Sería un error que, desde el propio poder se olvidara en estas horas, la necesaria e imprescindible, separación entre la Iglesia y el Estado. En la recepción de un jefe de Estado, el de México, a un jefe de otro Estado, el Vaticano: es un grave error político y de protocolo el beso del presidente Fox al anillo de San Pedro, el anillo del Pescador, un beso que implica la aceptación de la subordinación y la obediencia a la autoridad espiritual del Papa. Juan Pablo II no se apartó de los objetivos manifiestos de su visita. En su homilía en la Basílica expresó su amor por México, pero no fue condescendiente con las autoridades, pidió que Juan Diego interviniera para que prive la justicia y apoye el respeto al derecho de las etnias, que apoye a los gobernantes de México para que actuen con respeto y justicia y así se consolide la paz en el país.