El operativo que el jueves pasado los hombres Del Villar realizaron en Tepito, no sólo fue una torpeza inaudita, sino también la confirmación de que no pueden, no quieren y no saben qué hacer con la seguridad de la ciudad de México. Se utilizaron 500 patrullas, helicópteros, ambulancias, bomberos , para detener a dos menores de edad y un borracho. Un día después Del Villar argumentaba que el operativo había sido todo un éxito. La gestión de Samuel Del Villar ha sido desastrosa, con fracasos tan espectaculares como los anuncios sobre acciones penales frustradas que realizó en los últimos tres años.
A veces las malas noticias traen de la mano alguna buena: el motín de Tepito, el punto más alto de falta de control de las autoridades capitalinas sobre aspectos básicos de la seguridad, de subordinación policial al clientelismo político, fue el jaque mate para las ambiciones de Samuel del Villar de quedarse al frente de la procuraduría de justicia del Distrito Federal. El operativo que el jueves pasado los hombres de Del Villar realizaron en ese barrio del Distrito Federal, no sólo fue de una torpeza inaudita, sino también la confirmación de que no pueden, no quieren y no saben qué hacer con la seguridad de la ciudad de México. Los hechos son conocidos: una revisión en una bodega del lugar, que estaba custodiada por un grupo de policías judiciales federales y del DF, iniciada a las cinco de la mañana, se prolongó inexplicablemente por horas. Cerca de las dos de la tarde los vendedores ambulantes de la zona, pero sobre todo, los muchos que se dedican en esa zona al tráfico de drogas, armas y al contrabando, comenzaron a organizarse para rechazar al centenar de policías judiciales y granaderos. Ante la presión de la gente, los policías simplemente huyeron y dejaron desde las tres de la tarde hasta las nueve de la noche, toda la zona de Tepito sin control alguno. Hubo saqueos, robos, golpizas a transeúntes, se desvalijó a personas, comerciantes, vehículos, camiones. A las nueve de la noche se implementó un impresionante operativo de la PGJDF para cercar la zona y reimplantar el orden. No lograron nada: se utilizaron quinientas patrullas, helicópteros, ambulancias, bomberos, para detener a dos menores de edad y un borracho. Ninguno de los que habían participado en el motín fue detenido, tampoco se “encontró” huella alguna de contrabandistas, vendedores de droga, traficantes de armas o lo que sea. El sábado, todos los detenidos quedaron en libertad por errores procesales en su consignación.Y es que no había interés en encontrar nada: cuando los enfrentamientos se estaban produciendo y ya se mostraban en la televisión, la subdelegada jurídica de la delegación Cuauhtémoc y funcionaria de todas las confianzas de Dolores Padierna, Lenia Batres, declaraba que no tenían conocimiento de los hechos y que enviarían “a alguien” a averiguar qué sucedía: hasta el día de hoy, Dolores Padierna no ha brindado explicación alguna sobre lo sucedido. Pero un día antes se había divulgado la información de que la delegada, dirigente de la organización Nueva Tenochtitlan, había entregado 20 mil permisos para vendedores ambulantes en esa demarcación para las fiestas navideñas, siete mil más que los otorgados el año pasado, y que de esos 7 mil, la mitad eran para la propia organización que encabeza Padierna, a través de su hermana Ana María. ¿A quién le iba a interesar encontrar algo en Tepito?. Un día después, Del Villar argumentaba en una accidentada conferencia de prensa, que el operativo había sido todo un éxito y que en una hora se había restablecido el orden en el lugar: evidentemente no había visto la televisión, escuchado la radio o leído los periódicos de la mañana, para saber que durante más de seis horas Tepito había sido tierra de nadie.Era, simplemente, la cereza del pastel, el final de una gestión desastrosa, jalonada por una serie de fracasos tan espectaculares como los anuncios sobre acciones penales frustradas que realizó en los últimos tres años la procuraduría capitalina. Comenzaron mal y no lo quisieron admitir: el plan de seguridad de Samuel del Villar lo había construido el hombre que nombró al frente de la policía judicial capitalina: Jesús Carrola. Un hombre con denuncias por tortura y relación contra el narcotráfico que habían sido presentada en su contra por el propio PRD de Baja California Sur, un par de años atrás, cuando Carrola era delegado de la PGR en ese estado. Pudimos dar a conocer el expediente de Carrola en la PGR, donde había sido dado de baja en dos ocasiones por “falta de confianza”. Eran, él y varios de los funcionarios que designó Del Villar (muchos continúan hasta el día de hoy) gente de los equipos del tristemente célebre ex subprocurador en el primer trienio de Carlos Salinas, Javier Coello Trejo, incluyendo el abogado defensor de los entonces conocidos como “los violadores del sur”, al que Del Villar, nombró en el jurídico de la procuraduría capitalina. Pese a las denuncias de los propios militantes perredistas, de sectores de la sociedad civil, de los medios y de la Comisión de Derechos Humanos del DF, Del Villar se resistió en dar de baja a Carrola, lo hizo sólo cuando la presión fue ya demasiado intensa e incluso así, durante varios meses, éste continuó como asesor del procurador.De allí nació un terrible enfrentamiento, para el procurador en lo particular pero para el gobierno de Cuauhtémoc Cárdenas y Rosario Robles en general, con la Comisión de Derechos Humanos del DF, que encabeza Luis de la Barreda. El ombudsman capitalino, había sido reelegido por unanimidad de votos en la Asamblea Legislativa del DF, semanas antes de que Cárdenas asumiera el gobierno capitalino y se trata, sin duda, de una figura progresista, respetada y respetable en el ambiente de los derechos humanos y los círculos del derecho en México. Un gobierno que se asumía como progresista y liberal, partidario del respeto a los derechos humanos podía hacer muchas cosas pero no quedar marcado por no aceptar ni una sola de las recomendaciones que le hizo llegar la CDHDF, lo que ningún gobierno panista o priísta de ningún lugar del país, incluyendo con anterioridad el DF, había hecho. Pero eso fue lo que propició la procuraduría colocando al gobierno capitalino en una situación intolerable al respecto.Para contrarrestar sus errores, Samuel del Villar habría nuevas causas y fracasaba en todas ellas. La lista de derrotas de la procuraduría capitalina en estos años es interminable: comenzó con lo de Carrola y siguió con el famoso caso de El Chucky y el intento de iniciar acción penal contra la juez que había seguido el caso; continuó con las acusaciones de fraude contra las empresas IBM y Ericsson, de la mano con la acusación contra distintos funcionarios de la administración de Oscar Espinosa, en las que luego de denuncias estruendosas, la procuraduría capitalina perdió todos y cada uno de esos casos en los tribunales. El último hace apenas unos días, el que llevaba en contra de José Parcero López que era el único que, en primera instancia, había ganado. Ahí está también el caso Stanley, que hizo estallar y transformó en pública la crisis con la CDHDF, por la injustificada e injustificable detención de la edecán Paola Durante, y la fabricación de un caso donde apareen muchas cosas menos pruebas contra los detenidos por ese asesinato, incluyendo la fabricación descarada de testigos, en un proceso para torcer la justicia sólo comparable a los que ejerció Pablo Chapa Bezanilla cuando fue fiscal de los casos Colosio, Ruiz Massieu y Posadas.Lo cierto es que Samuel del Villar terminó siendo una papa caliente para todos: para sus aliados, que no sabían como deshacerse del procurador sin pagar costos políticos; para Andrés Manuel López Obrador, que no lo contaba entre sus cercanos ni mucho menos, aunque algunas vez haya asegurado aquello de que Del Villar “era como Benito Juárez” (sic); para Vicente Fox, que tenía que ser quien autorizara su nombramiento si hubiera repetido y que no tenía ninguna intención de hacerlo, más aún cuando prácticamente está decidido que Alejandro Gertz Manero será su próximo secretario de seguridad federal; y por supuesto, se había convertido en un problema, grave, para la propia seguridad pública del DF. Tiene, Del Villar, un aspecto en su favor: no se ha hecho denuncia alguna en su contra, hasta ahora, relacionándolo en hechos de corrupción. No es algo menor en la PGJDF, pero, sin duda, ello no alcanza para justificar tanta ineficiencia.Habrá que ver, por cierto, cómo le va en esa tarea a un hombre tan respetable, pero sin experiencia en temas de seguridad, como Bernardo Bátiz, quien será, según informó ayer López Obrador, el próximo procurador capitalino. Pero esa es otra historia.