Francisco Labastida proponía una reforma interna al PRI. El PRI parece estar lejos de definir su futuro perfil. Comenzaron los primeros contactos para una reunión del presidente Zedillo con la dirigencia priísta y gobernadores de ese partido para analizar la base del futuro priista. Dulce María Sauri presentó su inesperada renuncia y con ello adelantó la crisis. Una vía para una transición viable sería establecer simultaneamente, una comisión que se responsabilice de organizar una futura asamblea partidaria para determinar las nuevas reglas de juego.
Apenas hace una semana, Francisco Labastida Ochoa sostenía que, de llegar a la presidencia de la república, propondría una reforma interna del PRI que le permitiera actuar como un verdadero partido político, reforma que incluiría la elección democrática de sus dirigentes y de la que nada estaba descartado a priori, incluyendo el cambio de nombre.La derrota ha acelerado esos procesos pero ha acentuado el peligro de dejarlos fuera de control. No deja de ser paradójico que apenas 48 horas después del triunfo de Vicente Fox, el PRI se haya convertido en un factor ya sea de gobernabilidad o de inestabilidad para la próxima administración. Ayer, hablábamos con el presidente nacional del PAN, Luis Felipe Bravo Mena y éste nos decía que, ante el escenario que se presentaba en las cámaras, donde el PAN no tendrá mayoría propia en ninguna de ellas, estaban esperando ver qué sucedía con el PRI para tratar de establecer acuerdos legislativos, tomando en cuenta que el PRD, al decir de Luis Felipe, ya se había proclamado como una oposición bastante “intransitable”. Las expectativas de Bravo Mena son razonables por dos causas: primero, como él mismo ha señalado, porque el PAN, con base en acuerdos específicos permitió al priísmo en los dos pasados sexenios mantener su propia gobernabilidad y ahora, de alguna forma pide reciprocidad; y segundo porque el peso del todavía partido oficial, es muy considerable: tiene dos tercios de las gubernaturas del país y tendrá la primera minoría de la cámara de senadores (el PAN quedó en la cámara alta en segundo lugar) y será el segundo grupo parlamentario en la de diputados, donde al PAN le faltarán, contando a los legisladores del Verde, unos 25 diputados para tener mayoría. Y recordemos que buena parte de las reformas que se propone realizar Fox deben pasar primero por el Congreso para convertirse en realidad y si no tiene respaldo legislativo la fiesta democrática puede convertirse rápidamente en una pesadilla para la gobernabilidad del paísPero el PRI parece estar lejos, aún, de definir su futuro perfil. El domingo en la noche comenzaron los primeros contactos para una reunión del presidente Zedillo con la dirigencia priísta y los gobernadores de ese partido, con la idea de analizar qué salida darle a lo que se consideraba como la base de cualquier futuro priísta: los mecanismos de gobernabilidad del propio partido, ahora que, pasado el primero de diciembre, no contará ya con la piedra angular en torno a la que se ha articulado durante los pasados 71 años: el presidente de la república en turno, actuando como virtual y real jefe del partido todavía en el poder.Ahora no sólo se ha perdido el poder sino también la forma de articulación partidaria. ¿En dónde residirá el poder del priísmo a partir del próximo primero de diciembre?: en los grupos parlamentarios y en los gobernadores. Habrá, por lo tanto, que regresar siete décadas y establecer una serie de acuerdos entre sus jefes regionales que le den viabilidad al priísmo en torno a una nueva gobernabilidad interna, que ya no podrá girar alrededor del presidente de la república.Por eso, lo que no se podía hacer era tomar decisiones apresuradas. Y ellas comenzaron a adoptarse desde la mañana del lunes 3: Dulce María Sauri, la presidenta nacional del PRI presentó su inesperada renuncia y con ello, adelantó la crisis. Inesperada no porque se estuviera pensando en ratificar a Dulce y al actual CEN en sus posiciones después de la derrota electoral (la experiencia de Humberto Roque Villanueva, después de las elecciones de julio de 1997, languideciendo en su cargo hasta bien entrado septiembre no se puede repetir sin un costo demasiado alto), sino porque se esperaba que se dejaran pasar unas horas, unos días, para, desde la propia presidencia, poder articular un mecanismo que evitara, como bien lo calificó ayer Carlos Marín, la “implosión” del partido.La renuncia obligó a adelantar los tiempos, profundizó las diferencias internas y abrió la lucha por el poder en el priísmo y puso a sus dirigentes reales y regionales a buscar un nuevo liderazgo que, a unas horas de la debacle electoral, no podían tener. Se convocó al Consejo Político Nacional, se habló con gobernadores y ex dirigentes nacionales de ese partido pero en la mañana del martes la lucha se estaba generalizando y las posiciones se polarizaban de tal forma que podrían haber llegado a la ruptura, mientras hacían su aparición los oportunistas que buscaban pescar a río revuelto. Aparentemente, se impuso la pausa y la reunión del Consejo Político Nacional se suspendió, buscando llegar a ella con una propuesta de transición viable. ¿Cuáles serían esos mecanismos?. Las vías podrían ser dos: mantener la actual dirección partidaria, o realizar algunos cambios en ciertas posiciones, incluyendo la presidencia del partido, con un mandato de transición, concentrado en concluir todos los pasos del actual proceso electoral federal, además de las futuras elecciones en Chiapas, Jalisco y Tabasco y establecer, simultáneamente, una comisión que se responsabilice de organizar una futura asamblea partidaria, determinar las nuevas reglas del juego y la forma de elegir los mandos partidarios. Allí podrían estar desde Francisco Labastida hasta Roberto Madrazo, ex presidentes del partido o gobernadores.En todo esto parecería haber acuerdos. Las diferencias están en los nombres: algunos hablan de mantener a Dulce María, otros de colocar como interino a Jesús Murillo Karam, unos terceros, particularmente los cercanos a Roberto Madrazo (que sin duda, con la carta que envió ayer a Emilio Gamboa Patrón, como secretario técnico del CPN priísta, se coloca enfrente de la actual dirigencia partidaria) proponen avanzar ya en la designación de un nuevo presidente del partido y el gobernador tabasqueño ya está apuntado en ese sentido. Y finalmente otros, como Genaro Borrego, uno de los pocos dirigentes de peso nacional que ganaron su elección, están proponiendo una reforma profunda, de fondo, que implicaría la creación de un nuevo partido: el PRI, nos decía ayer Genaro Borrego, “debe tener un hijo” al cual traspasarle sus bienes y sus parcelas de poder. Finalmente no faltan algunos dirigentes del ala dura del PRI que ya están proponiendo enjuiciar al presidente Zedillo, asegurando que negoció la derrota de su partido con Vicente Fox para traspasarle a éste el poder o en otras palabras: el PRI no se equivocó, fue “traicionado” (sic).Lo cierto es que el tiempo es imprescindible para que los priístas puedan tomar decisiones sustentadas en tesis más sólidas, mejor fundamentadas. Lo peor que puede hacer el priísmo (que debe seguir siendo, como lo consideran Fox y Bravo Mena, un factor de gobernabilidad y no de inestabilidad) es tomar decisiones por la vía rápida sin procesar la derrota y sin analizar las perspectivas del futuro.