Hoy será un día histórico en la cámara de diputados, en el pleno de palacio de San Lázaro se organiza una comparecencia con el único fin de escuchar a los representantes de una organización política que hace apenas siete años declaró la guerra al Estado mexicano. Una organización que sigue siendo armada y clandestina y que subirá a la tribuna del Congreso de la Unión portando sus uniformes y pasamontañas, sin identificarse públicamente. El gobierno federal y el Congreso han dato todo a cambio de sentarse a dialogar con el EZLN y el zapatismo, no ha dado absolutamente nada a cambio.
Hoy será un día histórico en la cámara de diputados: será la primera vez que se organiza una comparecencia en el pleno del palacio de San Lázaro con el único fin de escuchar a los representantes de una organización política que hace apenas siete años declaró la guerra al Estado mexicano y que hasta el día de hoy no ha declinado en ese propósito, una organización que sigue siendo armada y clandestina (aunque justo es reconocer que cada vez menos una y otra cosa) y que incluso subirá a la tribuna del Congreso de la Unión portando sus uniformes y pasamontañas, es más, lo harán siquiera sin identificarse públicamente.
Lo cierto es que se puede estar o no de acuerdo con el formato decidido para esta sesión (en lo personal creo que darle a este contacto, no es más que eso, un formato tan elaborado como el de un informe presidencial es un exceso, que puede hacer devenir todo el acto en un show); se pueden compartir o no las posiciones de los zapatistas; se puede negar, sin dudarlo, que el EZLN representa a todas las comunidades indígenas del país como algunos están tentados a aceptar; pero, sin duda, se le ha abierto al EZLN una oportunidad única en la historia política del país para demostrar que es congruente en sus dichos y en sus hechos para transitar desde la clandestinidad a la vida política pública.
Lo que ocurrirá el día de hoy modifica todos los usos y costumbres del Estado. Falta por ver, cuál es el resultado de una cambio de actitud tan notable y, sobre todo, falta por ver qué hará el EZLN con tamaña oportunidad política. El gobierno federal y el Congreso han dado todo a cambio de sentarse a dialogar con el EZLN y el zapatismo, hasta ahora, no ha dado absolutamente nada a cambio: ¿qué ofrecerá luego de esta oportunidad? ¿qué actitud adoptarán el gobierno federal y el congreso ante el zapatismo después de esta sesión? ¿cómo se procesará el debate, que hoy no se dará, sobre la ley de derechos y cultura indígena? ¿qué margen de tolerancia mostrarán los zapatistas con sus críticos o, simplemente con quienes no opinan igual que ellos?. Les toca a los zapatistas hacer, hoy, un gesto político: habrá que ver si están dispuestos a hacerlo.
Porque en esta aventura que fue el zapatour, el EZLN estuvo a punto de naufragar, por sus propios errores, en numerosas oportunidades, y una y otra vez fue salvado, literalmente, por un solo personaje: el presidente Fox, que le tendió el brazo, le abrió oportunidades e incluso le allanó adversarios y contratiempos en cada una de esas oportunidades. En ese sentido, Diego Fernández de Cevallos tiene razón: el presidente Fox se ha convertido en el principal publicista y protector del zapatismo desde el primero de diciembre pasado. Eso ha sido a un costo muy alto para el presidente: un costo en términos de popularidad, de haber perdido la iniciativa en la presentación de su agenda política, en su relación con su propio partido, el PAN, en términos, lisa y llanamente, de espacios de gobernabilidad en el país. A cambio de todo eso, el presidente Fox no ha recibido nada del zapatismo: ya no hablemos de un encuentro con el propio presidente a pesar de que éste los ha invitado en innumerables oportunidades a verse cara a cara, ni siquiera el presidente Fox ha recibido de Marcos un reconocimiento respecto a su triunfo el pasado 2 de julio, un reconocimiento a la legitimidad del nuevo gobierno. Más grave aún, este gobierno le ha dado todo y ni siquiera le ha demandado ese reconocimiento al zapatismo: no le ha pedido nada a cambio.
Se podrá argumentar, siguiendo a Marcos, que no se han cumplido las “tres señales” que demanda el subcomandante para sentarse a negociar. No es verdad: las siete posiciones militares que demandó el EZLN que fueran desmanteladas ya no existen como tales; los presos que dependían del gobierno federal ya han sido liberados, incluso sin tomar en consideración las causas por las que estas personas estaban detenidas. Los últimos casos amnistiados y liberados lo demuestran. Veamos sino los casos de los últimos liberados en Chiapas: Fernando Alvarez Rodríguez, con la causa penal 176/99 estaba acusado de la violación a la ley general de población, lo mismo que Armando Morelos Cabrera, procesado por la causa 78/99, en los hechos ambos estaban acusados y condenados por el tráfico de gente. José Hernández Díaz y Norberto López Rincón estaban detenidos por delitos contra la salud, acusados de transporte y posesión de marihuana, estaban acusados, en otras palabras, de tráfico de drogas. Arturo Pérez Velásquez fue indultado por el presidente de la república, estaba acusado y condenado por los delitos de portación de arma de fuego de uso exclusivo del ejército, armada y fuerza aérea, por delincuencia organizada, desde 1997. Los casos se repiten en el centenar de detenidos que han sido liberados: sólo quedan detenidos un par de dirigentes zapatistas en Querétaro, acusados por aquellos desmanes del 5 de febrero de hace tres años cuando intentaron incendiar (en realidad lo hicieron) el autobús donde viajaba el gabinete presidencial. En aquella oportunidad el zapatismo negó enfáticamente que los responsables de esos hechos fueran personajes ligados a su organización, hoy reclaman su libertad argumentando que se trata de presos políticos zapatistas. Se puede argumentar o debatir, sobre si ese reclamo del EZLN es justo o no, lo que no se puede negar es que todos los detenidos que estaban en condiciones de ser dejados en libertad la han obtenido, por encima, incluso, de los delitos por el que habían sido detenidos, procesados y condenados por tribunales estatales y federales. Pero, por lo menos hasta el día de hoy, el EZLN no ha realizado gesto alguno, siquiera para reconocer los que se han dirigido hacia ellos. En este sentido no deja de ser paradójico que Marcos en su entrevista con Gabriel García Márquez le recomiende a las FARC que negocien con el gobierno colombiano, cuando en realidad, en una situación de guerra y conflicto reales, las FARC colombianas sí están negociando con el gobierno y aceptando la real representatividad de éste, mientras que en un contexto de ausencia absoluta de violencia política de parte del Estado contra el zapatismo, éste no se digna siquiera dirigirse al presidente por ese título.
Hay que reconocer que el EZLN cada vez más se aleja de ser una organización militar y se acerca a convertirse en una organización política. Fuera de ello, el propio Marcos ha insistido en que no se convertirán en un partido político legal, que no seguirán los pasos del M-19 de Colombia, del FMLN de El Salvador o del FSLN nicaragüense, en otras palabras, que buscarán ampliar su actual papel e interlocución como una fuerza política que no se reconoce como tal pero que actúa en ese sentido y con esos objetivos. Y puede hacerlo, porque nadie le exige nada al zapatismo a cambio de lo que está recibiendo.
Por lo pronto, lo cierto es que hasta el día de hoy nadie se ha ocupado, seriamente de analizar la ley de derechos y cultura indígena, nadie se ha preocupado por buscar y consultar a los grupos indígenas distintos del EZLN. Nadie, desde el poder o desde la oposición, ha dicho cuál de las opciones históricas que se proponen para el desarrollo de los pueblos indígenas: acelerar su integración o profundizar su asilamiento es más o menos viable. Nadie, tampoco, se ha ocupado, desde el poder o la oposición, en analizar qué sucederá a partir del jueves, cómo se procesará, si es que se da, el diálogo de paz, cuáles serán sus objetivos, sus plazos y los principios que lo regirán. Pasada la comparecencia de hoy, lo que se abre es un gran vacío. Y en política, todos los vacíos se ocupan.