Elba quiere ser la otra Jefa
Columna JFM

Elba quiere ser la otra Jefa

El presidente del PRI, Roberto Madrazo le hizo un flaco favor a Diego Fernández de Cevallos cuando declaró que con él sí podían los prisitas negociar y llegar acuerdos. Pero la fama de Diego no es gratuita: la labor que desarrollo durante años pero sobre todo en la legislatura de 1991-1994 fue notable, porque permitió que, por primera vez, el interlocutor principal de la presidencia de la república fuera un miembro de la oposición. Ése es el papel que quiere jugar en la próxima legislatura Elba Esther Gordillo, quiere transformarse en una suerte de Jefa Elba y sacar adelante las reformas pendientes.

El presidente del PRI, Roberto Madrazo le hizo un flaco favor a Diego Fernández de Cevallos cuando declaró que con él sí podían los priistas negociar y llegar a acuerdos, pero no con el presidente Fox o el secretario de Gobernación, Santiago Creel, quienes son, en última instancia, con quienes hoy se debe negociar les guste o no a los del tricolor. Pero la fama de Diego no es gratuita: la labor que desarrollo durante años pero sobre todo en la legislatura de 1991-1994 fue notable (se esté o no de acuerdo con las sucesivas reformas que se realizaron en ese trienio) porque permitió que, por primera vez, el interlocutor principal de la presidencia de la república fuera un miembro de la oposición que, a su vez, garantizaba que su propio partido terminara, como fuera, apoyando lo acordado, en una lógica, dirían los abogados de quid pro quo, o en la calle, de "dando y dando".

Hace ya varios meses que dijimos que ése es el papel que quiere jugar en la próxima legislatura Elba Esther Gordillo y lo está intentando. La dirigente priísta quiere transformarse en una suerte de Jefa Elba que sirva como interlocutora de su partido y de otras fuerzas con la presidencia de la república, para sacar de esa forma, adelante las reformas pendientes y, no se lo debería ignorar, cosechar también los acuerdos que desde el priismo se quieran sacar en relación con el poder. La comida de ayer en su casa, con Santiago Creel, Francisco Gil Díaz, Carlos Slim, Francisco Barrio, el priista Francisco Rojas (quizás el político más cercano hoy en día a Carlos Salinas de Gortari) e intelectuales como Federico Reyes Heroles, entre otros, es una demostración de ello: lo que se haya dicho en esa comida es lo menos importante, el mensaje político está dado por el nivel de convocatoria que mostró Elba Esther y ello demuestra que está bien encaminada para lograr sus objetivos.

Pero no será tan sencillo. No deja de ser ejemplificador de la realidad que vivimos el que al mismo tiempo que se realizaba esa reunión en Polanco, en el sur de la ciudad, en el IFE, el consejero electoral Jaime Cárdenas anunciara que demandó penalmente a Creel por la campaña publicitaria de promoción al voto (¿o al PAN?) que está realizando el gobierno federal o que todos los partidos, exceptuando al PAN, convocaran para hoy una reunión extraordinaria del Consejo General del IFE para exigir que la publicidad gubernamental salga del aire. Tan virulento es el debate que los priístas han anunciado que incluso irán ante el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación en vías de prevención, para advertir al tribunal que de no modificarse la actual situación podrían, recurriendo al antecedente de la anulación de las elecciones municipales de Ciudad Juárez (que fueron anuladas cuando el presidente municipal panista realizó publicidad proselitista fuera del periodo legal desde una estación de radio de El Paso que, obviamente se capta en Juárez) llegar a pedir la anulación de los comicios del seis de julio. Se podrá argumentar, muy probablemente con razón, que es un exceso, pero el hecho es que desde 1988, ningún proceso electoral federal tuvo ese nivel de cuestionamiento.

Pero, además, todo se da en un ambiente que genera mayor confusión aún. Por ejemplo, qué necesidad había de anunciar a escasos diez días de las elecciones, que la PGR no acusará por lavado de dinero a Lino Korrodi y los Amigos de Fox cuando la investigación sobre ese caso dista de estar concluida por la procuraduría, o cuando el propio IFE también está lejos de tener un resultado definitivo (ayer trascendió que podrían citar en el IFE al PAN y al Verde unos días antes de las elecciones: ¿sería ello posible?¿tiene sentido hacerlo cuando obviamente la respuesta de los partidos y la resolución del caso será para mucho después del seis de julio?). La exoneración de Amigos de Fox en el más grave de los delitos de los que es acusada esa organización, a diez días de los comicios, puede ser legal, pero, como ocurre con los publicidad gubernamental, es sospechosa y no ayuda a disminuir la polarización política.

Pero el enrarecimiento del ambiente tiene otros componentes, aportados por los diferentes actores y en forma destacada por los panistas y el gobierno. Primero, fue la andanada que recibió Carlos Slim cuando propuso un cambio de rumbo en la política económica al reclamar profundizar en el mercado interno y en la inversión en obra pública e infraestructura para generar un mayor crecimiento y recibir como respuesta el calificativo, sin interpretar cabalmente lo que estaba diciendo Slim, de "populista" (sic). Luego el PAN anuncia que está proponiendo apoyar la auditoria de los bancos involucrados en el Fobaproa, algo que podría ser viable, sino fuera porque la propia presidencia de la república ha presentado una controversia constitucional que está a punto de resolver la Suprema Corte argumentando que el legislativo no tiene atribuciones para reclamar esas auditorias. Una contradicción más: hace menos de dos semanas, el presidente Fox anunció que propondría para un nuevo periodo como gobernador del Banco de México a Guillermo Ortiz Martínez, un hombre que ha sido clave, junto con Gil, para mantener la estabilidad financiera que el gobierno, lógicamente, gusta exhibir. Pero ahora los panistas están diciendo que no apoyarán la propuesta presidencial porque no confían en Ortiz, convirtiendo un mensaje que intentó ser de estabilidad en un capítulo más de evidente confusión.

Pero si en ese ámbito las cosas son difíciles, no son más sencillas en el PRI. Es verdad que existe, desde antes de que ganaran la elección interna en el PRI, un acuerdo entre Madrazo y Elba Esther de que, cuando llegara este momento, si ganaban la interna, uno se quedaría en el liderazgo del partido y el otro (en este caso la otra) se iría al liderazgo de la fracción partidaria en la cámara de diputados. Elba Esther está buscando esa posición y realiza toda esta muy amplia operación política con ese objetivo, pero no está sola en ello: el liderazgo de la fracción priista también lo buscan Manlio Fabio Beltrones y Emilio Chuayffet, mientras que se especula en el propio PRI sobre una futura asamblea partidaria que obligaría a Madrazo a dejar la presidencia del partido para lanzarse abiertamente como precandidato. Las diferencias son de forma y de fondo. Salvo que se esté jugando al policía bueno y al policía malo, ¿qué tienen que ver las declaraciones y las negociaciones de Elba Esther ayer, con los discursos de Madrazo durante el pasado fin de semana o el lunes, el de los dirigentes priístas en el monumento a Juárez en las instalaciones del IFE?¿cuál es el verdadero PRI: el de ese enfrentamiento directo o el de estas negociaciones en corto?¿o ambos a la vez?

En otras palabras: la tentación de repetir con otros personajes y desde otras posiciones el esquema de negociación 91-94, puede ser interesante y hasta acertado en términos de eficiencia política, pero habría que recordar que los tiempos, las circunstancias, los actores, las propias instituciones, son hoy distintas y también deberá ser diferente ese experimento. No será tan fácil (y aquello no lo fue tampoco) como entonces, y los riesgos pueden ser mucho mayores. Pero la apuesta de Elba Esther ya está echada y en las primeras rondas ha ganado… pero falta tanto para terminar la partida.

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