Cuando en la tarde del martes, en la casa de campaña de Cuauhtémoc Cárdenas, Marta Sahagún le pasaba notas a Vicente Fox, proponiéndole ?ya vámonos Vicente?, para que éste no siguiera adelante en el ejercicio autodestructivo que estaba escenificando, la jefa de prensa (y sin duda una de las responsables directas del impacto de la campaña de Fox) ya imaginaba el costo que iba a sufrir la campaña de su jefe y le estaba dando a éste el mejor de los consejos, mismo que Fox, en esa ocasión, no escuchó.
Tanto Cuauhtémoc Cárdenas como Vicente Fox cerraron en la ciudad de México sus campañas electorales con actos multitudinarios en el Zócalo capitalino. Hubo fuerza, hubo emoción, hubo, en ambos casos, asistentes convencidos de sus propias apuestas. Si se requiriera una prueba de porqué Fox puede ganar el domingo, ahí está lo visto el sábado en el Zócalo. Pero si queremos una prueba de porqué Cuauhtémoc Cárdenas no puede abandonar, como quisieran algunos de los dirigentes del foxismo, la candidatura presidencial, esos hombres y mujeres que llenaron el Zócalo son una respuesta: para muchos la alternativa que representa Cárdenas está viva, y tanto lo está que muy probablemente se quedará con el gobierno en la capital de la república y se convertirá el cardenismo (junto, aunque en mucho menor medida, con Democracia Social) en la fuerza que servirá de gozne para articular, gane quien gane la elección, una mayoría que le otorgué gobernabilidad al futuro gobierno.
El tema de la declinación estuvo más que presente este fin de semana. Vicente Fox emplazó a Cárdenas a que antes del miércoles decidiera declinar para apoyar su candidatura. Fue una solicitud y una forma de presión que sólo se puede comprender plenamente de la mano con la declaración que le dio el asesor de Fox y ex asesor de Cárdenas, Jorge G. Castañeda al periódico Reforma el mismo domingo: mientras Fox invitaba a Cárdenas a sumarse a su proyecto, Castañeda recordaba su pasado con Cárdenas y se preguntaba porqué el candidato de la alianza por México se escandalizaba del apoyo financiero externo a Fox si él mismo le había entregado en 1993 recursos de esas mismas fuentes al propio Cárdenas para apoyar su campaña.
El hecho no ayuda demasiado a la salud de este proceso electoral por varias razones: primero, porque constituye un reconocimiento de que sí ha llegado financiamiento externo a la campaña de Fox, aunque sea vía los amigos de Fox y no a través del PAN (ya el viernes Lino Korrodi había declarado que el financiamiento era real pero que había llegado a amigos de Fox antes de que iniciara la campaña, formalmente, en enero pasado); queda implícito, también, que quien obtuvo ese financiamiento, por lo menos el que provino de Europa, fue Castañeda; y finalmente cabe preguntarse si en estos trasvestismos políticos que vivimos en estos días, no hay implícita una ausencia de valores éticos mínimos: ¿se vale y es una pregunta, haber sido uno de los hombres de confianza de uno de los candidatos y luego de romper con él, utilizar información en beneficio de otro y hacerlo además, sin mostrar todas las pruebas correspondientes?
Por lo pronto, la respuesta de Cárdenas ha sido doblemente dura. Dijo de Fox que se trata de un "delincuente electoral vendido al extranjero". Ayer tuvimos oportunidad de preguntarle su opinión sobre las declaraciones de Castañeda y dijo, primero que eran falsas, que mostrara por lo menos las copias de los cheques y aseguró que si alguien le había dado ese dinero al hijo del ex canciller, seguramente él se lo había embolsado.
En otras palabras, no hay posibilidad alguna, ni tampoco interés real, de Cárdenas de establecer algún tipo de acuerdo o alianza con Fox, ni de parte de la Alianza por el Cambio tampoco parecen estar demasiado decididos de hacer un gesto real hacia Cárdenas que no sea el demandarle su declinación y, como se puso de manifiesto el sábado en el Zócalo, responsabilizarlo implícitamente si el PRI se alza con la victoria el 2 de julio.
Y ese es sin duda, el mayor desafío de Cárdenas en estos días: demostrar que su actitud tiene fundamento en sus prinicipios y justificar porqué la alianza con Fox no es, desde su punto de vista, posible ni deseable. Hay razones históricas para ello y también personales: Cuauhtémoc Cárdenas no puede olvidar que el PAN se creó para oponerse al proyecto cardenista en los años 30; sabe que su declinación le daría al foxismo no sólo la presidencia de la república sino también el monopolio de las fuerzas antipriístas: el perredismo y la izquierda quedarían totalmente desdibujados y su papel como partido bisagra en la futura administración se perdería por completo.
Por el contrario, hoy sabe que gane quien gane, Fox o Labastida, cualquiera de ellos lo hará sin una mayoría propia, y que un acuerdo político de esa nueva administración con el perredismo sería indispensable. Lo cual, sumado a la base de poder que le significará el gobierno capitalino, constituye un doble sustento para la reconstitución del perredismo, un proceso que será imprescindible en este partido después de la elección del próximo domingo.
Por eso Cárdenas no cancelará esa oportunidad y buscará, por el contrario, aumentar en todo lo posible su voto, para tener una base de negociación idónea con quien sea el triunfador del 2 de julio. No es una apuesta menor, porque de ello depende lisa y llanamente la supervivencia de su propio partido.
No habrá declinación y habrá que insistir en un punto: sea cual sea el resultado del 2 de julio, qué bueno que no la haya. Si leemos la historia de nuestro país, podremos comprobar sin demasiado esfuerzo que cada vez que la sociedad se ha dividido en dos grandes polos antagónicos (Iturbide o Guerrero, los conservadores y los liberales, los revolucionarios o los cristeros) el resultado ha sido la violencia. México es más que dos voces, y ojalá el perredismo cardenista o la socialdemocracia de Gilberto Rincón y las otras fuerzas en ciernes puedan tener un lugar bajo el sol y obliguen a los dos principales actores políticos del momento, a tomarlas en cuenta a la hora de establecer los equilibrios reales del poder.
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Murió el viernes, prematuramente, don Manuel Becerra Acosta, primer director y fundador de unomásuno. Hace apenas unos días decíamos en este espacio cuán agradecidos estabamos con Manuel: en lo personal aprendí (y creo que fuimos muchos) más en unos años trabajando con él que en cualquier escuela de periodismo. Becerra era un hombre tormentoso, temperamental, pasional para acertar y para equivocarse, con grandes defectos pero también con indiscutibles virtudes. No he conocido a nadie como él para buscar los equilibrios en un medio, para impulsar -a quienes consideraba con condiciones- a realizar un periodismo abierto a nuevas formas y búsquedas, tampoco tan sarcástico y duro con quienes no consideraba en realidad periodistas. Se equivocó en los últimos meses en el unomásuno en muchas oportunidades, hizo gala de sus debilidades, se sintió y fue traicionado, abandonado, en el terreno político y profesional por muchos que consideraba sus amigos, pero, además, pareciera que hizo todo lo posible por hundir su barco junto con él. Pero era imposible no rendirse a su talento para lograr el equilibrio editorial, a su pasión por la investigación y la crónica ("cuente la historia, olvídese de las declaraciones"), por la palabra. Descanse en paz Manuel Becerra Acosta, sin duda uno de los grandes periodistas de ese México que ya se fue.