Por fin, dirán algunos, llegó el día. Hoy, a las diez de la mañana, George Bush llegará a México en su primera visita internacional como presidente de los Estados Unidos, y se reunirá con el presidente Vicente Fox en el rancho de San Cristóbal, en San Francisco del Rincón, Guanajuato. Comenzará, o por lo menos así lo esperan funcionarios de los dos países, una nueva etapa en la vida diplomática de México y Estados Unidos.
Por fin, dirán algunos, llegó el día. Hoy, a las diez de la mañana, George Bush llegará a México en su primera visita internacional como presidente de los Estados Unidos, y se reunirá con el presidente Vicente Fox en el rancho de San Cristóbal, en San Francisco del Rincón, Guanajuato. Comenzará, o por lo menos así lo esperan funcionarios de los dos países, una nueva etapa en la vida diplomática de México y Estados Unidos.
Como ya se ha adelantado, no habrá ningún anuncio espectacular cuando concluya la visita de Bush que durará unas ocho horas, como tampoco habrá una cabalgata conjunta al estilo malboro, porque el servicio secreto de Estados Unidos consideró que era peligroso para el presidente Bush. La idea es que los presidentes platiquen para definir cuál será el rumbo general que llevará la relación bilateral, hacia dónde se la quiere llevar y cuáles son los principales objetivos. Será después de la visita cuando los funcionarios de ambos países tengan que aterrizar en una agenda específica los lineamientos que hoy delinearán los presidentes, dos hombres sin demasiada experiencia en el ámbito internacional, que no son amigos ni han tenido una relación estrecha en el pasado pero que, sobre todo desde que se vieron en Houston, antes incluso de la elección estadunidense del 7 de noviembre, comprobaron que la siempre intangible química personal entre ambos estaba presente. Y es lógico, porque Fox y Bush son políticos muy similares, pragmáticos, ubicados en un espectro conservador pero mostrando inquietudes sociales a la hora de hacer política y tomar decisiones, que llegaron a la presidencia apoyados por partidos muy tradicionales pero siendo, de alguna forma ajenos, mejor dicho atípicos, a los mismos.
Pero el que no haya acuerdos espectaculares no impide que sí habrá consensos que pueden llevar en el futuro a éstos. Ellos se darán en varios puntos: en primer lugar en torno al narcotráfico. Si el Congreso estadunidense no decide dejar a México fuera del proceso de certificación durante los dos próximos años (incluyendo el proceso que concluirá este primero de marzo), no cabe duda que la administración Bush está decidida a no presionar a México con la certificación, por lo menos en esta ocasión. El nuevo gobierno estadunidense no tiene decidida una estrategia antidrogas clara, no ha nombrado a un nuevo jefe de la oficina antinarcóticos de la Casa Blanca y tampoco ha decidido cómo se organizarán las agencias especializadas del sector para el combate al narcotráfico. Existen halcones en la periferia de Bush que son partidarios de una salida francamente dura, incluso que quieren impulsar la llamada guerra de los Andes, para acabar en ese territorio con los cultivos de coca. Pero parecen estar muy lejos de tener la hegemonía en la administración republicana. Lo cierto es que, mientras eso sucede, existe la disposición a profundizar la colaboración entre los dos países y eso beneficia, pero también compromete a la administración Fox, que tampoco vive sus mejores horas en la lucha contra el crimen organizado.
El canciller Jorge G. Castñeda insiste, al respecto, en proponer que el llamado bono democrático que se le habría otorgado en el ámbito internacional a Vicente Fox como consecuencia de haber ganado desde la oposición una elección francamente democrática, se extienda a la lucha antinarcóticos y que se establezca un mecanismo de confianza real entre las agencias de los dos países. No será sencillo, porque esa desconfianza, salvo en áreas muy específicas, ha sido, por lo menos crónica y ahí está la muy buena y muy premiada película Traffic para demostrarlo, al estilo hollywoodense, en vivo y a todo color. Pero, sin duda, todo parece indicar que la relación en la lucha antinarcotráfico entre ambos gobiernos será, de inicio, estrecha.
El otro gran tema es la migración. Fox está realizando una labor inteligente en este campo: ha logrado colocar en la agenda estadunidense un punto que, salvo algunos especialistas, los políticos de ese país siempre se habían negado a abordar con seriedad, la apertura de las fronteras a la mano de obra mexicana e incluso, en los días previos a esta cumbre, se manejó con insistencia la idea de que se pudiera negociar una amnistía para todos los mexicanos que residen ilegalmente en Estados Unidos. No habrá tal, pero, insistimos, el tema ya está en la agenda: y ello es así porque nuestros vecinos del norte necesitan de mano de obra y requieren darle a ese alud de trabajadores un marco legal e institucional. Por otra parte, en términos de imagen es una decisión muy acertada: María de las Heras hizo una encuesta para nuestro programa México Confidencial sobre cómo vemos los mexicanos la relación con Estados Unidos y en ella queda más que claro que la enorme mayoría tiene interés en ese país casi exclusivamente por cuestiones laborales y salariales: un 17 por ciento ven como una ventaja el trabajo en ese país, otro tanto considera como la mayor ventaja los salarios y otro tanto porque consideran que hay mejor calidad de vida, mientras que un 13 por ciento sostiene que le interesa EU porque se gana más dinero, mientras que apenas un tres por ciento considera hay mayor seguridad, un uno por ciento considera como ventajas que en Estados Unidos se aplique mejor la ley o que haya mejores precios. En otras palabras, el interés de los mexicanos en Estados Unidos pasa, para una gran mayoría, por las ventajas laborales y salariales y en ese sentido, cualquier iniciativa que tienda a mejorar la condición de los trabajadores indocumentados en esos ámbitos, aumentará la popularidad de Fox.
En el aspecto económico Fox ha insistido en avanzar en una suerte de “TLC plus”, que permita ahondar en puntos como la mano de obra, pero también en espacios de integración en ámbitos como la energía que pueden ser muy promisorios pero también muy controvertidos (qué mejor ejemplo que el absurdo debate que se ha generado por la incorporación de cuatro empresarios al consejo de administración de PEMEX). En ese sentido, no puede haber avances o acuerdos en el corto o el mediano plazo, pero ese es un objetivo estratégico que Fox intenta colocar en la agenda de largo plazo de George Bush.
En el ámbito internacional dos puntos destacan: por una parte, la situación en Colombia. México está jugando un papel como intermediario informal en ese país entre las FARC y el gobierno de Andrés Pastrana y el objetivo con Estados Unidos, es que éste acepte que México sea en diferentes temas, como éste y aunque no tenga intereses directos en ese conflicto, una suerte de interlocutor de los propios Estados Unidos. Algo similar ocurre con el caso de Cuba, que ayer Jorge Castañeda nos confirmó que sí será parte de la plática de los dos mandatarios.
Por último, no deja de ser significativo cómo percibe la gente, en la encuesta que citábamos, este encuentro. Cuando se pregunta cuál de los dos países puede sacar más provecho de estas conversaciones, un 30 por ciento dice que México, un 32 por ciento que Estados Unidos y un 27 por ciento que los dos, lo cual quiere decir que el 57 por ciento de los encuestados consideran que México podrá sacar ventajas de este encuentro, lo que confirma que el grado de expectativas que sigue conservando Fox, son, sin duda, muy altas. No es un dato menor en esta época.