas parecen estar claras. La duda es hacia fuera: todos estos movimientos -que no aseguran la reducción del excesivamente burocrático proceso de toma de decisiones en el equipo de Labastida- están destinados a fortalecer la campaña en los límites internos del partido y en garantizar lo que amenazaba con perderse, que es el voto duro del partido. Pero ello no le dice demasiado a la sociedad, a la gente.
En los últimos días se ha insistido en que el objetivo son los jóvenes, y la verdad es que ninguno de estos movimientos le dirá demasiado a los jóvenes si es que les dice algo. Pero quizás el punto está en que la estrategia sólo los incluye marginalmente: el PRI sabe que si galvaniza sus fuerzas puede afirmarse en por lo menos un 40 por ciento de los votos, que con algunos apoyos adicionales le puede dar el 42 por ciento que es su objetivo.
Convencidos de que Cuauhtémoc Cárdenas no declinará a favor de Vicente Fox y del repunte que tendrá la campaña de Gilberto Rincón Gallardo, los priístas consideran que no le alcanzará a Fox para ganarle la elección a Labastida. Pero el requisito previo, para ello, es garantizar su voto duro. Y a eso se están abocando.
El desafío, si esta estrategia tiene éxito, estará después del dos de julio: garantizar la gobernabilidad, la credibilidad en el triunfo y generar expectativas de cambio: estos movimientos, hasta ahora no lo muestran, salvo que estemos hablando de un regreso a un priísmo previo al zedillismo. ¿Estaremos entonces ante el inicio del distanciamiento entre el labastidismo y el zedillismo?.
Archivos recuperados
Juan Salgado Brito, el aspirante priísta a la gubernatura de Morelos, que enfrenta una dura oposición del panista Sergio Estrada Cajigal, busca contratacar en el debate en el que se le acusa de tener tres actas de nacimiento distintas, una de ella originaria de Guerrero. Por lo pronto, Salgado Brito logró que un juez declarara la nulidad del acta de nacimiento originaria de Guerrero, con lo cual tendría librada esa impugnación. Pero en su entorno se asegura que tienen otra arma: un acta de nacimiento que mostraría que su competidor, Estrada Cajigal, además de no poder utilizar ese apellido, porque es en realidad el de su padre, fue registrado en el registro civil cuando tenía 30 años. Cierto o falso, la realidad lo que muestra es que la disputa entre el PRI y el PAN en el estado será, por lo menos, muy cerrada, y quizás tendrían que reflexionar, ambos partidos y candidatos, si ganarán, independientemente de lo que suceda en las elecciones estatales del 2 de julio, con una lógica de campaña basada en la guerra sucia.

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