Un grupo de prominentes empresarios como Lorenzo Zambrano, Carlos Slim y Alfonso Romo se han incorporado al Consejo de Administración de Petróleos Mexicanos. El problema real en PEMEX es que por muchos años, ha sido una empresa pública, explotada por el erario y el gobierno federal. Raúl Muñoz Leos nos decía que con el plan de reestructuración que se pretende diseñar, la paraestatal podría tener un ahorro hasta de 3mil millones de dólares anuales. El Truibunal Electoral del Poder Judicial de la Federación ha dejado en manos de Gobernación y de la PGR la decisión sobre como actuar en Yucatán.
Muchos se han sorprendido de que un grupo de prominentes empresarios como Lorenzo Zambrano, Carlos Slim y Alfonso Romo se hayan incorporado al consejo de administración de Petróleos Mexicanos. Incluso opiniones muy respetables han llegado a la conclusión de que esa decisión sería, en realidad, el inicio del proceso de privatización de la principal empresa pública del país.
La verdad parece ser un temor bastante infundado: el problema real en PEMEX es que, durante demasiado tiempo, ha sido una empresa tan “pública” que ha sido explotada hasta el hartazgo por el erario y el gobierno federal, a un nivel tal que se ha estrangulado la posibilidad de que PEMEX cuente con recursos suficientes como para poder consolidarse como lo que es, una empresa. Al contrario de lo que opinan quienes consideran que con ello PEMEX da un paso hacia la privatización, creo que el camino que llevaba era el más seguro para que, tarde o temprano, la empresa o todo el sector, quedaran en manos del capital privado.
No hay mejor forma de convencer a la sociedad de que una empresa pública debe privatizarse que hacerla ineficiente y costosa: cuando durante el salinismo el plan de privatizaciones tuvo tanto respaldo social (mayor del que muchos creíamos) fue porque la enorme mayoría de las empresas que fueron privatizadas se habían convertido en una carga para la sociedad: quizás el mejor ejemplo de ello sería, precisamente, Teléfonos de México. Y se podrá estar o no de acuerdo con como maneja Carlos Slim sus negocios, pero, en términos de eficiencia, la diferencia con lo que sucedía hace unos pocos años, es notable.
Pemex está en serios problemas. Ayer hablábamos en la segunda emisión de Informativo MVS con su director general, Raúl Muñoz Leos y nos decía que sólo con el plan de reestructuración que se pretende diseñar, podría haber un ahorro en la paraestatal de hasta 3 mil millones de dólares anuales. Si se logra que parte de la renta petrolera pueda quedarse en PEMEX como para impulsar sus propias inversiones, las posibilidades de la empresa de crecer y ser más competitiva son muy altas y para ello requiere ser administrada, siendo una empresa pública, con un verdadero sentido empresarial…sino es así, PEMEX seguirá sirviendo para muchas cosas, menos para generar la riqueza social que pudiera y debería crear.
En este sentido, no veo cómo puede poner en peligro a PEMEX la incorporación de hombres como Zambrano o Slim, que pueden darle a Petróleos Mexicanos, el perfil de lo que sólo en parte ya es: una de las principales empresas energéticas del mundo. Al contrario, debería preocuparnos que en ese mismo consejo estén algunos hombres que representan, exclusivamente, posiciones políticas (o incluso religiosas) y muy poco empresariales. ¿Qué puede existir conflicto de intereses entre las empresas de los nuevos consejeros y la paraestatales?. No tendría porqué existir, pero simplemente lo que se debe garantizar es que haya transparencia, como empresa pública que es, en todos los manejos de PEMEX. Por cierto, no deja de ser paradójico que cualquier empresa privada que cotice en bolsa tenga que tener, por ley, mayor transparencia en su manejo que el que ha mostrado PEMEX a lo largo de los años.
Pero sí estamos de acuerdo con que PEMEX no debe privatizarse, aunque nadie podría negar que el sector energético requiere, con urgencia, el aporte del capital privado. ¿Qué necesita PEMEX para ser una empresa pública realmente eficiente y para desarrollar su potencial?. Requiere aumentar sus reservas y por lo tanto las labores de exploración. Debe aumentar su capacidad de producción, porque ésta ya ha llegado, literalmente, al límite y, en coyunturas en las que se requiera de mayor cantidad de petróleo en el mercado (e incluso en la misma medida en que los requerimientos internos de energéticos sigan creciendo) la actual capacidad de explotación parece comenzar a quedar rebasada.
Se requiere desarrollar intensamente la petroquímica: la primaria y la secundaria. Hoy se suele obviar que los recursos que recibimos en concepto de exportaciones de petróleo crudo se pierden por las importaciones de productos petroquímicos que se producen fuera de nuestras fronteras con el mismo petróleo que, sin procesar, les vende México. La diferencia es que la utilidad que deja un barril de crudo procesado, comparado con las que genera un barril sin procesar son casi de diez a uno. Y ese sector es quizás el más atrasado en PEMEX. Y finalmente se requiere una explotación mucho mayor del gas, que en buena medida se pierde en la explotación petrolera.
Para todo eso se requieren recursos privados: no hay los suficientes para desarrollar como se requiere la exploración, la explotación y la transformación del crudo en la medida en que ello es posible. Y para eso no se requiere privatizar PEMEX: sí es necesario romper con relaciones perversas con distintos sectores de poder, muchos de ellos dentro de la propia paraestatal, y hacer más elásticas las posibilidades de inversión en el sector, de forma tal que PEMEX pudiera asociarse con distintas empresas privadas para labores muy específicas. Si es así, las utilidades de la paraestatal serán mucho mayores, la derrama que podrá hacer al fisco más alta y su beneficio hacia la sociedad crecerá en la misma proporción. Y no se trata, en absoluto, de una tesis neoliberal sino de una exigencia social.
Tan es así que el hombre que quizás ha llevado a cabo la más intensa defensa de PEMEX como empresa pública en los últimos años, Cuauhtémoc Cárdenas, a diferencia de algunos de sus compañeros de partido, no condenó la presencia de empresarios prominentes en el consejo de administración de esa empresa y sólo demandó algo que de tan obvio debe ser destacado para que no se olvide: que ello no implique la búsqueda de beneficios personales para ellos o sus empresas. Y ahí la exigencia debe ser solo una: la transparencia en los manejos empresariales y financieros de PEMEX. Una transparencia que no ha existido en el pasado.
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El Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación ha dejado en manos de la secretaría de Gobernación y de la PGR la decisión sobre cómo actuar en Yucatán pare restablecer la legalidad. Lo cierto es que, mientras tanto, se habla mucho de negociaciones pero no hay tales: no hay una negociación real por la sencilla razón de que una de las partes, el gobierno estatal, no está dispuesto a ceder. Y no lo hará, como decíamos esta misma semana, porque, en las actuales circunstancias, no tiene nada que perder, al mismo tiempo que exhibe y ocasiona un fuerte desgaste al gobierno federal y particularmente al secretario de Gobernación, Santiago Creel al que, además, el presidente Fox, al decir que la posición del gobierno federal será la que decida el propio Creel, dejó a éste como responsable, para bien o para mal, del manejo de ese proceso. No hay demasiado tiempo: Cervera continúa adelante y en su administración están convencidos de que a final de cuentas se saldrán con la suya, que si el 27 de mayo hay elecciones será bajo sus propias condiciones. Y esa sería una derrota política inocultable para la administración Fox, una derrota que puede sentar precedentes.