A veces en nuestra prensa pareciera que reconocer lo inevitable: que Fidel Castro se ha convertido en un dictador, aislado de cualquier movimiento democrático en el mundo, no sólo resulta incorrecto sino que se convierte en una blasfemia. La Cuba de Castro tenía dos grandes relaciones diplomáticas: con el México del PRI más tradicional y con la España franquista. Ahora resulta que la puesta en escena de Fidel Castro en Monterrey, arruinó, la cumbre para el financiamiento al desarrollo e impidió un consenso entre países ricos y pobres.