La caída de Ismael Higuera, El Mayel, es decisiva, como se ha dicho, para el futuro del cártel de los Arellano Félix y para la futura reconfiguración del narcotráfico en nuestro país. Lo cierto es que con la caída de El Mayel, todos los hombres del llamado Consejo de Administración del cártel de Tijuana, con excepción de Ramón y Javier Arellano Félix, están detenidos pero más grave aún para su causa, pareciera que, por primera vez, sus redes de protección están siendo desmanteladas o, por lo menos, perforadas por las instituciones.
La caída de Ismael Higuera, El Mayel, es decisiva, como se ha dicho, para el futuro del cártel de los Arellano Félix y para la futura reconfiguración del narcotráfico en nuestro país. Lo cierto es que con la caída de El Mayel, todos los hombres del llamado Consejo de Administración del cártel de Tijuana, con excepción de Ramón y Javier Arellano Félix, están detenidos pero más grave aún para su causa, pareciera que, por primera vez, sus redes de protección están siendo desmanteladas o, por lo menos, perforadas por las instituciones.
La importancia de Higuera era doble y había crecido con las anteriores detenciones. Se dedicaba a dos delicadas funciones: por una parte, era el principal encargado del transporte de cocaína desde Colombia a la península y su introducción a los Estados Unidos (aunque los informes sobre el tema indican que los Arellano Félix en los últimos tiempos habían ido alejándose de la cocaína, para concentrarse mucho más en la mariguana, la goma de opio, recordemos que es el único cártel mexicano que había logrado establecer relaciones con sus homólogos del lejano Oriente, y los grupos dedicados a la fabricación de drogas sintéticas, un mercado que en el pasado estuvo penetrado por los Amézcua, aliados, a su vez con los propios Arellano). Pero El Mayel se encargaba también de los grupos armados del cártel de Tijuana, una de las organizaciones más violentas del por sí violento mundo del narcotráfico. No en vano, otro de los sobrenombres que se le aplicaba a Higuera era el de El Mataelefantes.
Su importancia, sin embargo, había crecido por dos detenciones que han sido claves para comprender los duros golpes que han sufrido los Arellano. En primer lugar, hace ya un par de años la de Everardo El Kitty Paéz, virtual jefe de los llamados narcojuniors, un joven proveniente de las mejores familias de Tijuana, casado con la hija de un prominente maquilador de la región, y responsable de encabezar uno de los fenómenos que explican el peso que los Arellano adquirieron en toda la zona: el involucranmiento directo de los hijos de muchas de las familias emblemáticas de la entidad en el tráfico de drogas. Los narcojuniors cumplieron un papel clave en la consolidación de los Arellano, tanto que comenzaron a desafiar el poder de los propios hermanos y a buscar quedarse con el control de la organización criminal. Sin embargo, la detención de Paéz (quien por cierto y a pesar de las diversas órdenes de aprehensión en su contra a ambos lados de la frontera, vivía con su madre, con su nombre legal, en un barrio residencial de San Diego) y los ajustes de cuentas internos en este grupo, terminaron destruyéndolos, pero privando a los Arellano de un brazo muy eficiente tanto en términos de influencia local, como de operación.
Mucho más grave fue la detención de Jesús El Chuy Labra, ocurrida hace algunas semanas. Este hombre, desde siempre, fue el verdadero cerebro de los Arellano: manejaba la parte financiera, la operación y las relaciones políticas del cártel. Cuando cayó Labra se desató una violenta respuesta de los Arellano, marcada con la firma de El Mayel, lógica por el costo que el hecho tuvo para ese grupo. La diferencia entre las dos figuras de ese cártel la puede dar su propia detención: mientras Labra fue detenido mientras observaba tranquilamente un juego de fútbol americano escolar donde jugaba uno de sus hijos, El Mayel fue detenido en una casa de seguridad, acompañado de siete pistoleros y un par de mujeres; mientras el primero no opuso resistencia, para detener al segundo hubo que establecer un fuerte operativo militar y se registró un enfrentamiento armado previo.
La pregunta es obvia, ¿por qué ahora los Arellano adquirieron tanta importancia, tanto peso en el interés del poder, cuando durante más de 10 años, no habían sentido, salvo casos esporádicos, la verdadera presión de las autoridades?. Ya lo habíamos señalado en otra oportunidad: los Arellano Félix se habían convertido en uno de los mayores desafíos para la seguridad nacional. Primero, porque participaron activamente en el proceso de desestabilización política registrado en 1994: no sólo por su participación, que aún no termina de quedar en claro cómo se dio y porqué, en torno al asesinato del cardenal Juan José Posadas Ocampo en Guadalajara, en mayo de 1993, sino también por lo ocurrido en el propio asesinato de Luis Donaldo Colosio: son muchas las voces que se han preguntado porqué, hasta el último periodo de las investigaciones y en forma notable durante el periodo de Pablo Chapa Bezanilla, porqué, insistimos, nunca se quiso investigar la vertiente del narcotráfico en los hechos de Lomas Taurinas de marzo del 94.
Segundo, porque desafiaron abiertamente al Estado: cuando el presidente Zedillo fue a Tijuana a afirmar que se enfrentaría al crimen organizado, los Arellano contestaron con una ola de asesinatos. Pero, más importante aún: este cártel se convirtió en la mayor amenaza a la seguridad nacional porque a principios de los 90 fueron los que condenaron a muerte e intentaron asesinar en dos oportunidades a un señor, que, en esa época, era el gobernador de Sinaloa y con el correr de los años se convirtió en el candidato presidencial del PRI para las elecciones de este dos de julio, Francisco Labastida Ochoa. Simplemente no se podía correr el riesgo de ignorar un cártel de ese peso y de esa capacidad de generar violencia que tuviera amenazado de muerte a un candidato presidencial del oficialismo. Y entonces sí, cayó todo el peso del Estado contra los Arellano.
Hay elementos al respecto que no pueden obviarse. En primer lugar, la amplia red de protección de la que gozaban los integrantes del cártel de Tijuana, formada por policías y fuerzas de seguridad sobre todo locales o asentadas en la entidad, y ese es un llamado de atención grave para el gobierno panista de Baja California, que está a punto de concluir dos sexenios seguidos en esa entidad, porque se ha demostrado que no es inmune, al contrario, al fenómeno, como también le ha ocurrido a otras administraciones de los más diversos colores políticos cuando les toca gobernar entidades con un peso específico demasiado intenso del narcotráfico (y por eso, banalizar el tema, utilizarlo como un simple slogan de campaña es, por lo menos, una estupidez o irresponsabilidad). Para romper con esa red fue necesario que se estableciera un mecanismo de operación especial, organizado por la secretaría de la Defensa Nacional y la de Gobernación, con participación de sectores de élite de la PGR, que estuviera en condiciones de asestar este tipo de golpe.
La voluntad del poder contrasta, por ejemplo, con la mostrada en otras épocas contra estos grupos, lo que explica también cómo pudieron consolidarse de tal manera. Se recordará, por ejemplo, como entre fines de 1993 y principios de 1994, en dos oportunidades los hermanos Arellano Félix visitaron la nunciatura apostólica para hablar con el entonces nuncio, Girolamo Prigione y, según la versión difundida, para explicarle al embajador de El Vaticano, qué fue lo que verdaderamente ocurrió cuando resultó asesinado el cardenal Posadas.
Lo cierto es que en esas oportunidades, Prigione -que será controvertido pero que nunca pecó de falta de inteligencia- advirtió de la visita a las autoridades federales y éstas, según ha explicado el propio Jorge Carpizo, procurador general de la república durante la primera visita y ya secretario de gobernación durante la segunda, decidieron, vía el propio Carpizo, no intentar capturarlos "porque esos grupos siempre van armados y con custodias y se podía generar violencia". Así, evidentemente, nunca se iba a lograr detener a los Arellano o a sus principales hombres.
¿Se los logrará detener ahora?. Es difícil de responder: primero, porque existen muchas versiones respecto a dónde viven realmente los Arellano, si en México o en Estados Unidos y cuál es su verdadero papel, en la actualidad, en la propia organización delictiva que ellos crearon: hay muchas voces que aseguran que están en una especie de situación de retiro, simplemente mediando entre distintos grupos y utilizando a sus operadores para ello: el problema es que se acaban de quedar sin ellos. Un segundo punto que no se puede negar es que sus redes de protección no se dan sólo en Baja California, se extienden a todo el resto de la península, a Guadalajara, en forma destacada al Distrito Federal y a zonas de la frontera sur. Sin embargo, si en todo esto hay cierta lógica, se debe presumir que tarde o temprano, cuando -como le ocurrió a Amado Carrillo o antes a Juan García Ábrego- dejen de ser útiles para los intereses que los mueven, terminarán siendo detenidos o aparecerán muertos, quizás, como consecuencia de una "liposucción".
¿Qué es lo que viene entonces?. Una cosa es segura: el tráfico de drogas en esa zona no desaparecerá porque está junto al mayor mercado consumidor de drogas del mundo: el estado de California. Entonces quedan dos opciones, o el propio cártel de Tijuana se regenerará con otros hombres y otras características, lo encabecen o no los Arellano, o serán sus adversarios, particularmente sus ex socios del cártel de Sinaloa, encabezados por Ismael El Mayo Zambada, aliado a los grupos del cártel de Juárez, quienes se queden con el control de la zona: no en vano, la guerra entre los Arellano y Zambada ya ha ocasionado cientos de muertos en los estados de la vertiente del Pacífico.
Lo que es evidente es que las autoridades han ganado una batalla en la guerra contra el narcotráfico. La duda es si la guerra puede ganarla alguien, en alguna oportunidad. Y es difícil: en el mejor de los casos se confrontan el optimismo de la voluntad contra el pesimismo de la inteligencia.