Durante los últimos días, altos funcionarios de la administración Fox y dirigentes panistas aseguraron que unos y otros están inmersos en un profundo proceso autocrítico, revisando programas, estrategias, el desempeño de los propios miembros del gabinete, y la relación del PAN con el gobierno, los problemas estructurales que sufre el partido y aseguran que habrá cambios en todos esos capítulos.
A veces los analistas quedamos tan desconcertados con el gobierno federal como creemos que lo está el mismo gobierno. Durante los últimos días, altos funcionarios de la administración Fox y dirigentes panistas aseguraron que unos y otros están inmersos en un profundo proceso autocrítico, revisando programas, estrategias, el desempeño de los propios miembros del gabinete, la relación del PAN con el gobierno, los problemas estructurales que sufre el partido y aseguran que habrá cambios en todos esos capítulos.
Pero, simultáneamente el presidente Vicente Fox le dice a El Universal que no, que no hubo un voto de castigo al gobierno y por lo tanto no hubo una derrota electoral de su partido, que no hay merma en la popularidad presidencial y que no habrá cambios en el gabinete, al que considera que está trabajando perfectamente bien de acuerdo con los "datos duros" que utiliza para evaluarlo. Entonces ¿qué están haciendo las dos comisiones, una de dirigentes panistas y otra de funcionarios con militancia en ese partido que están trabajando en esos temas desde hace más de una semana?¿realmente se cree que no hubo voto de castigo, que la popularidad sigue indemne, que no se necesitan cambios?.
Una de las dos versiones no es la real. Y deberíamos inclinarnos a pensar que la verídica es la primera porque de no ser así, el presidente Fox estaría cometiendo, casi, un suicidio político: sin cambios, sin rectificaciones, la segunda mitad de su mandato estará condenada a repetir los mismos errores que se cometieron en la primera.
Esas rectificaciones son más necesarias aún por lo que reconoció el propio presidente Fox en la entrevista que mantuvo ayer con José Gutiérrez Vivó: que la sucesión presidencial de cara al 2006 ya comenzó. Es verdad que la respuesta del presidente estuvo más dirigida a acicatear a Andrés Manuel López Obrador que a entrar de lleno en el análisis del tema, pero el hecho es que, efectivamente, el proceso de selección de candidatos para el 2006 ya ha comenzado. Y eso se aplica a los partidos de la oposición pero también al gobierno y al propio PAN.
Preguntémonos cómo va a procesar su sucesión el presidente Fox. Ayer dijo en Monitor que el dedazo estaba, en otras palabras, muerto y enterrado, por lo menos en su caso. Y muy probablemente es así: no se percibe que Vicente Fox sea un mandatario decidido a imponer a su sucesor o por lo menos al candidato que intente sucederlo en Los Pinos. Pero el hecho es que la existencia de varios precandidatos siempre ha ayudado a gobernar en la segunda mitad de una mandato sexenal e incluso con la actual fragmentación del poder, todos los partidos están recurriendo a ello para equilibrar sus propias fuerzas internas. Ello implica un difícil juego en el cual no se deben mostrar todas las cartas al mismo tiempo que se debe colocar en exhibición a los candidatos pero se debe evitar que ello conlleve a divisiones internas irreparables.
No es fácil, pero sin ese ingrediente la gobernabilidad se le hará muy difícil a la administración Fox. ¿Por qué?. Porque todo se reduce a un punto, clave en política: la generación de expectativas. El verdadero secreto del éxito en la política está en ello y generando expectativas en torno a diferentes candidatos es como se terminará fortaleciendo una candidatura y evitando, al mismo tiempo que los adversarios se concentren en unos pocos candidatos reales para acabarlos antes de que comience la verdadera competencia.
Y de eso carece hoy el gobierno federal. La elección del 6 de julio, decíamos la semana pasada, ha dejado al foxismo y al PAN con escasos candidatos. Sigue estando allí Santiago Creel, pero en la medida en que está más solo que nunca en ese papel debe pagar costos crecientes y resulta evidente que otros factores de poder en el propio gobierno no están conformes con esa situación; está Francisco Barrio, pero, como hemos dicho, sus opciones de crecer desde San Lázaro a la candidatura presidencial son pocas. Y el texto que distribuyó Marta Sahagún de Fox el lunes hace pensar que la primera dama, como tanto se ha especulado, finalmente optará por tratar de jugar ese papel de precandidata, con la diferencia de que si, finalmente decide buscar esa posición tiene la obligación de ganarla. Los demás aspirantes no tienen, desde ya posibilidades: Carlos Medina Plascencia cargará con el peso de la derrota electoral, Fernando Canales Clariond tampoco podrá aspirar a la candidatura luego de los resultados en Nuevo León y los gobernadores panistas en ese ámbito no figuran.
Pero ¿puede afrontar el presidente Fox su sucesión sólo con las cartas de Creel por una parte y Marta por la otra?. Si se queda sólo con ello se vivirá en forma notablemente agudizada lo que ya se vislumbra: una polarización en su propio equipo entre esas dos opciones que provoca un debilitamiento de ambas. Y si por alguna razón esas opciones fracasan se quedará sin recambios. Ello, en parte, es lo que debería obligar al presidente Fox a realizar cambios e incorporar figuras que pudieran participar en ese juego. Y allí están desde luego, algunos panistas que deberían figurar como Felipe Calderón o incluso, si él quisiera, Diego Fernández de Cevallos (el interés de colocar a Antonio Lozano Gracia en el congreso tenía, también, la intención de impulsar al ex procurador en esa dirección pro los foxistas lo hicieron fracasar). O se podrá hacer crecer a Josefina Vázquez Mota si se quiere tener otra figura femenina. Pero sin cambios todos esos propósitos se verán frustrados.
¿Manlio o Elba?
Mañana el PRI deberá definir parte de su futuro. No sólo porque tendrá que elegir entre Manlio Fabio Beltrones y Elba Esther Gordillo para coordinar su poderosa fracción parlamentaria en la próxima legislatura, sino también porque de esa decisión dependerán sus posibilidades de permanecer unido. Ese es el tema: no habrá, sea Elba o Manlio quien gane esa posición, modificaciones notables en la agenda priísta en el congreso, primero porque el margen de maniobra no es muy amplio; segundo porque esa agenda depende también de lo que se establezca en el senado, donde la fracción priísta parece estar bastante sólida en torno a Enrique Jackson; y tercero porque los resultados no le darán a ninguno de los dos contendientes una carta blanca para operar políticamente en representación de una bancada con tantos intereses diferentes y diferenciados. Pero el punto no es ese: es la posibilidad y el interés por permanecer bajo un mismo partido. Obviamente, Manlio y Elba representan cosas diferentes, no son lo mismo: la maestra tiene instrumentos de poder reales dentro y fuera de su partido, buenas relaciones y posibilidades de establecer agendas y políticas de amplio espectro. Tiene, también, sus lados oscuros y una oposición feroz en sectores de su partido y en buena parte de la izquierda más dura, que la han tomado como su objetivo. Su principal punto a favor es que puede influir políticamente en el gobierno federal y en muchos estados y a diferentes niveles. Manlio es, también, un político controvertido: el ex gobernador de Sonora ha estado ligado a algunos de los sectores más duros del viejo sistema pero también de los que han tejido (y en su caso mantienen) relaciones quizás no tan públicas pero tan amplias como las de su contrincante, aunado a un buen manejo de la operación política al estilo tradicional. En su favor hay un punto importante: no sólo concentra el voto antiGordillo, sino que hay que recordar el papel que jugó en el proceso interno que le dio la presidencia del partido a Madrazo y Gordillo: fue un punto de contacto entre los grupos que apoyaban a Beatriz Paredes y el propio Madrazo. No será una elección sencilla, pero el método elegido (voto secreto y directo de cada diputado electo) podría generar una certidumbre (y un equilibrio interno en esa bancada) que, quizás, en última instancia podría obligar a los derrotados a persistir en la unidad interna. Ese es el verdadero desafío de los priístas.