La decisión de conservar los espacios de poder adquiridos por el PRI se esta imponiendo para permitir al tricolor avanzar a su inevitable reforma futura. Tenemos un presidente electo surgido no sólo de la oposición sino fuera del priísmo. Algunos hombres del entorno de Fox consideran que la crisis priísta no estaría mal para su causa. El PRI superó con éxito la prueba de la elección directa de los coordinadores parlamentarios para la Cámara de Diputados y Senadores. Se espera que de la Comisión de ex presidentes salga una propuesta de gobernabilidad interna, sobre todo de reconfiguración del nuevo Consejo Político.
En el PRI evidentemente están lejos de solucionarse los problemas internos, pero todo parece indicar que la disciplina y la decisión de conservar los espacios de poder adquiridos, de no dilapidarlos, se están imponiendo y podrían permitir al tricolor avanzar con cierta prudencia hacia su inevitable reforma futura.
Por lo pronto, lo más importante es que los priístas, pese a algunos gobernadores demasiado acelerados, han sabido darse el tiempo que necesitan para no reaccionar de bote pronto a la derrota electoral y no afectar con ello la gobernabilidad. Porque la paradoja del momento político inédito que vivimos es que, por primera vez en 71 años, tenemos un presidente electo surgido no sólo de la oposición sino de fuera del priísmo, con una cultura y una forma de hacer y entender la política y el poder de forma diferente a la que ha sido la norma durante todo ese periodo de tiempo, pero la gobernabilidad del foxismo depende en buena medida de la estabilidad del priísmo y de la posibilidad que tenga el nuevo régimen de establecer acuerdos con él.
Algunos hombres del entorno de Fox (al que no estaría nada mal que dejaran de atosigar con las más disímiles y absurdas versiones sobre el futuro de su vida privada) consideran que la crisis priísta no estaría mal para su causa, porque dividiría a ese partido en diferentes corrientes y sería más sencillo hacer acuerdos con unas en detrimento de otras. En el corto plazo esa puede ser una tentación viable, pero en el mediano y largo plazo la balcanización del priísmo (o del perredismo) lo que afectaría sería a todo el funcionamiento del sistema, con un costo inevitable para todos, incluyendo el propio foxismo. Es mejor que los partidos, del nuevo oficialismo y de la nueva oposición, maduren, se consoliden, consoliden con ellos al sistema de partidos y entre todos fortalezcan las instituciones y la gobernabilidad.
Por lo pronto, el PRI superó con éxito la prueba de la elección directa de los coordinadores parlamentarios para la cámara de diputados y de senadores. Se ha dicho que hubo línea para impulsar a Beatriz Paredes y a Enrique Jackson, y todo indica que así fue, pero lo importante es que la votación fue real, como lo fueron las opciones que se presentaron en un sentido o en otro. La demostración de en qué medida la elección fue democrática o no, estará en los días posteriores cuando se compruebe si los nuevos coordinadores parlamentarios priístas les abren o no espacio en las bancadas parlamentarias a quienes fueron sus adversarios. Es más, en la nueva gobernabilidad que está buscando el PRI, de la misma forma que ocurre en el PSOE en estos días (un partido que se encuentra en una situación similar a la del priísmo) se debería establecer una cláusula en la cual se obligue al ganador de los diferentes comicios internos a integrar a los derrotados en los órganos de gobierno, como una forma de abrir espacios y conservar una unidad que se ve constantemente amenazada.
En este sentido, la elección de Paredes y Jackson podrán gustar o no, pero resultan lógicas. La ex gobernadora de Tlaxcala llevaba realizando sus amarres para ser la coordinadora en la cámara baja desde varias semanas atrás. En su contra se presentó Fernando Ortiz Arana que logró poco más de un cuarto de los votos de la fracción. Ortiz Arana es un hombre conocido y reconocido en el priísmo pero que se vio afectado en sus posibilidades sobre todo porque, después de la derrota en la elección de Querétaro (en unos comicios en los que Ortiz Arana se equivocó en su estrategia de campaña pero donde también hubo movimientos políticos que, por lo menos, podrían calificarse como extraños), FOA prácticamente se sumergió en la bancada de su partido en el senado, no levantó la voz y no mostró, hasta ahora, protagonismo alguno. Y así es difícil concentrar las posiciones en lo que era, en los hechos, un polo opositor.
En el senado, sigo pensando, como lo señalamos en este espacio, que Genaro Borrego hubiera sido una mejor opción. Pero se impuso, por una parte, el control y la relación que tiene Jackson con muchos legisladores y sectores del partido (22 diputados de la pasada legislatura “saltaron” junto con Jackson de la cámara de diputados a la senadores) y el peso interno que adquirió el sinaloense mostrándose en los últimos días de la campaña como un opositor real del foxismo. Y los priístas parecen estar apostando, sobre todo, a personalidades que puedan mantener una relación digna con el nuevo gobierno pero que se muestren bien diferenciados de éste. Y Jackson, como Paredes, llenan perfectamente bien ese perfil: nadie los puede acusar de estar empanizados. En los más altos niveles del gobierno cuando se les preguntaba si Jackson no tendría demasiado lesionada su relación con el panismo luego de las denuncias de la campaña se contestaba algo así como “sí, pero también estaba lastimada la relación nuestra con Carlos Medina Plascencia y nosotros, si queríamos llegar a acuerdos, tuvimos que aprender a convivir con Carlos, cuando lo designaron coordinador de los diputados del PAN: ellos tendrán ahora que hacer lo mismo”.
En todo caso, la elección de los coordinadores permitirá que la reunión de los ex presidentes priístas que se iniciará hoy para buscar un esquema de gobernabilidad interna para el partido, se pueda dar con un cierto grado de tranquilidad, porque le quitará presión a la dirección del partido (ya Paredes y Jackson serán de alguna forma los voceros autorizados del PRI) y ello permitirá tratar de encontrar salidas relativamente rápidas a los primeros pasos de este proceso.
¿Qué es lo que se espera?. Que de la comisión de ex presidentes pueda salir a mediados de agosto una propuesta de gobernabilidad interna, sobre todo de reconfiguración del nuevo Consejo Político que se pueda presentar al actual CPN para que éste se autodisuelva, y se pueda construir el nuevo. La idea que rige estos encuentros es que el CPN del PRI funcione como un símil de los viejos comités centrales de los partidos de izquierda: un ente mucho más pequeño que el actual (que supera los 300 miembros e incluye muchas posiciones de “mérito” o de sectores que no se justifican políticamente), más operativo, y en donde estén los hombres y mujeres con poder real en el priísmo: sobre todo gobernadores y legisladores, líderes reales de regiones y estados o de corrientes de peso. De allí, de ese nuevo CPN (que muchos esperarían que podría estar funcionando antes del primero de septiembre), saldría la decisión sobre la nueva dirección ejecutiva y desde allí se iniciarían los trabajos para una próxima asamblea que, en esta lógica, ya no sería tan urgente y se podría preparar para cuando las cosas estén ya mucho más definidas y digeridas en los movimientos internos del priísmo, en la mitad del año 2001.
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Lázaro Cárdenas Batel nos contestó un comentario que realizamos los otros días, reiterando algo que no necesariamente resulta obvio: que no cree en herencias políticas producto del parentesco, que no busca la coordinación de los senadores del PRD, y que rechaza la idea de responsabilizar exclusivamente a Amalia García de los resultados del 2 de julio, tanto como el intento de impedirle el paso a Jesús Ortega en el senado. Rechaza, además, las políticas de facciones dentro del PRD. Qué bueno que Lázaro ratifique estas convicciones porque está llamado a ser un factor de peso en su partido el cual, al igual que el PRI, debe hacer un verdadero esfuerzo por refundarse e institucionalizarse, dejando atrás la larga etapa de las tribus. Su posición contribuye, sin duda, a ese objetivo.