Los resultados electorales modificaron la lógica interna de los partidos y han provocado acomodamientos y realineamientos. Cuando hoy se reúna la comisión política del PAN el enfrentamiento entre los panistas doctrinarios y los foxistas tendrá un momento único. En el PRI , el éxito electoral fue mayor al esperado, los gobernadores y los sectores del partido se lanzaron a fortalecer sus posiciones apostando y mucho, a ganar todo lo posible en los distritos. En el PRD, Rosario Robles no va renunciar pero su situación no es fácil: es verdad que aumentó el número de diputados federales, pero su 17.6 por ciento de votos y la virtual desaparición del PRD en 20 estados, afectan la imagen.
Los resultados electorales modificaron la lógica interna de los partidos y han provocado acomodos y realineamientos que no se esperaban. En este sentido, la abrumadora derrota panista, sumado a un triunfo del PRI (sobre todo en términos distritales) que fue más allá de las expectativas y, junto con el agridulce resultado perredista, han terminado generando crisis diferentes a las esperadas en los tres principales partidos políticos.
Cuando hoy se reúna la comisión política del PAN el enfrentamiento entre los panistas doctrinarios y los foxistas tendrá un momento único. Será la hora cuando los doctrinarios comenzarán a ajustar cuentas políticas con sus adversarios y particularmente con Carlos Medina Plascencia, coordinador de la estrategia electoral del panismo en esta elección. Retomarán el debate que quedó inconcluso a la hora de confeccionar las listas de candidatos plurinominales, cuando Antonio Lozano Gracia y todos los candidatos cercanos a Diego Fernández de Cevallos, fueron literalmente dejados de lado. Es verdad que entraron en las listas, dirigentes panistas importantes de esa corriente, como Germán Martínez y Margarita Zavala, pero ello se debió, sobre todo, a la distancia que ese grupo, encabezado por Felipe Calderón, venía manifestando con Diego. Pero esas diferencias eran, sobre todo, de procedimientos y respecto a la relación con el presidente Fox. Esos y otros grupos de panistas desplazados, parecen estar convencidos de que la hora es, primero, de una autocrítica interna seria, profunda; segundo, que se debe modificar profundamente el trabajo político del partido, regresando nuevamente a sus bases tradicionales, al trabajo con las comunidades y las organizaciones, dejando de apostar todo a la mercadotecnia; tercero, que deben establecerse responsabilidades por lo ocurrido y que eso se tiene que reflejar en cambios en el gabinete y en la dirección del propio PAN. En ese sentido, si bien los dardos están dirigidos sobre todo hacia Medina Plascencia, también ha quedado cuestionado el trabajo de Luis Felipe Bravo Mena, que terminó quedando mal con ambas corrientes de su partido.
Con todo, el secreto para saber qué sucederá con las corrientes panistas está más en el propio presidente Fox que en el seno del blanquiazul: Medina Plascencia estaba a cargo de la estrategia electoral porque la idea fue llevar una campaña plebiscitaria y Los Pinos requería en el PAN alguien de su confianza. La campaña serviría, además, para que Medina Plascencia se fortaleciera como precandidato para el 2006 y, pasado el seis de julio tenía como fin terminar de desplazar a Diego de la coordinación de los senadores panistas. Con los magros números electorales del domingo, esos objetivos se perdieron unos tras otros y, hoy, lo que está en debate es la propia relación de la presidencia con su partido, las posibilidades de Medina Plascencia para convertirse en candidato presidencial prácticamente se han esfumado y Diego se ha fortalecido como nunca al frente del senado e incluso el PAN le ha encargado los difíciles casos de Sonora y Campeche. Dentro del gabinete y del equipo presidencial estos grupos también han adquirido nueva fuerza, aceptando la necesidad de cambios y de una visión crítica respecto a la sucedido: allí estarían, entre otros, el propio Santiago Creel, la secretaria de Desarrollo Social, Josefina Vázquez Mota, el canciller Luis Ernesto Derbez, Felipe Calderón y el propio Rodolfo Elizondo. No es sencillo, porque la verdad es que en el gobierno federal y en el PAN tampoco sobran las opciones para poder realizar cambios en el propio gabinete y en el partido, garantizando la eficiencia.
En el PRI está ocurriendo exactamente lo contrario. El éxito electoral fue mayor al esperado. Como habíamos adelantado, los gobernadores y los sectores del partido se lanzaron a fortalecer sus posiciones apostando y mucho, a ganar todo lo posible en los distritos. Eso provocó un resultado abultado a favor del tricolor pero, también, un fortalecimiento mayor al que sus adversarios pensaban de Roberto Madrazo. El poder, o la posibilidad del poder, cohesiona y ello ha limitado las tendencias centrífugas del priísmo. La lucha interna en estos días y probablemente hasta mediados de agosto, cuando ello se defina, estará concentrada en la disputa por la coordinación del grupo parlamentario entre Elba Esther Gordillo y Manlio Fabio Beltrones. Es una lucha de personalidades en muchos sentidos antagónicas pero es, también, una lucha por espacios de poder trascendentes de cara al 2006. Madrazo no puede involucrarse directamente en ese conflicto porque perderá si lo hace; a su vez, la mayoría de los gobernadores parecen estar comprometidos con Elba Esther, pero también es verdad que muchos de ellos, que estaban más que dispuestos a enfrentarse con Madrazo apenas pasara el seis de julio, hoy están esperando a ver qué actitud (de mayor sectarismo o más incluyente) adopta el presidente del partido antes de tomar una posición definitiva. Entonces el proceso interno en el grupo parlamentario priísta está lejos, aún, de estar plenamente definido.
Mientras tanto, no deja de ser sugerente en la nueva situación interna (y de la capacidad cohesionadora de la posibilidad del poder) que la mayoría de los gobernadores que se esperaba que pasadas las elecciones anunciaran sus intenciones de buscar la candidatura presidencial, hayan guardado silencio: es verdad que Arturo Montiel, ha dejado trascender esas intenciones, lo mismo que Manuel Angel Núñez Soto que se ha mostrado particularmente activo en los últimos días. Pero en ambos casos los movimientos han sido más discretos de lo esperado, mientras que otros con aspiraciones como Tomás Yarrington o Juan S. Millán, que tuvieron también muy buenos resultados electorales, se han mantenido con un muy bajo perfil. El que dijo que sí buscará la candidatura y está trabajando con discreción, es el líder del senado, Enrique Jackson, pero también dejando que el tiempo acomode las cosas. Si los días anteriores al seis de julio parecían el prolegómeno del lanzamiento público de varias precandidaturas priistas, lo sucedido en los comicios ha provocado un impasse, han impuesto la idea de que los aspirantes seguirán trabajando con ese fin, podrán anunciar que sí buscarán esa posición pero estarán esperando lo que ocurra en los próximos meses, sobre todo respecto a la forma en que se resuelva la disputa por el grupo parlamentario y las diez candidaturas para gobernador del 2004 para tomar una decisión definitiva.
En el PRD, Rosario Robles no va a renunciar pero su situación no es fácil: es verdad que aumentó el número de diputados federales, pero su 17.6 por ciento de votos y la virtual desaparición del PRD en 20 estados, afectan la imagen de su gestión que está respaldada por poderes que no son necesariamente suyos: la votación en el DF fue de López Obrador; en Zacatecas, de Ricardo Monreal; en Michoacán, de Lázaro Cárdenas; y en Baja California Sur, de Leonel Muñoz Cota. En otros estados, incluso tradicionalmente perredistas, como Veracruz, Oaxaca, o Chiapas, la caída del PRD es espectacular hasta llegar a quedar como cuarta o quinta fuerza en varios otros estados. Rosario y su equipo sostienen que ello obliga a sacar adelante la reforma interna que proponen. Pero tienen a ambos lados muchos opositores y no todos los sectores perredistas están dispuestos, por diversas razones, a jugar las mismas cartas. Tienen a su favor el hecho de que Rosario es una dirigente sin duda con mucha enjundia, que han confirmado que tienen tres o cuatro figuras que podrían crecer sin problemas hacia la candidatura presidencial (como siempre Cuauhtémoc, y por supuesto López Obrador, pero también ahí están Lázaro Cárdenas y Ricardo Monreal), pero resolver la apenas velada crisis interna que vive el perredismo no será nada sencillo.