Al PRI le irá bien en las próximas elecciones. Es muy probable que el domingo en la noche se encuentre con que conserva la primera minoría en la cámara de diputados. El PRI podrá confirmar que tiene una fuerte base política que lo dejaría muy bien posicionado para el 2006. Pero tampoco nunca habrá estado tan cerca de una ruptura como en los días posteriores al seis de julio.
Al PRI le irá bien en las próximas elecciones. Precisiones electorales de última hora aparte, es muy probable que el domingo en la noche se encuentre con que conserva la primera minoría en la cámara de diputados y, en el ámbito estatal recuperará la joya de la corona panista, Nuevo León, y tendrá fuertes avances en Jalisco, aunque perderá San Luis Potosí y está en fuerte disputa Sonora. Probablemente no habrá cambios en las actuales correlaciones de fuerzas en Querétaro, Colima y Campeche y, como todos sabemos (y lo acaba de confirmar la renuncia, a una semana de las elecciones, de su candidato en la delegación Benito Juárez, Fernando Solís Asenjo) en el Distrito Federal sus resultados serán un pequeño gran desastre.
Pero con esa base el PRI podrá confirmar que tiene una fuerte base política que lo dejaría muy bien posicionado para el 2006. Pero tampoco nunca habrá estado tan cerca de una ruptura como en los días posteriores al seis de julio. Esa noche los principales actores en la puesta en escena priista tendrán que tener muy claro cuál es el papel que deben jugar y qué espera de ellos el público. Porque nadie debería engañarse: luego del tristemente célebre episodio de las listas, lo que se dio en el PRI fue una suerte de tregua, en la cual todos guardaron sus agravios para después de las elecciones. El resultado será positivo porque a todos los actores, particularmente a los actuales dirigentes por una parte, a los candidatos por la otra y sobre todo a los gobernadores, les conviene tener la mayor cantidad de votos posibles para estar bien pertrechados para la batalla interna que viene.
En términos generales, pasada la elección, comenzarán a destaparse algunos de los que aspiran a ser candidatos presidenciales para el 2006: sin duda, ahí estarán varios gobernadores, entre ellos Manuel Angel Núñez, Arturo Montiel, Tomás Yarrington, Juan S. Millán y Enrique Martínez (algunos ya andan promoviendo incluso a Natividad González Parás, antes de que siquiera compita en las elecciones de Nuevo León). No son los únicos, ahí están el propio Enrique Jackson, líder del senado, e incluso Elba Esther Gordillo, aunque la actual secretaria general del PRI apostará sus cartas más en el apoyo de alguna candidatura que en la suya propia.
El problema será para Roberto Madrazo, otro precandidato natural del priismo. Y el problema es que, después de los sucedido con las listas de plurinominales, la distancia de Madrazo con la enorme mayoría de los gobernadores de su partido (en los hechos el apoyo principal de Madrazo entre los mandatarios estatales se reduce al del oaxaqueño José Murat y el de su paisano Manuel Andrade) y éstos ya le están exigiendo a Madrazo que opte por ser precandidato o por quedarse en la dirigencia de su partido. En otras palabras: si Madrazo quiere buscar la candidatura presidencial tendrá, más temprano que tarde, que dejar la presidencia de su partido. Y si quiere conservar esa posición deberá abandonar la pretensión de llegar a Los Pinos. No es una decisión sencilla, pero es una exigencia lógica: el PRI requiere, desde que no tiene un presidente de la república de ese partido, de tener un árbitro para sus disputas internas y ese debe ser su dirigente nacional. Si no es así, la ruptura será inevitable o quien terminará fungiendo de árbitro será algún ex presidente, obviamente el único sería Carlos Salinas de Gortri y ello terminaría generando, también, un desgarre interno.
Hubo un intento de la corriente de Madrazo y Murat por adelantar la asamblea nacional del priísmo para agosto próximo, para de esa manera dar un golpe de timón en el partido y quedarse con el control absoluto del comité ejecutivo nacional y de los mecanismos para la selección de sus candidatos. Pero el intento fracasó, los gobernadores desde su reunión en Aguascalientes no lo dejaron pasar y no habrá asamblea hasta el año próximo: y es que las reglas para elección de candidatos en los estados deben estar muy claras porque la enorme mayoría de los actuales gobernadores priistas deberán procesar su sucesión en los dos próximos años y todos quieren participar en ella. La diferencia de esta nueva asamblea nacional con la anterior es sencilla: Madrazo ganó la elección interna del PRI porque logró una alianza con Elba Esther Gordillo que le allegó muchos votos (una alianza que ya no parece ser tal, se ha convertido simplemente en un acuerdo), y con varios gobernadores que hoy se han alejado del dirigente tabasqueño, mientras que otros, que no metieron las manos en la elección interna, como el veracruzano Miguel Alemán, ya han cambiado de carril y están hoy muy distanciados de Madrazo.
En buena medida, esa pulseada política se ha reflejado sobre todo, en la disputa por la futura coordinación de la bancada de diputados priístas. Esa lucha ha generado un distanciamiento serio entre Madrazo y Elba Esther, entre la maestra (que asegura contar con el respaldo de la mayoría de los gobernadores) y Manlio Fabio Beltrones (que tendría el respaldo de Roberto y de los opositores a Gordillo), y de éstos con Emilio Chuayffet Chemor, que pareciera estar esperando que se desgasten ambos contrincantes, para emerger como una tercera opción (y para así ponerle presión a Montiel en el estado de México). Allí es donde se reflejará, en primera instancia, esa disputa anunciada en el seno del priísmo.
Es verdad que son muchos los gobernadores del PRI que aspiran a suceder a Vicente Fox en Los Pinos, pero también lo es que, sin acuerdos entre ellos y con las bancadas de diputados y senadores, no sólo terminará siendo probable que sea finalmente Madrazo quien termine superándolos, sino también que se configure un ambiente de balcanización en el priismo que podría llegar a destruirlo o dejar a quien se quede en su dirección sólo con un caparazón que, en esta ocasión, hasta estará corto de dinero, como consecuencia de la multa que le aplicó el IFE por el pemexgate.
Lo que ocurre en el priísmo es una de esas paradojas extrañas de la política: quizás es la primera vez en mucho tiempo que tiene opciones tan favorables no sólo para ganar una elección sino de hacerlo legítimamente, en un marco donde puede ser un factor clave no sólo para realizar alianzas con el foxismo (que éste necesita) sino incluso con el resto de las oposiciones, incluyendo el propio PRD. Y es un momento de tanta debilidad institucional del partido, de tantas carencias en su dirección estratégica, que pueden echarlo todo a perder. Sus cartas ya están sobre la mesa.
Aceves Saucedo
El viernes falleció en La Habana, donde había ido a hacerse un chequeo médico, Angel Aceves Saucedo, uno de esos viejos políticos en las formas, que a la vez son modernos en las ideas y que, por encima de muchas otras cosas era, sobre todo, un buen tipo, una persona seria, responsable, profesional y que sirvió bien, sobre todo en el área económica, en varios gobiernos, incluyendo el de su adversario político Vicente Fox. Angel estaba, como cada seis años, preparándose para buscar la candidatura de su natal Puebla. Sabía que tenía pocas, muy pocas posibilidades pero, como siempre, iba a jugar. Mientras tanto, tenía en sus manos, una carta que no era precisamente menor: estaba encargado por su viejo amigo Francisco Gil Díaz, de buscar los consensos políticos necesarios para sacar adelante la reforma fiscal. Fue Aceves Saucedo un hombre recto, y en la política nacional ésos no abundan. Descanse en paz.