Los vericuetos de las guerras sucias
Columna JFM

Los vericuetos de las guerras sucias

La guerra sucia entre los candidatos, sobre todo los presidenciales, está de moda. Lo mismo se rescatan listas añejas del Fobaproa que se distribuyen documentos supuestamente confidenciales, que llena de injurias a los adversarios: todo sirve. La semana pasada, por ejemplo, circuló prolíficamente un documento sobre Vicente Fox que, como hemos dicho, entremezcla algunas verdades con algunas falsedades y muchas agresiones, involucrándose en forma indigna con la vida personal del candidato de la Alianza por el Cambio.

La guerra sucia entre los candidatos, sobre todo los presidenciales, está de moda. Lo mismo se rescatan listas añejas del Fobaproa que se distribuyen documentos supuestamente confidenciales, que llena de injurias a los adversarios: todo sirve. La semana pasada, por ejemplo, circuló prolíficamente un documento sobre Vicente Fox que, como hemos dicho, entremezcla algunas verdades con algunas falsedades y muchas agresiones, involucrándose en forma indigna con la vida personal del candidato de la Alianza por el Cambio.
No vamos a analizar el capítulo de vida personal de ese documento, no tiene sentido, además de que está pletórico de errores. En el ámbito político el documento intenta detallar las relaciones empresariales, financieras, con el mundo político e intelectual de Fox y suma, una vez más, demasiadas mentiras y errores. Por ejemplo, entre esas relaciones políticas, empresariales y económicas se enumeran desde don Lorenzo Servitje y Juan Sánchez Navarro hasta Roberto Hernández y Alfredo Harp Helú, pasando por Roberto González Barrera y José Madariaga. Entre los empresarios dueños o con participación en medios de comunicación se enlistan Ricardo Salinas Pliego, Alejandro Junco y Alfonso Romo, y junto con ellos periodistas, acusados de estar "relacionados" con Fox, porque "se reúnen periódicamente" con ese candidato. En el ámbito político son señalados como foxistas, algunos priístas tan destacados como Manuel Aguilera y Elba Esther Gordillo, opositores como Jesús Ortega, Dante Delgado, Manuel Camacho o Marcelo Ebrard y nada menos que Carlos Castillo Peraza (quizás el mayor adversario que tuvo y tendrá Fox en Acción Nacional, tanto que Carlos renunció a ese partido cuando vio que era inminente la candidatura del guanajuatense), intelectuales como José Emilio Pacheco o Enrique Krauze, además de algunos personajes internacionales tan preocupados en la campaña electoral de México como el señor Bill Gates, dueño de Microsoft. En otras palabras, el documento no tiene pies ni cabeza y si alguien hubiera querido vacunar la campaña de Fox contra este tipo de infidencias tendría que haber lanzado un documento tan absurdo como éste.
Ahora bien, si todos recurren a la guerra sucia y a las acusaciones difamantes, es porque consideran que les da votos, que le quita votos a sus adversarios o que los ayuda en su causa. Sin embargo, los estudios que se están realizando en los últimos tiempos en el país, que fue la escuela para este tipo de campaña, están demostrando otra cosa: que la publicidad negativa no sólo no ayuda en muchas ocasiones a quien la utiliza contra su adversario, sino que incluso puede fortalecer a éste.
La revista especializada Campaigns & Elections de octubre-noviembre de 1999, publicó un artículo de un grupo de prestigiados investigadores de la Universidad de Virginia, titulado Que sí y qué no en la publicidad negativa: lo que los electores dicen. La base de ese estudio elaborado en Estados Unidos, en el Estado de Virginia, es saber cómo diferencian los electores los distintos aspectos de la publicidad negativa. Dicen los autores que "en su mayor parte, los críticos han asumido que a los ojos del votante, todos los anuncios negativos son creados en sus mismos términos y condiciones. Mientras que sólo unos cuantos investigadores han distinguido entre los ataques dirigidos a los atributos personales de un candidato y los ataques referidos a asuntos que forman parte de la agenda de discusión de la campaña, la mayoría ha asumido que los electores no alcanzan a realizar tal distinción con respecto al amplio rango de ataques que los candidatos se hacen en sus actos de campaña y en sus anuncios de televisión en particular…agrupar de esta manera un rango tan diverso de conductas de campaña es pintar con una brocha demasiado ancha e implica perder de vista importantes diferencias que tienen lugar en el modo en el que votantes responden a la publicidad electoral" y concluye que, "tanto las investigaciones realizadas en el pasado como el sentido común, deberían llevarnos a esperar que algunas acusaciones -incluso de índole personal- sean vistas como legítimas por los votantes, mientras que otras sean percibidas como totalmente fuera de lugar".
Sobre esa premisa basaron su investigación estos investigadores del Instituto Sorensen para el Liderazgo Político de la Universidad de Virginia. Y sus resultados son muy significativos. El objetivo primario era saber qué clase de ataques eran percibidos como justos o injustos. El resumen del estudio puede resumirse de la siguiente manera:
Fueron percibidos como ataques "justos" las críticas a las votaciones legislativas realizadas por un adversario, sus prácticas de negocios o el haber recibido dinero de grupos de interés especiales.
Fueron señaladas como "moderadamente justas", acusaciones como recibir dinero de individuos con problemas éticos, por tener actualmente problemas de drogadicción o alcoholismo, por tener una infidelidad marital en curso o por acciones políticas de los líderes del partido del acusado.
Finalmente, fueron señalados como acusaciones "injustas" aquellas como las críticas a un adversario por problemas de drogas y alcohol tenidos en el pasado, por haber tenido en el pasado relaciones extramaritales, por la conducta de miembros de su familia y por la vida personal de los líderes de su partido.
¿Qué quiere esto decir? Que los electores perciben como "juego limpio" las acusaciones relacionadas con políticas públicas, mientras que las conductas personales actuales son percibidas como de mucha menor importancia que las anteriores, y que las conductas personales pasadas no son percibidas como críticas justas.
¿Cómo se llevaría esto a la actual campaña?. Por ejemplo, entre los señalamientos o acusaciones consideradas justas, estarían las que se basan en la votación legislativa de los candidatos y sus partidos o el haber recibido dinero de grupos especiales. Por eso, ello hace tan peligrosas para los candidatos las acusaciones de su relación con el Fobaproa o que están recibiendo recursos del Estado o, peor aún, del narcotráfico (o de ciertas empresas que generan profundas desconfianza, justificada o no, en la sociedad). En otras palabras, que se aprovecharon del poder o que están lucrando con éste.
Lo percibido como moderadamente justo, involucraría, las críticas por recibir dinero en las campañas de personajes no del todo transparentes o por la actividad de los líderes de su partido. Por ejemplo, por eso las acusaciones contra Fox por las presuntas aportaciones a su campaña de empresas transnacionales o en el caso del PRI, del hankismo no resultan tan peligrosas. Si son reales, los candidatos asumen costos pero saben que éstos, por esos temas, no serán demasiados altos.
Entre los percibidos como injustos están las acusaciones por las relaciones personales, maritales, pasadas (por eso las acusaciones contra Fox por su pasado con la señora Lilian de la Concha no influirán demasiado en el electorado, como tampoco lo hace el hecho de que cualquiera de los candidatos estuviera divorciado, por las causas que fuera) o por la conducta de los dirigentes de su partido. Eso es claro en el PRI, para sus electores la esperanza está puesta en su candidato, les importa poco la historia de sus dirigentes anteriores (por eso, probablemente se equivoca Cárdenas al insistir, tenga o no la razón, al apoyarse tanto en lo ocurrido en 1988).
Pero el estudio no se queda allí. Profundiza en la reacción de los electores ante lo que percibe como diferentes tipos de ataques y da, con base en ello, "consejos prácticos para los candidatos". Un primer consejo: un ataque tempranero, al inicio de la campaña, otorga ventajas pero tiene que ser considerado un ataque justo. Si por el contrario ataca con una acusación que es considerada injusta, el acusado, sea cual fuera su respuesta, terminará ganando puntos.
Un segundo aspecto es más importante aún. Independientemente de que el primer ataque haya sido justo, y haya sido percibido como tal, en la medida que el adversario va dando respuestas justas a las distintas acusaciones posteriores, su desempeño va mejorando y eso se acrecienta si el primer señalamiento es considerado injusto o moderadamente justo.
Un tercer aspecto, es para nosotros, muy claro. Dicen los investigadores que "hay un beneficio extra en mantenerse por encima de la pelea". Ello, en dos planos: cuando el atacado se mantiene por encima de los ataques de su adversario y continúa con su campaña ignorándolo, casi siempre termina beneficiándose. Se preguntan los investigadores: "¿acaso pensamos nosotros que los candidatos deben sentarse inmóviles ante ataques injustos?. Por supuesto que no, interpretamos estos hallazgos como un indicio de que los votantes están ávidos de candidatos que se alcen por encima -o que al menos parezca que se alcen- del insignificante intercambio de acusaciones que muchos ven como parte de la política". En este razonamiento se puede comprender, por ejemplo, el porqué de la repercusión que ha tenido en ciertos sectores Gilberto Rincón Gallardo.
Por último, los investigadores destacan algo que también es de absoluta actualidad para nuestro caso: "un intercambio de acusaciones injustas puede disminuir la participación de electores". Si los ataques de campaña son considerados justos, ello incrementa el índice de votación, pero cuando ocurre los contrario, los electores, según el estudio, tienden a quedarse en su casa hasta en un porcentaje de 40 por ciento más que en otras condiciones. O sea que se abstendrán de votar. Y para nadie es un secreto que en nuestro caso, del porcentaje de electores pueden depender muchas cosas.
Finaliza el documento: "1) los votantes son lo suficientemente sabios para hacer valoraciones con respecto a la procedencia de los distintos ataques de campaña; y 2) los votantes castigarán a aquellos candidatos a los que perciban que se pueden haber conducido de manera injusta con sus adversarios. Como candidato, concluye, lo que digas respecto a tu oponente cuenta y podría costarte la elección". ¿Lo sabrán nuestros aspirantes a la presidencia?.

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